La poetisa betanceira Raquel Vázquez ha conseguido a sus 30 años varios premios por su obra. El último galardón es el Ojo Crítico de Poesía de Radio Nacional, que recibió ayer en una gala en Madrid por su poemario Aunque los mapas.

¿Qué supone este nuevo premio?

Estoy muy contenta, es muy prestigioso El libro me ha dado muchas alegrías, pues ha sido publicado gracias a otro premio, y está teniendo una buena acogida.

Algunos de los poemas, como Decir el desierto, parecen pesimistas. Por ejemplo, en Fábrica de Vidrios, “somos herida, un cristal hecho carne”.

Me inspiro en la realidad, y esta es difícil. Todos vivimos el dolor, físico o espiritual. Es parte de la vida, y una de las temáticas que trato en mi obra. Esos poemas son de la primera parte del libro, que es la más social, donde no hablo directamente sino con otras voces, de personas desquiciadas por un sistema neoliberal que hace que vivamos a un ritmo frenético, del machismo, de la pobreza... Es una mirada global a problemas de hoy. Luego se vuelve más intimista, tiene cabida el amor, la frustración del deseo no correspondido, y por último hay una mirada más serena, de aceptación, que no resignación, de lucha, de seguir a pesar de las dificultades y el dolor.

En cuanto al machismo, Rutina describe el acoso, el piropo, que los hombres cobren más...

Por una parte son experiencias personales. No lo de cobrar menos, pero sí temores por la calle o comentarios paternalistas y condescendientes. Son situaciones que se acaban aceptando como normales, pero la poesía sirve también para cuestionar lo que es normal y lo que no.

Empezó a recibir premios de poesía bastante joven. ¿Cómo se aproximó a escribir lírica?

Empecé en la adolescencia. Me gustaba leer poesía, mi madre me recitaba poemas y he tenido buenos profesores. Era una forma de indagarme, expresar y conocer. Con 17 años ya tenía bastante poemas escritos, aunque no eran muy buenos. Me surgió el interés de publicarlos, y la fórmula de los premios me parecía de las más rápidas y efectivas.

También tiene una novela y un par de libros de relatos. ¿Cómo se mueve entre los géneros?

Me parecen complementarios. El cuento me gusta mucho porque tiene muchas semejanzas con la poesía. Es muy importante la sugerencia, lo que no se dice, mientras que la novela es más explícita y puedes extenderte. Decía Baroja que la novela es un saco en el que cabe todo, pero en el cuento hay que tener mucho cuidado con las palabras que se emplean, medirlas, utilizar los silencios. Tienen una estructura, como la poesía. El cuento permite otras cosas: una trama, personajes, espacio, tiempo y otros aspectos narrativos. La novela da para profundizar y extenderme más. Me gustan los juegos entre géneros. Cuando escribo novela a veces hay algún espacio para lo lírico, o algún poema es más narrativo.

¿Cómo es su relación con sus lectores y el feedback que le dan?

A veces recibo mensajes por redes sociales como “me ha encantado tu libro” o “tenía las palabras que yo necesitaba pero no sabía encontrar”. Esos comentarios me dan muchísima fuerza. Para mí escribir es una necesidad y lo haría aunque no tuviera ninguna retroalimentación positiva, pero me la da para seguir publicando y compartiendo. El libro salió con la pandemia y esta semana hice la primera presentación. Conocí a un par de lectoras que me comentaron lo importante que había sido para ellas, y que continuara escribiendo. Es de lo más gratificante que puede haber en la escritura.

¿Prefiere que su poesía se lea o que se declame?

Que se lea poesía en estos tiempos es ya un logro. En un mundo en que la imagen lo es todo, y que el formato vídeo satura el entorno, hay que celebrar que haya lectores de poesía. Somos una especie en extinción. Personalmente, los lectores me cuentan que todavía disfrutan más cuando me escuchan a mí leer, y a mí me encanta hacerlo. Cuando lees no llega hasta el mismo punto la profundidad de los sonidos, el ritmo, la cadencia. La poesía leída conectando con el público en directo es una experiencia muy bonita, un momento de conexión y la mejor forma, creo, de llegar a la poesía.

Usted estudió Filología y también Informática.

Hice primero Filología. Era la carrera que sentía que tenía que estudiar, pues entre mis pasiones destacan la lengua y la literatura. Era una necesidad, y la enfoqué desde la perspectiva de la creación. Más tarde pensé que quería aprender informática para aprender ese otro lenguaje, y también por de oportunidades laborales. Hoy conviven en lenguaje que hablamos y el de las máquinas, y necesitaba conocer cómo funciona la tecnología que consumimos y no comprendemos. Empecé Ingeniería Informática con 25 años y ahora compagino la escritura con el trabajo de informática.