Roque nació el 3 de enero de 2021. Sus padres, Lucía y Carlos, lo concibieron en marzo y en abril se enteraron de que Bosco y Teo tendrían un hermano. A algunos amigos les anunciaron la noticia preguntándoles si tenían patines de sobra de la talla más pequeña para poder prestar a su tercer hijo, no fuera a ser que a Roque también le atrajese el hockey, como a sus hermanos mayores, de 9 y 7 años. Los padres, en aquel momento, conjugaban alegría y preocupación. Trabajan ambos en el ámbito sanitario y conocían de primera mano y en tiempo real los riesgos que podría suponer traer a una criatura a un mundo contagiado de COVID.

“La alegría fue enorme, claro, pero al mismo tiempo estábamos intranquilos. Yo soy anestesista y mi marido trabaja en el 061. Veíamos cómo estaba todo cada día, con los hospitales saturados y el miedo continuo en la población. Asustaba ver que a las madres las separaban de sus bebés para evitar riesgos y extremar las precauciones”, recuerda Lucía Vizcaíno, que admite que se pasó los primeros meses del estado de alarma leyendo informaciones médicas y textos científicos para que las impredecibles consecuencias del coronavirus no la cogieran desprevenida.

Ella y su marido no se han contagiado en ningún momento y Bosco y Teo tampoco, aunque en este largo año tan distinto han tenido que estar aislados algún periodo por varios casos en el colegio y otro caso en el equipo de hockey. Los niños son ahora muy cautelosos, sobre todo con su hermano recién nacido, y se lavan las manos siempre antes de tocar a Roque, de hacerle mimos. “Vamos por la calle y si la capota del coche del niño va algo descubierta ellos la mueven y lo tapan más. Incluso se preguntan por qué el bebé no puede llevar también mascarilla”, cuenta la madre.

Llevar cubierta la cara, algo tan inesperadamente cotidiano en los últimos doce meses, explica además una anomalía que la familia Hidalgo Vizcaíno ha advertido en las primeras semanas de vida de Roque: la falta de sonrisa en su hijo más pequeño, o lo poco propenso a reírse. “Le preguntamos al pediatra y nos dijo que en los nacidos este último año es común que a los padres les sorprenda que su bebé se ríe poco. Es porque el niño ve a gente que no es de casa con una máscara que le cubre el rostro, que oculta gestos y limita estímulos que transmite al bebé. Nosotros nos la quitamos si no estamos en la calle y nos ve, pero no pasa lo mismo con otras personas. Y es algo que nos da pena y tristeza, porque en nuestro caso el abuelo no conoce aún a Roque”, explica Lucía con su hijo en brazos, observando el mundo extraño en que ha nacido.