Vista interior de las ventanas inclinadas. | // ANTONIO RÍO

Si por algo se caracteriza el edificio que alberga la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña (Etsac) es por su singular morfología exterior: de marcada tendencia brutalista, la estructura sigue una inusual composición ascendente. Una concepción que motiva el apelativo por el que la estructura es conocida popularmente, la seta, que está a punto de perder uno de sus elementos distintivos: sus ventanas inclinadas, resquicios del proyecto original que desaparecen para dar paso a una estructura más eficiente. “La forma de estas ventanas iba acompañando al edificio, que lo que plantea es darle una presencia fundamental al hormigón en bruto”, explica el arquitecto y profesor de la Etsac Antonio Río. Las ventanas, originalmente caracterizadas por una tonalidad dorada, que fue sustituida por carpintería gris, afianzaban la forma creciente del edificio desde la base hasta la cubierta, y apuntalaban su singularidad.

No es esta, no obstante, la única transformación que ha sufrido la sede de la Etsac en sus más de 40 años de historia, en los que se ha ido adaptando a las necesidades educativas que iban surgiendo. “La propia obra tuvo muchos problemas de presupuesto, que no permitieron que se hiciese lo que se pretendía. Cambiaron los planes de estudios y el número de estudiantes, con lo que el edificio también tenía que cambiar”, señala Río. Las décadas han dejado su impronta en la Escuela, que ha ido llenando su núcleo interior con espacios inicialmente no previstos, ahora dedicados a administración o conserjería. Sus aulas han sufrido, también, el signo de los tiempos y el cambio en el paradigma educativo, con espacios compartimentados para favorecer los grupos de trabajo donde otrora hubo enormes salas.

Con la pérdida de sus ventanas inclinadas, la Etsac se distancia de otros modelos homólogos ,como el edificio de Aparejadores o la Facultad de Periodismo de Madrid, dotado de un gran reconocimiento patrimonial del que no gozan, no obstante, muchos edificios de su clase.

“Es una arquitectura propia de una época. Tras mayo del 68, se quiere experimentar con nuevos lenguajes arquitectónicos, es una búsqueda de expresión a través del material, el hormigón”, completa Río. La reforma ha generado opiniones encontradas en el sector, pues muchos son los que lamentan que se haya decidido prescindir de un elemento tan singular del edificio en aras de la eficiencia energética. “Era necesario cambiar las carpinterías, había ciertos problemas porque las ventanas no estaban muy selladas por su antigüedad, entraba aire. y no abrían bien. Todo se puede hacer con respeto y sensibilidad sobre la arquitectura que estás interviniendo”, defiende el arquitecto.

Una idea que comparte el director actual de la Escuela, Plácido Lizancos, que sitúa la crítica surgida hacia la solución escogida dentro del antiguo debate, recurrente en el sector, sobre la evolución y adaptación funcional de las arquitecturas existentes. “Se sustituyen esas carpinterías obsoletas, que estaban desvencijadas, por otras modernas. Es una decisión técnica. Sobre la intervención en edificios cambiando su imagen hay mucho escrito: si un edificio es un organismo vivo, que se puede actualizar en función de las necesidades de cada momento, o si son testigos de una época que no deben alterarse”, juzga Lizancos.