Visitación y Manuel hacen la compra, como cada día, en el cruce de Santo Tomás con la calle Faro. El enclave se ha convertido en toda una zona comercial que conjuga las facilidades de una gran superficie con las virtudes de comercio local: en solo tres calles, si se añade a la ecuación a Vereda del Polvorín, los vecinos encuentran sus necesidades cubiertas con la pescadería, la frutería, la carnicería y la panadería a pocos metros.

Daniel y Javier, en la carnicería Lago y Mera. | // ECHAVE Marta Otero Mayán

En las puertas de los negocios, vecinos de toda edad e índole conversan mientras hacen cola, discuten, distraídos, sobre temas cotidianos y emprenden, por inercia, un recorrido de comercio en comercio. El cruce se ha convertido, sobre todo en los últimos tiempos, en los que la ciudadanía ha aprendido, a la fuerza, a apreciar la proximidad, en una suerte de mercado al aire libre en el corazón del barrio.

Pablo Blanco en la pescadería Faro. | // VÍCTOR ECHAVE Marta Otero Mayán

Lo saben Javier y Daniel Lago, padre e hijo al frente de la carnicería Lago y Mera, que, tras más de veinte años asentada en la esquina, ha tenido tiempo de observar oleadas de bonanza, pero también horas bajas. Su clientela, en todos estos años, lejos de extinguirse, se ha renovado. “Ha venido mucha gente joven a vivir al barrio, que compran en comercio local”, aseguran, en contra del estereotipo que vincula a los jóvenes a lo inmediato y fugaz. Una preferencia que el encierro ha potenciado. “La gente agradeció la confianza en el barrio después del confinamiento”, aprecia.

Arbolita, propietaria de la panadería Vereda. | //V. ECHAVE Marta Otero Mayán

Así lo percibieron, también, Arbolita Espiño y Juan Huertas desde el mostrador de la panadería Vereda, que está por cumplir el cuarto de siglo, con lo que son testigos acreditados del crecimiento del barrio en los últimos años. “Cuando vinimos para aquí, las casas eran de uno o dos pisos. Ahora todo ha crecido mucho, hay más gente. Todo cambia, pero se sigue moviendo. La gente mayor tiene sus costumbres, pero la gente joven también hace la compra por la zona”, asegura Arbolita.

Vecinos hacen la compra en la zona. | // VÍCTOR ECHAVE Marta Otero Mayán

Daniel Antonio Goncálvez e Iris Isabel Félix pueden confirmarlo tras dos años y medio al frente de Frutas y Verduras El Abasto, donde no hay un momento de tranquilidad en toda la mañana. El entrar y salir constante de clientes, que aguardan pacientemente a las puertas a que las limitaciones de aforo permitan su turno, dan testimonio de que, por una razón o por otra, los vecinos de Monte Alto prefieren lo próximo.

“La gente apoyó a las tiendas del barrio después del confinamiento. Prefieren venir aquí y no a una empresa por un sentido de comunidad, para que sigan funcionando, pero también porque el producto es siempre fresco”, asegura el dueño del negocio. El comercio de proximidad es un valor al alza en el ultimo año y, posiblemente, una de las pocas consecuencias benevolentes de la pandemia, pero de nada sirve si el producto que se ofrece no cumple las expectativas. Así lo ve Pablo Blanco, quien se esfuerza, desde hace quince años, en garantizar que lo que sale de la pescadería Faro lo haga con todas las garantías. También por ofrecer un servicio personalizado que marque la diferencia. “Trabajamos con grupos de WhatsApp, donde mandamos a los clientes vídeos y fotos de la mercancía, para que sepan lo que hay. Ofreces proximidad, horarios”, explica. La frescura del género es el otro valor añadido. “Aquí se compra y se vende al día. En las grandes superficies sigues comprando aunque no vendas, acumulas producto. Aquí quizás llegas un día y no tienes algo, pero al día siguiente sí”, asegura.