Isabel Díaz Mantiñán está jubilada, pero ayer se volvió a poner su uniforme para participar en el acto de celebración del Día de la Policía Local, que se desarrolló en el teatro Colón. El aplauso de sus compañeros cuando subió el escenario a recibir su medalla parecía interminable, a pesar de que había muchas butacas vacías en el teatro por culpa del coronavirus. Aun así, Díaz Mantiñán tuvo su homenaje. Ahora dedicada a cuidar su huerto y pasear con sus perros, todavía recuerda el día a día en el cuerpo. Atrás quedan 40 años de trayectoria. “Toda la vida laboral”, como dice ella.

¿Cómo llegó a la Policía Local? ¿De dónde le viene la vocación?

De familia directa no me viene. Pero cuando salieron las plazas de policía, un tío político, que era sargento de la Policía Local de A Coruña, me avisó. Yo estudiaba Económicas en aquella época. Me presenté y aprobé. Así, sin mucha más historia. Dejé la carrera. Ya había hecho antes Magisterio, pero abandoné Económicas y entré en la policía.

¿Era un mundo que le atraía?

Sí. Desde pequeña siempre me gustó el tema del uniforme y los desfiles. También ahora. Me llamaba la atención. Hay algo que tenía dentro que me impulsó a elegir esta profesión.

¿Le gustó desde el principio?

Era un mundo totalmente desconocido para mí. Pasé de estudiante a trabajar en la Policía Local. Me habitué muy bien y me compenetré muy bien con la gente que me rodeaba. Al principio hice prácticas en la calle, después estuve en la oficina y volví a la calle. Estuve por Galera y Os Mallos. Ascendí a cabo, que ya es un trabajo distinto, en el que patrullas por toda la ciudad. Luego, como sargento, me dediqué más a organizar, y después fui suboficial hasta que me jubilé el año pasado.

¿Qué fue lo que más le enganchó?

Como pasa en la vida, vamos cambiando de intereses y gustos. Me encantan patrullar a pie. Creo que era un poco dura y exigente. Me gustaba lo que hacía. También me gustaba el coche patrulla, con las llamadas, que te puedes encontrar una violencia doméstica, un perro que muerde a una persona, accidentes o coches que están mal aparcados.

Toda una vida. ¿Nunca se aburrió?

No. Es cierto que hay altibajos, no siempre son los mismos compañeros ni el mismo trabajo. Pero yo estuve perfectamente los 40 años. De hecho, me dio un poco de pena jubilarme.

¿Cómo fue?

Pues la jubilación me cogió justo antes de la pandemia. Así que me encerré en casa y no tuve problema. Pero echaba de menos la rutina de estar con los compañeros, el compartir historias que nos ocurren en la calle. Eso se pierde. Porque aunque mantengas contacto con la gente, ya no sabes cada día lo que pasa. Pero lo llevo muy bien.

¿Encontró nuevo hobby para el tiempo libre?

De momento, no. Mi idea, al jubilarme, era estudiar idiomas, pero llegó la pandemia y ya nada. A ver si para el año que viene puedo retomarlo. De todas formas, yo vivo en aldea, en una casa con finca, así que paso mi tiempo con mis perros y en la huerta. Es una vida completamente distinta. En este acto he recuperado un poco aquello que viví.