El Miércoles de Carnaval está reservado para el entierro de la sardina. Para las lágrimas, el luto, el Momo y la última fiesta, la que despide los disfraces y las comparsas. También con eso ha acabado el coronavirus, que ha dado paso a un Entroido silencioso, con pocos disfraces y muchas ganas de celebrar. Esta vez el entierro ha sido el de la hostelería.

Bares y restaurantes siguen cerrados, intentando no ahogarse en deudas y cuentas pendientes. La plataforma Shostalería convocó ayer una pequeña protesta —para cumplir con las medidas de seguridad— junto al monumento de la sardina que se acaba de instalar en la plaza de España. Esta vez son los hosteleros los que lloran y ven el futuro negro. Su único camino es el de alzar la voz y seguir pidiendo un rescate que no llega. “La situación es insostenible. El nivel de desprotección por parte de las administraciones es muy alto”, expresa uno de los miembros de la plataforma y propietario de A Cova Céltica, Pedro Villarino.

La plaza de España se convirtió por unos minutos en escenario de protestas y peticiones. Los hosteleros exigen más aportaciones económicas para poder sobrevivir. Como ellos mismos dicen: “Las mal llamadas ayudas”. “El dinero entra por una puerta y sale por otra. Ese dinero está volviendo a la administración en forma de impuestos”, señala Villarino.

El sector confiesa estar “devastado”, a la espera de “un plan de rescate justo, coherente y en condiciones”. Los hosteleros aguardan la llegada de “indemnizaciones” por un cierre que se alarga. “Hace un mes que se nos ha cerrado y no sabemos todavía cómo vamos a recibir las ayudas”, informa el hostelero.

El segundo plan de ayudas a la hostelería y autónomos de la Xunta, que se activará mañana, cuenta con un presupuesto de 75 millones pero, a ojos de Villarino y sus compañeros, “llega tarde y es escaso”. “Parece mucho dinero pero hay que repartirlo entre turismo y hostelería. La esperanza de cobrar algo que de verdad nos ayude a mantener nuestros negocios y nuestra vida es pequeña”, apunta.

La lluvia no frenó sus quejas. Tampoco los “cierres y protocolos” del Gobierno gallego les hacen perder la fuerza para salir a la calle y recordar que el sector vive en una “situación de incertidumbre e inseguridad”. Hubo velas encendidas y cruces. Paraguas negros. Viudas con el rostro tapado para llorar y escapar de miradas ajenas. Sombreros muy carnavaleros. Como excepción en este Entroido tan atípico, la sardina no fue protagonista y no hubo visita a San Amaro. Pero sí se celebró un entierro, aunque de forma muy diferente a lo que manda la tradición. “Quisimos aprovechar esta fiesta para decir el padre nuestro de los hosteleros, todos vestidos de negro”, detalla el hostelero.

Casi treinta personas, manteniendo la distancia de seguridad, se colocaron alrededor de la nueva escultura. Los vehículos seguían pasando por la rotonda, alguno apretaba el claxon en señal de apoyo. Los carteles que allí se podían leer lo dejaban muy claro: El entierro de la hostelería.

El apoyo del comercio

Los comercios recuperaron ayer su horario habitual después de que la Xunta aliviase las medidas de restricción por el coronavirus. Sin embargo, el presidente de la Federación de Comercio de A Coruña, José Luis Boado, echa de menos la compañía de bares y restaurantes para recuperar el ritmo. “Nos falta el apoyo de la hostelería, es un punto fundamental en todo este entramado económico”, expuso ayer.

Boado informó de que los comerciantes vieron reducidas sus ventas no solo por la restricción de horarios —tenían que cerrar a las 20.00 horas—, sino también por el cierre de establecimientos de hostelería, lo que les ha llevado a dar por perdido el período de rebajas.

El presidente de la Federación de Comercio coruñés opina que el cierre de los bares, que el Gobierno gallego mantiene para frenar el avance del COVID-19, “hace que la gente compre menos también en las tiendas”.