Sentía mucha curiosidad por saber cómo sonaría la Sinfónica de Galicia en un recinto que conozco bien, porque ahí gané mis primeras perrillas en mis tiempos mozos montando escenarios, trabajando de seguridad de artistas como Paul Simon, Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz o tocando la percusión con la banda que amenizaba las corridas de toros. Quedé sorprendido con la acústica de un recinto concebido para conciertos amplificados, eventos deportivos de 10.000 personas, como plaza de toros, o como pista de hielo. Se perciben muchísimas cosas en registros de volumen medio, alto, pero se pierden todos los pequeños detalles que una orquesta sinfónica, y mas como es la de Galicia, trabaja durante toda una semana de ensayos. Y hablamos de articulación (dicción), o de esos finísimos pianissimos (volumen bajo) que empezó construyendo Victor Pablo Pérez en su etapa como director, o características tímbricas de los instrumentos y, por ende, que producen sus avezados dueños instrumentistas. Es tan alto y grande el recinto que gran parte del sonido se pierde entre escenario y público, por no hablar de la visibilidad para mí necesaria como oyente, para observar todos los detalles. Además de escucharse los ruidos de coches o motos del exterior. Dicho esto, creo que nuestra OSG merece mucho más, aunque confío en que esta etapa sea solo temporal.

Es la doméstica de Strauss una obra inusual, y sobre todo en estos tiempos que corren, no solo por su extensión sin interrupción, 44 minutos, si no por la cantidad de músicos que se necesitan, 103 en este caso, casi 60 músicos más que en el programa de la semana pasada, y que nos dejan el mensaje que que la música es segura, que los músicos de viento con medidas normales no se diferencian de cualquier trabajador. A ver si nuestras autoridades toman nota y dan el paso no solo de abrir los recintos culturales a un 70-80%, si no que nuestros alumnos y profesores de viento y canto vuelvan a la presencialidad en las aulas de nuestros conservatorios.

Strauss dedicó su sinfonía doméstica a “mi querida esposa y nuestro niño”, y en ella describe con música un día familiar. En una audición uno debe de ser imaginativo, y en este caso concreto todavía aún mas. En este punto, creo interesante señalar que de alguna manera sería interesante una labor divulgativa previa a cada concierto, y como si de una película se tratara que alguien nos “diera una imagen” de lo que vamos a escuchar, porque créanme si supieran que en el tercer movimiento Strauss describe una escena ardiente, vamos sexual, entre marido y mujer con orgasmos incluidos de ambos, lo más probable es que habría varios llenos por la curiosidad al menos. Anécdotas aparte, un gran concierto de menos a más, con comienzo dubitativo quizás debido al gran número de refuerzos de nuestra orquesta y el poco ambiente de público debido a las restricciones y también a las distancias de este lugar, con grandísimas intervenciones a solo de Mirás al chelo, y de un Spadano que no deja de asombrarme desde que lo vi por primera vez en esa silla de concertino —primer violín— en el Auditorio de Galicia en el año 1994, y que sabe como nadie idealizar los sueños de Strauss con su violín, de los que ya dejó muestras en sus interpretaciones de Vida de Héroe. Espectacular final de los trompas, con un Albrech a la batuta que en el supuesto cuadro de Strauss discutiendo con su mujer y posterior reconciliación se movía con brío en su podio en una escena casi teatralizada de la misma.