Durante meses, el foco se situó sobre las residencias de mayores. El coronavirus se convirtió en su peor enemigo, lo que provocó un parón en las nuevas altas, pero las vacunas han devuelto la vida, y la confianza, a estos espacios, por lo que la demanda se ha ido incrementando. La lista de espera para ocupar una plaza en una residencia pública de A Coruña es de diez meses. Son datos de la Consellería de Política Social de la Xunta, que informa que 146 personas están esperando por una vacante en la ciudad.

A Coruña tiene 246 plazas públicas de residencias de mayores y 65 concertados, además de las 121 para residencias de discapacidad. Fuentes de Política Social señalan que todas ellas están ocupadas. Así, la lista de espera la forman esos 146 mayores y diez personas con discapacidad.

Pero, ¿qué ocurre cuando no quedan plazas libres? La Xunta asegura que no deriva, pero sí ofrece alternativas a los mayores que buscan plaza. Estos podrían acudir a una residencia ubicada en otra parte de Galicia, lejos de su área sanitaria, si hay vacantes y si así lo considera el solicitante. Expertos en geriatría señalan que la solución pasa por contar con más plazas y abrir nuevos centros, aunque no de grandes dimensiones. En 2018, el Consello de Bioética de Galicia instó al Gobierno gallego a no enviar a los mayores lejos de casa con su informe Ética, vulnerabilidad y ancianidad.

El problema de camas que tiene actualmente A Coruña se refleja en el último boletín de estadísticas sobre residencias elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) dentro de la plataforma Envejecimiento en red. La provincia se sitúa séptima por la cola con 2,5 plazas residenciales pro cada cien mayores de 65 años, solo por delante de Las Palmas, Ceuta, Pontevedra, Murcia, Santa Cruz de Tenerife y Alicante. La mejor provincia de Galicia es Ourense, con un ratio de 5,9 camas.

Unos datos que se sitúan lejos de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), que defiende que las sociedades deben contar con, al menos, cinco plazas de residencia por cada cien mayores de 64 años.

Los solicitantes de plaza tienen también la opción de buscar vacantes en las residencias privadas de la ciudad o la provincia, aunque muchas de estas también cuentan con listas de espera. Además, los precios pueden ir de los 1.200 a los 2.000 euros.

José Manuel Pérez. | // L. O. Ana Carro A. Carro

José Manuel Pérez | Tesorero de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría y director de una residencia de mayores

“La confianza y la profesionalización del sector aumentan la demanda”

¿Cómo ha evolucionado la demanda de residencias de mayores?

La demanda de servicios y residencias, sobre todo en la comunidad autónoma, ha crecido exponencialmente. La confianza y la profesionalización del sector han contribuido a ello. Hasta el punto de que en 2020 no había plazas disponibles. Había más demanda que plazas existentes.

¿Y con la pandemia?

Sufrimos un parón evidente. Como todo. Tengo que reconocer que la pandemia no nos ha cuidado bien. En las residencias se hizo un trabajo tremendo, pero el verano pasado, muchos mayores y familias tenían cierto miedo. Muy fundamentado en esa idea nada realista que se dio de la residencias.

¿Cómo es la situación actualmente?

La demanda de servicios residenciales se ha recuperado. Ha pasado lo más duro de la pandemia y la gente ha visto que puede confiar en los profesionales. Las residencias son buenos centros para los mayores. Sí es cierto que con el parón que tuvimos se ha perdido ocupación de plazas. Hay menos lista de espera que en el 2020. A nivel público, hay bastante. A nivel privado, menos. Pero estamos viendo que la confianza se ha recuperado.

¿Las vacunas ayudaron a demostrar que son espacios seguros?

Sí. Yo creo que la crisis se dividió en dos partes. En la primera se nos atacó completamente. Hubo brotes importantes y, a lo mejor, en muchos casos, no se habrían podido evitar. Son residencias de mayores, hogares donde la gente vive. Las residencias se modificaron en tiempo récord para que sus trabajadores se convirtiesen en profesionales de plantas de infecciosas de un hospital. Las residencias llamaron la atención porque hubo muchos contagios en espacios pequeños. Pero es que es mucha gente y muy frágil. La segunda parte de la crisis, ya con la vacuna, es distinta. Algún otro brote ha habido, pero son casos asintomáticos. Los mayores se pueden enfrentar a ese virus. Es muy distinto.

¿Hubiese cambiado algo en este tiempo?

En marzo del año pasado no se conocía o no se esperaba lo que pasaba. A día de hoy se ha visto que se tomaron medidas buenas y no tanto. Pero en las residencias no hemos tenido ese tiempo de reacción. Nos hemos tenido que convertir automáticamente. Yendo muchas veces en contra de nuestra base de trabajo. Incluso con espacios burbujas y aislando a personas. Eso fue complicadísimo. Y trabajar como una unidad de infecciosos de hospital lo hicimos en menos de seis meses. Hay que valorarlo.

¿Hacia donde camina el modelo de residencia de mayores?

La pandemia no se ha terminado. Nos ha marcado mucho y nos marcará en el futuro. Las residencias ya estaban en el camino para ser espacios de interacción social entre mayores dependientes. Un equipo de profesionales cubre esas dependencias. Inevitablemente están diseñadas con cierta estructura hospitalaria, pero esto no va de sanitanizar. Son lugares en los que viven personas y queremos ensalzar esa parte de vida. Las residencias tienden a ser más pequeñas y orientarse más a las personas, con grupos más pequeños.

¿Qué hay que hacer para eliminar las listas de espera?

Más plazas, aunque no me atrevo a decir en más sitios. Lo ideal es que las residencias sean más pequeñas y flexibles, que acerquen a los mayores a sus localidades. Una ciudad de 100.000 habitantes tendría que tener su número plazas correspondiente, igual que un pueblo de 6.000.

¿Todavía trabajan por eliminar el estigma social de las residencias?

Lo vimos con la pandemia. Desde mi opinión, fue más fácil hablar de brotes en residencias que de otras cosas. Creo que hay que seguir abriendo los centros residenciales, respetando a las persona mayores, entendiendo el envejecimiento como positivo, como conocimiento, como ejemplo. En una sociedad como la que vivimos es muy difícil entenderlo. En cuanto lo respetemos todos, no habrá ningún problema. Sabemos que hay gente que no va a cambiar su manera de pensar. Las residencias tienen profesionales tremendamente formados. Al mismo nivel que los de hospitales. Si queda algo de estigma, hay que eliminarlo, pero creo que vamos por buen camino y en general las familias y los mayores confían en nosotros. Se genera una sociedad muy positiva.