“Seguimos teniendo músculo para soportar lo que venga”, dice la concejala de Benestar Social, Yoya Neira, cuando se cumple un año de la puesta en marcha de las medidas para contener el avance de la pandemia de coronavirus, con el cese de actividad de las empresas que no prestaban servicios esenciales y con la prohibición de salir a la calle.

En las primeras fases del estado de alarma, se abrieron las costuras de la ciudad, se hicieron presentes realidades que no eran visibles, como la dependencia de la economía sumergida, o los problemas de las familias para conciliar cuando tienen que seguir trabajando pero sus pequeños no tienen colegio al que ir.

Y llegaron los Erte y las reducciones de jornada, el teletrabajo y la falta de ingresos, se acabaron las citas presenciales y las pantallas y tener una conexión a internet se hizo prioritaria, más que comer, en algunos casos, porque era la única manera de mantener el contacto con un mundo que seguía funcionando y perdiendo, perdiendo muchas vidas, sobre todo en residencias de ancianos, en las que el virus entraba con una virulencia salvaje.

La ciudad, evidentemente, no es la misma, “nosotros tampoco”, sentencia el escritor Manuel Rivas, y, como los animales de los documentales de La2, el que más el que menos, tuvo que aprender a convivir con la pandemia y con la situación que le había tocado y, en eso seguimos.

Terraza de hostelería instalada en plazas de aparcamiento con permiso municipal

-Área social. Neira apunta a que la pandemia ha abocado a muchas familias a pedir ayuda por primera vez en Servicios Sociales. “No son usuarios que necesiten un trabajador social de referencia ni una intervención continuada sino que necesitan contener la situación, por ejemplo, para pagar el alquiler, porque sus ingresos se han visto muy afectados por los Erte o porque no tienen empleo”, relata la concejala, que indica que, actualmente, hay siete puntos de atención inmediata, en los que se atiende una media de 84 casos al día, todos ellos con cita previa. Por este servicio entran, por ejemplo, familias con hijos que no pueden pagar el alquiler o los recibos de la casa y precisan esa ayuda puntual para no agravar su situación.

Dice Neira que, antes de que llegase la primera ola, empezaron a pensar en cómo podrían hacer para ayudar a sus usuarios en caso de que lo que estaba ocurriendo en Italia se replicase en España y afectase a A Coruña. Entonces, empezaron a pensar en los mayores y en las personas sin hogar, en las familias en exclusión social que ya atendían. Y llegó el albergue de Riazor para las personas que, en aquel momento, no tenían casa. Finalmente, el albergue se cerró, pero se mantuvo el contacto con los usuarios y, en algunos casos, según comenta, han podido reincorporarse al mercado laboral. Tras el confinamiento, llegaron nuevas restricciones en la movilidad y fue entonces cuando el Concello —en estrecha colaboración con las entidades sociales que trabajan en la ciudad— puso a disposición de las personas sin hogar un hostal en el que poder “pasar la noche y el día”.

El confinamiento puso también de manifiesto la realidad de muchas familias con problemas para conciliar, como madres solas con trabajos esenciales y que no tenían con quién dejar a sus pequeños cuando se suspendieron las clases. “En el momento en el que llega la pandemia, teníamos canguros a domicilio y también en los centros cívicos, con el confinamiento tuvimos que cerrar los centros, así que, incrementamos las hora a domicilio y ahora tenemos un servicio de canguros covid, que funciona cuando un niño tiene que estar confinado porque es contacto estrecho de un positivo, pero él no ha dado positivo, y su familia no se puede quedar con él porque tiene que ir a trabajar”, explica Neira.

Y es que, casi cada nuevo caso al que han de dar respuesta desde Benestar Social requiere una nueva solución, por ejemplo, evitar institucionalizar a los menores en caso de que ellos no sean positivos pero sí sus padres y deban estar confinados o, incluso, ingresados en el hospital.

La pandemia se está haciendo larga para todos, pero más todavía para los que están pendientes de que lleguen las ayudas que alivien su situación. “El Ayuntamiento tiene músculo para responder a situaciones de necesidad, por supuesto Servicios Sociales va a mantener todos aquellos recursos que sean necesarios en esta situación y generando recursos nuevos cuando sean necesarios. Trataremos de adelantarnos a las demandas nuevas, ya que están entrando nuevos perfiles con nuevas necesidades”, sentencia Neira.

Corredor en el carril habilitado sobre las vías del tranvía

-Área deportiva. El presidente del Club Atletismo Coruña Comarca. José Carlos Tuñas, admite que, desde marzo del año pasado, la situación del deporte ha sido “dificilísima” y ha hecho caer algunos de los “naipes” del castillo que habían levantado con mucho esfuerzo durante años y años. “Ahora que empezábamos a retomar la actividad y a tener frutos, se han frenado muchas progresiones, nos vimos limitados por el tiempo y por el espacio”, relata Tuñas que, si algo cree que hemos aprendido en este año de pandemia es “a valorar lo que teníamos y lo que tenemos”. Y se refiere, sobre todo, a la libertad de movimientos, a tener un lugar en el que entrenar y compartir y, sobre todo, a poder ocupar los espacios de la ciudad, como la playa o las calles para pasear.

“No podemos hacer los entrenamientos como quisiéramos., no hay competiciones y hay parones, nos afecta muchísimo, aunque tenemos que ser muy cautelosos”, explica. “En el confinamiento, vimos que mucha gente se puso a hacer deporte en casa y se dio cuenta de la importancia de la actividad física”, recuerda. Y confía en que esos hábitos se queden para siempre. “El martes de Carnaval, en la playa de Oza había muchísima gente disfrutando de la vida al aire libre, paseando, haciendo deporte, porque con los bares y el comercio cerrado, la gente buscaba opciones de ocio”, comenta. Asegura que, en cuanto se pudo salir a la calle tras las semanas más severas del confinamiento, se hizo patente la necesidad de ganar espacio para pasear y convivir al aire libre,. Se pudo ver no solo en los Cantones y en el paseo sino también en la recién peatonalizada Alcalde Marchesi.

Semáforo para regular el acceso en las playas

-Área cultural. La escritora y divulgadora cultural Yolanda Castaño tiene claro que la pandemia llegó en un momento de “efervescencia” de la vida cultural en la ciudad, sobre todo, en el ámbito literario. Hace hincapié en todo lo que se perdió con este frenazo en seco de la actividad cultural, un trabajo casi de hormiguita, de muchos años intentando crear una “cultura de base”, de “educación” de la ciudadanía para despertar en los vecinos y las vecinas “el amor” por la cultura. Con todo lo perdido, Castaño apunta a que A Coruña no fue de las peores ciudades de Galicia para el sector, porque se desarrollaron iniciativas para poder recuperar, en cuanto las restricciones sanitarias lo permitieron, un poco de actividad, con conciertos en la calle, incluso en recintos, con ayudas artísticas y con el apoyo de la ciudadanía, que respondió a esta llamada. “Queda militancia cultural, amor y pasión por la cultura”, explica.

Para el también escritor Manuel Rivas, no es que la ciudad esté “triste” sino que lo está toda la población al sentirse “aislada” y recluida en su casa, muchas veces, sin más contacto con el exterior, que el que proporcionan las pantallas. Tiene claro que la ciudad resurgirá, como tantas otras veces, pero que llevará tiempo, porque, a veces, “el ánimo” no acompaña. “Perdí contacto con la ciudad”, resume Rivas, y sabe que su situación es la de casi todos sus vecinos. Castaño teme también por cómo quedará el sector cultural cuando todo esto pase. Se pregunta “quién saldrá con vida” y quiénes se quedarán por el camino y piensa, sobre todo, en todos aquellos que estaban empezando a encontrar su sitio, en los más vulnerables, porque quizá la pandemia sirva de excusa para que los fuertes salgan más fuertes y los más débiles se cuestionen su futuro y no apuesten por esta vía de la cultura que fomenta el espíritu crítico. Considera también que existe el peligro de que se extienda la idea, en administraciones pública y privadas, de que la cultura no es esencial, que es simplemente, “un capricho”, a pesar de que fue la tabla a la que muchos se subieron durante el confinamiento para que sus días estuviesen llenos de una realidad que iba más allá de las cuatro paredes de su casa, que les hacía imaginar mundos imposibles y relaciones que a ellos se les negaban.

Celebración del inicio de la primera desescalada.

-Área empresarial. Enrique Sáez es presidente de Torres y Sáez y también de la Fundación Juana de Vega, destaca que, si bien la pandemia afectó a todos los sectores empresariales, no lo hizo a todos por igual ni a todos para mal, ya que hubo sectores al alza durante estos meses, sobre todo los que dan soporte informático para videoconferencias y a los que surten al mercado de material esencial y sanitario.

Los más afectados, apunta, son todos aquellos que dependen del turismo, como aerolíneas, hoteles y restaurantes, que cree que tendrán una afección “permanente” y que quizá tarden mucho o no vuelvan a recuperar las cifras de antaño. “En A Coruña, el Camino de Santiago no es tan importante como en otros sitios, pero sí que también se notará que vendrán menos visitantes en el Jacobeo”, indica. El teletrabajo y las reuniones virtuales, una opción que muchas empresas y administraciones no se habían planteado hasta el inicio de la pandemia, considera que han venido para quedarse, sobre todo, para evitar —y, también para ahorrar— muchos viajes de trabajo, que no solo tenían coste por el desplazamiento sino también en tiempo.

Si hay una palabra que defina el futuro de las empresas, Sáez tiene claro que es “incertidumbre” y, tras ella, “adaptación”, que cree que es la única clave para poder resistir. “En la naturaleza no sobrevive el más grande ni el más fuerte sino el que mejor se adapta a la situación”, relata y, para ello, considera que lo más importante es “seleccionar bien los objetivos” y, además, invertir en infraestructuras.

Cree que sería un buen momento para que la ciudad haga “apuestas de verdad”, como mejorar la movilidad ferroviaria, y eso incluye no solo el tren a punta Langosteira, que también, sino que las vías de mercancías que entran en la ciudad puedan servir también para transporte de pasajeros, y tratar de evitar que la ciudad pierda población, ya que, tras el confinamiento, muchas familias empezaron a pensar en la posibilidad de mudarse.

Colas para entrar en un comercio

-Área urbanística. El director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSAC), Fernando Agrasar, cree que, este año de pandemia ha tenido un efecto negativo y otro positivo en la ciudad. “Los datos del mercado inmobiliario revelan que gente que no había pensado nunca en vivir en una casa unifamiliar con jardín, ahora, tras el confinamiento, lo está haciendo, y considera el aislamiento, la independencia, no estar próximo a otros vecinos como algo positivo”, explica. Eso, sin duda, explica que es “negativo para la ciudad” porque implica que su núcleo perderá población y que habrá una “reactivación de los crecimientos suburbanos”, con los desplazamientos que eso supondría.

Por ahora, según explica Agrasar, es pronto para saber si se materializará ese éxodo hacia las afueras en busca de un lugar en el que no impere el cemento. Esta circunstancia, según Agrasar, debería abocar a la ciudad a la reflexión de qué es lo que hace atractivo vivir en el centro de la ciudad si los bares y los comercios están cerrados y la actividad cultural está paralizada. Y la respuesta la encuentra al momento: “nada”. Es por ello por lo que reivindica la importancia de tener más y mejores espacios públicos y de relación y reivindica los corredores verdes que el arquitecto Joan Busquets había propuesto para la ciudad.

“Tenemos que dejar que la naturaleza permee la ciudad, que la ciudad no sea lo opuesto a la naturaleza”, dice, y se pregunta cuán diferente hubiese sido el confinamiento si se hubiese podido salir a pasear por los muelles interiores, no solo por el terreno ganado de ciudad, sino por la importancia del mar, por su atractivo y “la sensación de amplitud”. “Con los cierres perimetrales descubrimos que nos falta espacio para pasear, para correr, que nos falta naturaleza y lugares en los que estar confortables. A Coruña, que es una ciudad muy densa, necesita más verde, antes no nos dábamos cuenta porque los fines de semana nos íbamos en el coche o en avión a cualquier lado y no lo veíamos”, concluye. “

Gel hidroalcohólico en la Casa del Mar

-Área universitaria. La catedrática de la Universidade da Coruña e investigadora en Inteligencia Artificial Amparo Alonso explica que la pandemia y el formato semipresencial de clases a los que se han visto obligados profesores y alumnos ha cambiado la experiencia universitaria. “Si esto nos hubiese pasado hace diez años no habríamos podido adaptarnos de la noche a la mañana a escenarios de teletrabajo y eso tiene su parte positiva, de que hay muchas cosas para la que no es necesaria la presencia, pero en la Universidad nos ha enseñado también la importancia de la presencialidad, que necesitamos relacionarnos con los alumnos y que los estudiantes se relacionen entre ellos”, comenta la profesora, para facilitar que mantengan la atención en clase y, también, que tengan un buen “desarrollo psicosocial”.

Este curso, como Alonso da una parte teórica, no ha podido conocer a sus 370 alumnos y se le hace “complicado” saber de sus necesidades cuando no se han visto nunca. Apunta a que sería necesaria una mejor red de internet, mucho más rápida y que llegase también al rural para que, en caso de necesidad los alumnos pudiesen seguir con sus estudios en este formato de semipresencialidad. “Quizá esta pandemia no sea la última, lamentablemente”, prevé Alonso, así que, considera que es necesario invertir en la mejora de la red y, también en más y mejores equipamientos, tanto para el profesorado como para los alumnos. Si bien la plataforma de la UDC “soportó bastante bien el uso intensivo”, no fue así en otros casos y apunta también a la importancia del “refuerzo de personal” en la Universidad “para poder ofrecer un trato más individualizado a los alumnos. No es solo que no los veamos, es que tienen dificultades para plantear preguntas, las clases se graban y si mis 370 alumnos me piden tutorías fuera de clase, es imposible atenderlos a todos”, explica Alonso,.

- Área pesquera. El presidente de la lonja de A Coruña, Juan Carlos Corrás, tiene una doble lectura sobre la pandemia. Por una parte, el Estado consideró al sector pesquero como esencial para que la población pudiese comer pescado durante el confinamiento y, también, durante la desescalada. No son, sin embargo, los marineros ni el personal que trabaja en este sector —como los comercializadores que, a diario, acuden a la lonja— prioritarios en la vacunación.

Corrás indica que, tras la primera ola, se multiplicaron los contagios entre las tripulaciones y que eso ha dificultado que puedan salir a faenar, ya que a veces los armadores tienen problemas para completar marineros que los sustituyan. “Perdimos mucho mercado de turismo y de hostelería”, comenta Corrás, porque, a pesar de que tenían permiso para faenar, el mercado no necesitaba cierta mercancía. “El producto de supermercado, el de la plaza y de pescadería siguió teniendo la misma salida, quizá se incrementó un poco la demanda pero el producto de restaurante, que suele ser el más caro, bajó de precio porque la hostelería estaba cerrada”, resume Corrás, que cree que el mercado tardará en normalizarse.