El doctor William McKenna fue reconocido ayer como visitante ilustre por el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña. Habla en inglés pero salpimienta sus respuestas con palabras en castellano, como abuela o vacuna. Fue el doctor que permitió que el triatleta Javier Gómez Noya pudiese competir a pesar de la condición de su corazón y, aunque no sigue en contacto con él directamente, asegura que sí lo está “indirectamente”.

A Coruña va a ser su casa durante un año, ¿por qué eligió la ciudad y su hospital universitario para continuar con su investigación?

He estado involucrado en la investigación genética y en el estudio de las cardiopatías familiares durante casi cuarenta años. He participado en el descubrimiento, hace ya unos años, del primer gen relacionado con la miocardiopatía hipertrófica. Este ha sido siempre mi interés, pero una de mis decepciones ha sido que el uso de la información genética no ha sido bien tratado por la comunidad cardiológica internacional, centrada más en tratar los infartos de miocardio en gente mayor, que en las muertes súbitas en los jóvenes. Para mí, lo más importante es asegurarme de que los jóvenes no se mueran de forma súbita.

¿Y por qué aquí?

En A Coruña hay gran interés en la investigación genética desde hace más de treinta años: todo comenzó con los ya fallecidos Manuel Penas Lado y Alfonso Castro Beiras, siguió con Lorenzo Monserrat y ahora con Roberto Barriales Villa y la Unidad de Cardiopatías Familiares del Chuac. Se ha creado, bajo el paraguas de la Universidad, el Hospital y los distintos Gobiernos, un gran centro de conocimiento en las cardiopatías familiares con empresas (como Health in Code) que no están centradas en ganar dinero haciendo estudios genéticos. Encontré uno de los mejores, si no el mejor potencial, y vine para apoyarlos y para introducir los estudios genéticos como parte de la rutina de evaluación cardiovascular en las cardiopatías familiares

¿Cómo empezó su pasión por estas cardiopatías?

Me fui de Montreal a Londres a hacer un año de Cardiología para aprender una visión diferente. Empecé a trabajar con un gran profesor, el doctor Goodwin, en el reconocimiento de patologías cardíacas congénitas. Me llevó a su clínica y empecé a ver pacientes y, literalmente, me enamoré de ellos y de las enfermedades familiares. Empecé a trabajar con estas familias y ver qué podía hacer más allá de ser empático y de decirles que haríamos todo lo que pudiésemos, aunque no teníamos tratamientos efectivos. Necesito conocer a las familias y saber sus problemas para poder tratar a los pacientes.

¿Tan importante es conocer el pasado de nuestros familiares?

Ese el mensaje. Reconocer los problemas que existen en la familia y comunicarlos y no fingir que no existen. Si tus padres vivieron hasta los 75 años y otros parientes hasta los 90 es poco probable que tengas un cáncer determinado por la genética o problemas cardiovasculares.

Porque hay ciertos problemas que se heredan, pero otros pueden surgir por otras causas, ¿no?

Muchos doctores piensan que son poco comunes, pero no lo son. Por ejemplo, la miocardiopatía hipertrófica afecta a una persona de cada quinientas, así que, en España hay probablemente 100.000 personas con esta condición y el 10% está en riesgo de tener una muerte súbita. Es muy real, no es una enfermedad muy rara que afecta a una persona de 50.000 o de cada 100.000.

Sabiendo eso, ¿todas las personas, incluso las jóvenes y aparentemente sanas tendrían que hacerse pruebas del corazón?

Ese es el debate. Hay personas que piensan que sí, pero en España o Inglaterra, donde hay buenos profesionales y un buen sistema, tenemos problemas, especialmente ahora con el coronavirus, para atender a las personas que entran por la puerta. Creo que la estrategia es identificar los grupos de alto riesgo.

¿Cómo?

Estudiando a las familias que tengan esta condición para saber cómo es. Así entendemos con exactitud qué pasa. Si hay un problema nosotros podemos encontrar el gen y podemos hacer exámenes a los niños, a los hermanos... y saber quién en la familia lo tiene y quién no y de dónde viene. Puede ser que lo tenga la abuela materna y sus hijas pero que no hayan tenido problemas. Lo sabemos estudiando los genes. Hay familias en las que hay problemas muy grandes. Hubo un futbolista en Inglaterra que falleció súbitamente en 1982, cuando lo vimos tenía una enfermedad. Analizamos a once parientes y la mitad tenía anomalías, su madre tenía el gen y pudimos comunicarles que portaban ese gen, aunque no hubiesen tenido problemas. Después, tuvimos que discutir con el equipo, con la FIFA y tuvimos éxito porque con el test, pudimos saber quién estaba en riesgo y quién no.

¿El deporte de competición es un factor de riesgo?

El deporte da publicidad a estos casos, aunque el número de deportistas que fallecen de este modo es muy bajo. Si me muero de muerte súbita, nadie salvo mi mujer, se entera, pero si lo hace Cristiano o Messi, lo sabrá todo el mundo. Antes de firmar un contrato se hacen pruebas para saber si el corazón está bien.

¿Ha causado impacto la pandemia en sus investigaciones?

El coronavirus ha afectado a todos los sistemas sanitarios del mundo. Probablemente haya afectado más a los pacientes con cáncer porque el tiempo es importante en estos casos, pero no creo que haya afectado a la muerte súbita.

¿Hay indicadores que puedan predecir la muerte súbita?

La mayoría de las veces hay advertencias y una de ellas es si alguien en la familia ha sufrido un episodio similar. Es muy importante la historia familiar y los antecedentes. También es importante el electrocardiograma, porque un resultado anormal puede indicarnos una miocardiopatía.

¿Hay más problemas con el coronavirus para encontrar financiación para la investigación que no tenga que ver con la pandemia?

Desde el inicio de la pandemia la vida ha sido difícil para todos... Todo el mundo se centró en entender el virus, su tratamiento, sus efectos, en desarrollar vacunas... La investigación cardíaca ha sido desplazada. La mitad de las publicaciones de la asociación médica de América (Jama) son sobre coronavirus. Ha dominado nuestras vidas, en investigación, en la atención primaria... Está por todas partes.