Si existiera el verbo grimalizar, su definición sería tocar sin director (y sin batuta). Así es como desde hace años el violinista francés David Grimal ofrece unas espectaculares versiones con su orquesta Les Dissonances en las que él actúa como concertador mientras toca como solista, idea que desarrolla también con la Orquesta Sinfónica de Galicia.

Es muy interesante escuchar siempre estas modernas y frescas interpretaciones de obras representativas para violín. Conviene señalar a los lectores que con la interpretación de los conciertos de Mozart uno puede hacer una radiografía técnico-musical de cualquier artista. De hecho, la interpretación de alguno de sus conciertos para violín y algún fragmento de sus últimas sinfonías son uno de los requisitos que cualquier orquesta del mundo exige a sus violinistas para acceder y ganar una plaza, y es porque escuchando un Mozart puedes apreciar su legato, sonido, vibrato o limpieza tocando, entre otras miles de cosas.

Y así fue el análisis de rayos x a David Grimal. Permítanme la expresión, pero ¡va sobrao! Uno que es buen conocedor de las dificultades de estos conciertos se pregunta cómo logra llegar al agudo sin forzar el sonido, sin que se le escuche cualquier cambio; o cómo puede llegar a la cuerda grave después de hacer filigranas en el agudo cambiando el cañonazo esperado por el sonido mas dulce del mundo.

La interpretación de Grimal es vibrante y trepidante en sus movimientos rápidos y no parece gustarle contrastar con tempos más lentos en los segundos movimientos, cosa que causó bastantes desajustes con la orquesta, que entendía dichos movimientos más tranquilos, desajustes normales ante la ausencia de la batuta del director, aunque un director con su batuta tampoco asegura el éxito.

Desde sus primeros solos pudimos comprobar a un Grimal con ganas; se le veía cómodo y su Strad (Stradivarius) tenía ganas de sonar, con un tempo muy vivo. Moviéndose sobre el escenario nos dejaba claro que su interpretación no iba a ser clásica o aburrida, sino fresca, nada contrastante y muy intuitiva, vamos, según el momento. En la mayoría de las cadencias, mucha improvisación, arriesgado sin duda, pero no para alguien que domina el instrumento como él y en las que mostró un virtuosismo al alcance de muy pocos.