La orquesta infantil de la Sinfónica de Galicia cumple su primera década y lo celebró de manera inédita en el panorama orquestal, ni más ni menos que con un concierto en la primera parte de un programa incluido dentro de la temporada de abono de la Sinfónica de Galicia. Fue la obertura de concierto, abriendo boca para dar el paso a los mayores de Sinfónica junto a su coro, que cerraban la temporada. Si el premio de esos dos conciertos ya parece un gran pastel, la guinda fue ser dirigidos por su titular, Dima Slobodeniouk. Qué lujo que una batuta que ha estado en el podio de grandes orquestas mundiales se ponga al frente en una ocasión tan especial no solo para la orquesta infantil, sino para todos los proyectos educativos de la orquesta, de la propia OSG y de todos los coruñeses y gallegos que vemos cómo este proyecto, que se inició en 1993, empieza a dar sus frutos. Me refiero al comienzo del proyecto educativo de la Sinfónica de Galicia con su Orquesta de Práctica Orquestal y posterior conversión en la actual Orquesta Joven.

Dima Slobodeniouk dirige, el viernes, a la orquesta infantil. | // CARLOS PARDELLAS

Pero ¿cómo se llega hasta aquí?. El director académico de los proyectos educativos de la Sinfónica, Alejandro Sanz Redondo, desde su experiencia como director de la orquesta joven, observa que el nivel orquestal de los alumnos de viento es muy superior a los de cuerda. Todo tiene su lógica. Galicia es una potencia europea en músicos de viento, pero con muy poca tradición en la cuerda. Hablamos de violines, violas, violonchelos y contrabajos. Hubo buenos proyectos educativos a finales de los años 80 del siglo pasado, como la Xove Orquestra de Galicia, del maestro Joam Trillo, magnífico proyecto que desapareció con la creación de la Real Filharmonía de Galicia, o, como antes decía, la Orquesta de Práctica Orquestal de la Sinfónica. Pero quitando la Orquesta de Xove, ese milagro de Xan Carballal, ninguna trabajaba desde la base con los más pequeños y eso aparte de mostrar un gran desequilibrio en la orquesta joven por esas diferencias de nivel entre cuerda y viento. Tampoco auguraban un futuro para las jóvenes promesas formadas en los conservatorios de Galicia para que al menos tuvieran la oportunidad de querer ser profesionales de la música.

Y así, hace diez años, en el Conservatorio de Culleredo empezaron las primeras pruebas para la Orquesta Infantil de la Sinfónica. Fue tal el éxito que tuvieron que componer dos orquestas por edades. Los más pequeñitos trabajarían con Enrique Iglesias Precedo, violinista y primer músico gallego en ganar una plaza en la Sinfónica y que, curiosamente, salió del proyecto educativo de la Xove Orquestra de Galicia; los mayores serían preparados por el violinista Jorge Montes, profesor del Conservatorio Profesional de Música de A Coruña y salido del proyecto educativo de la Orquesta Joven de la Sinfónica.

Este milagro de proyecto no es fortuito, “hay mucho trabajo duro”, como me comentaba Alejandro Sanz, que añadía: “Este trabajo de director académico es un hobby pagado, disfruto muchísimo haciéndolo”. Es justo reconocer que todo buen proyecto siempre es avalado por un jefe o gerente que aporta recursos y apuesta por el futuro como es este caso. Y visto el resultado del concierto del viernes, este éxito salpica también al Ayuntamiento de A Coruña porque es un apellido mas que se asociará a nuestra ciudad, apellidos como música, cultura, educación, jóvenes...

Antes del concierto, escuchando el ensayo general pude ver a nuestros siete chicos del Conservatorio Profesional de Música de Culleredo que forman parte de esa orquesta de 75 instrumentistas de cuerda. Y cómo suena esta orquesta, qué desparpajo estos niños en un auditorio como el Coliseum, que en nada se poblará de abonados y familias con mas nervios que esos chicos. Acabado el ensayo y viéndolos detrás del escenario te preguntas si son de otra pasta, sin nervios, riéndose o bromeando entre ellos, como si este gran momento que van a vivir en sus vidas y ese recuerdo futuro no fuera con ellos. Conocí a unos alumnos que vienen desde Ponferrada, ni más ni menos, tres hermanos. El mayor de ellos, contrabajista que ya está en la Joven Orquesta, me decía: “Quiero dedicarme a la música, al menos lo voy a intentar”. La violinista aún no lo tenía muy claro, y el viola es demasiado pequeño para pensar a doce años vista. Otra violinista me comentaba: “Mola mucho tocar todos juntos aquí”. Otro decía: “Dima va muy rápido”. Los más avispados, de broma y a modo cariñoso, hacían imitaciones de como habla Dima Slobodeniouk. Solo hacía falta imaginarse al doblador de una película haciéndose pasar por espía ruso.

El concierto pasó rápido y fue emocionante ver a los mayores de la Sinfónico aplaudiendo a su futuro.