Daniel Abreu (Santa Cruz de Tenerife, 1976) diseña e interpreta espectáculos de danza, por lo que ha ganado otros galardones, ganó el Premio Nacional de 2014. Este viernes, a las 20.00 horas, presenta en el Teatro Colón Perro, un trabajo en solitario en la que presenta las luchas internas y externas de un personaje a través de la expresión corporal. El espectáculo es parte del festival Corufest.

La obra es un trabajo original suyo. ¿Cómo surgió?

Hay un mito de que la creación parte de una idea preconcebida que uno transcribe. Yo lo hago al revés. En el estudio se va revelando una historia que contar. Pasaba muchas horas allí, jugando, y me daba cuenta de que toda la gestualidad que salía tenía que ver con la capacidad que tienen las personas con mostrar muchas caras a lo largo del día. El trabajo habla de las apariencias, y el recorrido es una especie de lucha externa para acabar con una lucha interna. Supongo que tiene mucho que ver con la identidad, y el título viene por la domesticación.

¿Cómo es el proceso de creación, lo hace con ayuda?

Trato de generar el material en solitario. Cuando ya lo tengo, o algo que se pueda aproximar a la obra, invito a veces, a un compañero para que lo observe, y así lo hice en este caso. Hacía una especie de trabajo de Gran Hermano, en el que ejecutaba o podía percibir la obra a través de sus ojos. No solo de su feedback, también cómo yo me sentía cuando él observaba aquello. Eso es muy rico para el proceso: da lugar a que abras el significado de lo que estás haciendo, a muchas interpretaciones y a la coherencia de lo que se cuenta.

Habla de la imagen que damos a los demás y la que nos damos a nosotros mismos,. ¿Trata de llegar a lo que realmente somos?

Más que entrar en una discusión filosófica, porque la obra no daría para tanto, abre esas puertas. El primer enfrentamiento que tiene el intérprete es con el espectador. Hay un trabajo de gestualidad muy fuerte, el personaje hace mil caras. Esa presentación, esa búsqueda de quién es, se va yendo hacia dentro hasta que se encuentra con la pelea. No es quién es, sino quien actúa, todo está basado en la acción. No hay una definición, porque todo el rato estamos cambiando, todo el rato somos otro.

Creó la obra en 2006. ¿Cómo ha ido cambiando?

La coreografía es la misma. En mis trabajos hay cierta libertad a la hora de la interpretación, y he ido creciendo con ella, pero trato de ser fiel a la obra cuando se creó, porque sigue funcionando así. Cuando la obra generan las mismas respuestas a lo largo de los años, creo que lo mejor es respetar la obra. Mi función es seguir respetando y mantener lo que surgió en el origen. Yo estoy más maduro, el control de la ejecución es otro, pero el espectador va a ver lo mismo.

¿Qué reacciones suscita?

Es una obra que cautiva, que transporta al espectador a un lugar que no se esperaba. También hay mucho de humor. Llevo no sé cuántas representaciones, pero son muchísimas, y los espectadores reaccionan con el mismo tipo de chiste, reaccionan con el mismo silencio atronador en ciertas partes.

En la obra se desnuda.

Nos tendríamos que quitar los prejuicios acerca del desnudo escénico. Parece que cuando está esa acción la gente va a una cuestión pecaminosa, o pornográfica, exhibicionista... De hecho es una escena que está bastante asociada al cambio y al humor, y al clímax de la obra. No es que me sienta cómodo desnudo, el espectáculo está muy cuidado para que no me sienta tan vulnerable. Aunque el intérprete juegue con eso, no es una provocación, sino que era necesario provocar este cambio de imagen. Seguir resaltando el desnudo como algo provocador o diferente, y no preguntar por el vestuario sino por cuando no está, me resulta un poco duro. La obra no va de eso; es mucho más que el desnudo.

Usted es licenciado en Psicología. ¿De qué manera ha influido esto en su trabajo?

De una manera muy directa. He tenido la suerte de abordar la psicología académica y la terapéutica, tanto en lo profesional como en lo teórico, e indudablemente eso afecta a la manera en la que cuento las cosas. Cuando expongo los trabajos en escena, no tanto Perro, que fue bastante intuitiva, sino más las obras actuales, trato de que todo ese mundo simbólico permita que el espectador pueda conectar con la obra desde su punto de vista. Desde su propio guión y forma de ver la vida.

¿Por qué se dedica a la danza?

Esa pregunta no se la puedo responder. No sé si hay un impulso, suerte, que me gusta... He intentado otras profesiones, pero la vida me ha puesto aquí. Es una profesión que requiere mucha disciplina. Somos pocos, y tenemos que ir aprendiendo a generar un sistema empresarial. Eso es bastante exigente. También lo es ser bailarín por lo físico, y creador por la inventiva, Ser gestor, al haber pocos, también se hace muy duro.