Su función es mirar al cielo y filmar todo lo que pasa para que, con esos datos, los científicos puedan extraer conclusiones. Desde el 30 de junio, la Casa de las Ciencias cuenta con una cámara que “vigila” el cielo para detectar cuándo una roca, que puede proceder de cualquier punto del sistema solar, entra en la atmósfera terrestre, produciendo una bola de fuego o un meteoro, dependiendo de lo grande que sea.

Su ubicación en la ciudad será permanente, según explica José María Madiedo, que es astrofísico y el director del proyecto Smart, en el que se encuadra la instalación de esta cámara, que aporta datos para que puedan ser estudiados incluso internacionalmente. En España hay 18 puntos de observación —con 96 dispositivos—, aunque su radio es mucho mayor, incluye Portugal, sur de Francia y norte de África. La cámara detecta todo lo que entra en la atmósfera, así que, es tarea de los científicos dilucidar qué es y de dónde procede.

Puede ser, por ejemplo, basura espacial, restos de naves que se han quedado en el espacio y que pueden llegar a la tierra o trozos de rocas, que se hayan desprendido y que entren en la atmósfera terrestre. “Si estuviese totalmente limpia, sin nubes de ni nada, la cámara tendría una radio de acción de unos 500 kilómetros”, apunta Madiedo, que destaca que este sistema tiene varias aplicaciones. “Cuando una roca entra en la atmósfera terrestre lo hace a unas velocidades enormes, puede llegar a los 260.000 kilómetros por hora. Eso equivale a cruzar cualquier provincia gallega de punta a punta en menos de un segundo. Son velocidades tan grandes que la roca, al rozar con el aire, se vuelva incandescente y eso hace que la roca emita luz, que es lo que nosotros vemos. Si la roca es muy pequeñita, como un grano de arena, lo que vemos nosotros es lo que conocemos como una estrella fugaz, pero si es más grande, el brillo es más grande y es lo que llamamos bola de fuego”, relata Madiedo.

Al llegar a la atmósfera, las rocas se van destruyendo y es por ello por lo que normalmente, no suele llegar nada de este material al suelo. Aunque puede pasar y ha pasado, que una parte de la roca consiga sobrevivir a su paso por la atmósfera y llega a la superficie. Tener una red de cámaras, como la que está en A Coruña lo que permite es poder localizar esos restos para poder estudiarlos.

“Aunque no haya caído un meteorito al suelo, el sistema nos da información de dónde procedía la roca, si procede del sistema solar y analizándolo, podemos saber propiedades del asteroide o del cometa del que se desprendió”, puntualiza Madiedo. A diferencia de otras experiencias científicas, el registro de meteoros es “totalmente aleatorio”, aunque influye el tiempo para poder detectarlos. Entonces, ¿por qué existe la lluvia de estrellas de San Lorenzo,? Madiedo relata que hay épocas del año en las que estos meteoros son más visibles y que hay también días en los que saben que hay más actividad en la atmósfera, como a mediados de agosto o a principios de enero.

Para los científicos, estos fenómenos más conocidos no son tan interesantes, ya que “no hay mucha información que desvelar” sino que se centran en los “esporádicos”, en aquellos de los que todavía no se sabe nada para “conocer más del sistema solar” y también para concienciar a la sociedad del peligro que puede suponer el impacto de un gran objeto contra la Tierra y, para ello, toman datos y elaborar estadísticas que digan cada cuántos años puede haber un impacto y cómo sería ese meteoro.

A pesar de que las películas nos hacen pensar que la destrucción del meteorito en partes más pequeñas podría ser la mejor solución para evitar que impactase contra el planeta, Madiedo tiene claro que no, que hay otras herramientas mejores, aunque esa es la que siempre se le ocurre primero a los asistentes a sus charlas, pero son más complicados de entender que la simple destrucción de la piedra.