A un lado una marca de ginebra, al otro una de sus competidoras. Todo coruñés que se haya acercado a pasear a la Marina en las últimas semanas se ha topado con dos lonas publicitarias de grandes dimensiones, destinadas a cubrir andamios de inmuebles protegidos, y que acaparan protagonismo en la considerada postal de la ciudad. No son dos intervenciones ni mucho menos inéditas, pero han cobrado vigencia en los últimos tiempos y se han convertido en una fuente extra de ingresos para las comunidades de propietarios de A Coruña que afrontan obras en sus fachadas.

“Las marcas siempre buscan edificios de mucho tránsito o emblemáticos”, apunta Carmela Lavandeira, vicepresidenta del Colegio Oficial de Administradores de Fincas de Galicia. La gestora lleva años tramitando este tipo de actuaciones y explica el modus operandi que emplean en el gremio. “Lo contratamos con una empresa de publicidad y ellos ya se encargan de todo. De buscar al anunciante, de los permisos, de instalarlas... Lo único que hay que tener claro es si queremos no o una lona de publicidad antes de montar el andamio porque sí que es cierto que requiere una instalación especial, reforzada”, cuenta Lavandeira de unos espacios que pueden generar entre 1.000 y 3.500 o 4.000 euros al mes en A Coruña dependiendo del emplazamiento, del momento del año en el que luzcan para los transeúntes y, sobre todo, del ámbito de la marca, ya sea local o nacional.

Generan entre 1.000 y 4.000 euros al mes, según el lugar, el momento o la marca

“Ofrecemos el pack completo. Ellos contactan con nosotros, firmamos y les comercializamos el espacio y le sacamos rentabilidad”, reafirma Juan Pablo Otero, responsable de Mástil Noroeste Publicidad, empresa coruñesa con 20 años en la “producción de lonas y vinilos” y que en los últimos tiempos ha notado “un poco de intrusismo” en el sector. “¿Sufragar toda la obra con la lona? Pues depende de la zona, el tiempo que esté expuesta y de lo que tengas que arreglar en el edificio, pero sí que puede suponer una buena ayuda para los propietarios”, relata el representante de la firma.

La única zona vedada para este tipo de acciones temporales, rentables para la comunidades pero con cierto impacto visual, es la plaza de María Pita, según cuentan desde Mástil. Además de la Marina, los enclaves más demandados son los cercanos a la plaza de Lugo, a Linares Rivas e incluso a la plaza de Vigo. También los edificios altos del centro y zonas de salida de la península como Alfonso Molina. En definitiva, los grandes puntos de concentración y de tránsito de personas y vehículos, sobre todo, de los barrios de Pescadería y el Ensanche.

Acción publicitaria en Juana de Vega. | // VÍCTOR ECHAVE

El Ayuntamiento autoriza la colocación de estos macro carteles publicitarios y cobra una tarifa mensual de 5,65 euros por metro cuadrado los primeros seis meses, que sube a 6,49 a partir del medio año y que luego va articulando mecanismos para aumentar la penalización. En este montante se incluye el pago por el andamio y por la ocupación de vía pública. Una lona de grandes dimensiones, como una de las dos que están instaladas ahora mismo en la Marina, mide 19 por 13 metros.

De entrada, según explican desde Mástil, no es necesario pedir permiso a Patrimonio de la Xunta para este tipo de acciones publicitarias, aunque se trate de zonas emblemáticas o edificios protegidos, porque son instalaciones provisionales. No ocurre lo mismo cuando afecta a una valla que cubre un inmueble en mal estado o en ruinas que puede tener una estancia más prolongada en el tiempo.

Las empresas especializadas ofrecen un servicio integral a los vecinos

“Va por temporadas, como todo, son modas. Hace unos años funcionaban muy bien y ahora se vuelven a recuperar”, cuenta la gestora de comunidades Carmela Lavandeira de un mercado fluctuante que vive últimamente uno de sus picos. “Hace unos años con la explosión de las redes sociales decayó, pero parece que ahora las agencias de publicidad las vuelven a recuperar. Se han dado cuenta de que es una buena manera de llegar a sus clientes”, asegura.

Este mercado y esta fuente de ingresos extra que han encontrado las comunidades de propietarios no se libran tampoco de los efectos del COVID. Positivos, por un lado, porque ha empujado a hacer la vida social al aire libre y les da mayor exposición pero también negativos al inicio de la crisis sanitaria. “Durante el confinamiento se me cayó alguna publicidad de este tipo. Entonces no había nadie por la calle, que es lo que les interesa, claro. Miran todo: dónde están, los meses del año, si hay o no locales en la parte inferior...”, asegura Lavandeira, que a veces tiene que lidiar con los intereses contrapuestos de los propietarios del inmueble, ya que algunos desean prolongar la acción publicitaria algún mes para llenar la hucha y otros apuestan por recuperar cuanto antes la luz natural para sus domicilios o la actividad comercial en el bajo. “Tenemos que conjugar todo”, cuenta.