Ya se ha convertido en una estampa habitual ver riders de comida rápida delante de los restaurantes o por las carreteras. Hay uno que aprovecha los trayectos para bailar, porque se puede trabajar y disfrutar a la vez. Uno fue avistado así en las proximidades de la plaza de Ourense, y no pasó desapercibido. Su moto se movía, y no solo en los semáforos, por los rítmicos botes del piloto. Con alma de artista, incluso mandó besos a los conductores que lo miraban.