Las consecuencias del coronavirus a nivel socioeconómico son cada vez más evidentes. La Cocina Económica ha duplicado el número de usuarios de comedor en un año marcado por el COVID-19. A principios de 2020, la entidad contaba con 220 comensales divididos en dos o incluso tres turnos. Ahora, las instalaciones permanecen cerradas, pero los usuarios pueden ir a la puerta a recoger su menú. En algunos momentos de este último año, la cifra ha llegado a las 400 personas. “La gente que vivía al día se quedó descolgada. Muchos tenían ingresos de economía sumergida y tuvieron que unirse a la red asistencial”, explica el trabajador social de la Cocina Económica, Pablo Sánchez, que desvela que se han alcanzado “máximos históricos”.

Sánchez detalla que hay “mucho perfil extranjero con residencia legal” que ha perdido su fuente de ingresos y la Cocina Económica aparece como un salvavidas. “Son personas a las que no les queda otra opción. Antes no formaban parte de esta red asistencial, pero ahora no encuentran actividad económica”, comenta. Además, muchos están a la espera del ingreso mínimo vital.

Al trabajador social de la Cocina Económica le llama la atención que estos nuevos usuarios carecen de soporte familiar. “Es algo de lo que no se habla muy a menudo, pero en el incremento de usuarios de comedor vemos que hay un perfil de persona individual que no tiene apoyo familiar y depende de sí misma”, revela. Y es que en muchos casos, cuando los ingresos fallan, nace “esa red de apoyo informal por parte de la familia que puede salvar a cualquiera”. No todo el mundo tiene este recurso, y ahí es donde actúa la Cocina Económica.

La entidad también cuenta con reparto de comida en distintos puntos de la ciudad, pero en este caso, la cifra de usuarios ha bajado. “Estamos sirviendo a aproximadamente 220 familias, cuando llegamos a tener 400 en algún momento, sobre todo en la crisis de 2008”, informa Pablo Sánchez, que cree tener la explicación a este descenso. “La tarjeta de la Xunta y los vales de alimentos nos restaron mucha gente. Hablo en el sentido positivo”, añade. El trabajador social explica que “eso es lo deseable, que alguien pueda ir al supermercado y comprar sus alimentos”. “Tanto la tarjeta básica como los vales que se repartieron desde el Ayuntamiento y otras entidades han cumplido su función. Sobre todo en familias con hijos”, analiza.

Así, la Cocina Económica sigue “con la misma dinámica que desde mediados de marzo del año pasado”, a la espera “de que vacunen a personal para reabrir servicios y volver a la normalidad”, ya que zonas como el comedor, por ejemplo, siguen vacías. “Nos mantenemos en unos números importantes de atención. El escenario que tenemos a día de hoy no deja de ser complejo”, concluye.

Le preocupa la “criminalización” que se hace sobre estos usuarios y asegura que dentro del sinhogarismo “hay muchos matices que desde fuera no se ven o no se quieren ver”. Ahora, como pensionista, Antonio tiene otra vida, pero todavía recuerda que cuando buscó ayuda se encontró “que se hace mucho parcheo de las situaciones”.

Alerta de que una persona puede acabar en la calle “por cualquier motivo”. “Primero eres un sinhogar y luego un sintecho. Hay gente, incluso, que muere en la calle”, expone Antonio, quien opina que para conocer esta realidad “lo mejor es hablar con los afectados” y conocer de cerca sus casos. “Muchos están al límite”, finaliza.

“Es muy duro estar ahí, sobre todo si es crónico”

Un problema familiar llevó a Antonio —nombre ficticio— al sinhogarismo. Y encontró en la Cocina Económica el camino por el que seguir para recuperarse. “Es muy duro estar ahí, sobre todo si es crónico. Es algo que condiciona tu vida”, confiesa desde el anonimato. Es el ejemplo de que en cualquier momento, y a veces sin previo aviso, una persona puede llamar a la puerta de una entidad social para pedir ayuda. Cuando llegó de Valencia a A Coruña, Antonio acudió a la Cocina Económica. Encontró historias “muy duras”, pero algo le enganchó. Ahora se ha quedado a ayudar. “Si realmente quieres ayudar en este tema, que lo conoces porque te ha afectado, tienes que seguir en contacto. Esa experiencia no la tienen muchas personas”, señala.