Leonor Watling y Alejandro Pelayo se unieron a finales de los años 90 y de ahí salió Marlango, que este domingo toca en María Pita (22.30 horas), dentro del Noroeste. Un concierto diferente y especial, como dice el pianista, por las circunstancias actuales, pero también porque eso permite un acercamiento al público.

¿Cómo está siendo esta gira?

Estamos siendo piano y voz, por las circunstancias que vivimos. Esto nos permite afrontar las canciones como las escribimos, desde la desnudez de arreglo. Son conciertos muy flexibles porque podemos tocar casi cualquier canción que hemos escrito y hacemos muchas versiones. Estamos muy atentos a lo que nos apetece y a lo que nos da la sensación de que le apetece a la gente, si nos piden canciones, las tocamos también. Son conciertos muy abiertos y hay muy pocas cosas decididas.

¿Son más especiales?

Sí. Las circunstancias nos obligan y es verdad que es un concierto más exigente que cuando éramos seis músicos sobre el escenario, porque cuanta más gente hay, más grande es la maquinaria que mueve la canción. Pero a mí me gusta mucho este formato. Estamos muy encima, muy pendientes, y personalmente lo disfruto más que un concierto con mucho arreglo.

Marlango nació con el inicio del siglo, ¿cómo ha ido cambiando en este tiempo?

Han pasado 16 años desde que hicimos el primer concierto y hemos hecho ya más de 3.000. Sí que hemos cambiado. Pero siempre hemos afrontado esto desde un lugar muy lúdico. Para nosotros, salir al escenario es un regalo, un premio, y siempre lo celebramos. Es como una sorpresa inesperada, porque nunca hemos tenido una profesionalidad con respecto al trabajo. El trabajo de músico es así de raro. Tú escribes una canción en tu casa y nunca sabes qué va a pasar con ella. No hay nada que puedas hacer para que llegue a llenar un estadio o para no vayan los que vayan a ir a verte. Es completamente aleatorio.

¿La clave está en no confiarse?

Si hay alguna clave tiene que estar relacionada con la honestidad personal. Cuando te sientas en el piano, tienes que ser sincero contigo mismo. Que lo que escribas y lo que salga no esté provocado por ninguna otra cosa que no sea lo que tú sientes y lo que tú eres. Esa es la única manera de que otras personas que no te conocen se sientan identificados con esa música. A estas alturas del partido somos todos muy mayores como para darnos cuenta de cuando nos están vendiendo la moto, cuando nos están engañando o cuando nos quieren poner un traje que no es el nuestro. No es lo mismo hacer música con 20 años que con 50. Se habla de cosas diferentes, el tiempo va pasando y cada vez hay que ser más honesto. Todo se basa en la honestidad.

La pandemia les obligó a aplazar la celebración de su 15 aniversario, ¿la van a retomar?

Nunca hay que descartar una fiesta. La haremos este año si se puede o el siguiente o esperaremos a los 20 años y la haremos más grande, pero sí que nos gustaría juntar a los amigos y a todos los que han hecho posible este proyecto. Y celebrar que esto que no tenía ninguna expectativa haya conseguido perdurar y hayamos conseguido hacer tantas cosas, hemos tocado en 18 países y sacado ocho discos y vamos a por otro más. Son muchos años, muchos viajes, muchos conciertos y mucha gente, y aunque no sea muy sano mirar hacia atrás, sí que por lo menos una vez hay que celebrarlo.

A pesar del confinamiento y la distancia, crearon un nuevo tema, La Cruda.

Sí, hemos escrito alguna cosa en la distancia por necesidad, porque cada uno en aquellos momentos hacía lo que podía y aparecieron algunas ideas. Decíamos “cuando esto acabe, lo pasamos a limpio”. Seguimos por supervivencia, para que no se nos olvidase que nuestro oficio es escribir canciones. Tenemos más cosas apuntadas que saldrán en un futuro y un disco de piano que yo escribí y guardé y que ahora retomaré cuando pueda.

¿Cómo fue el proceso de componer a distancia?

Estamos acostumbrados a las ausencias porque cuando Leonor tiene un rodaje desaparece y esos tiempos son caldo de cultivo para canciones nuevas. Hacerlo así por Zoom no es lo ideal porque lo ideal es juntarse y que lo que sucede alrededor de un piano lo puedas ver, escuchar y sentir. Las circunstancias nos obligaron a eso y nos adaptamos a ese frío.

El calor llegó con los primeros conciertos con una gran respuesta del público. ¿Se volvió a demostrar que la música es necesaria?

En nuestro caso es fundamental. La gente siempre responde. Los que compartimos una pasión, una forma de entender la vida alrededor de la música, nos conocemos y nos reconocemos. El problema es que estamos mal ubicados, en un país muy hostil para con la cultura. No solo para con la música, también para con el cine, la literatura, la poesía, la danza... Estamos como en la segunda división, pero yo creo que lo inmaterial es tan importante o más que lo material, sin quitarle crédito ni mérito a las personas que hacen cosas físicas. Es tan importante cuidar el alma como cuidar el cuerpo, y se demostró en esos meses en los que lo que nos salvó fue la poesía, la música, la literatura, el cine… Ojalá cada vez más gente nos ayude a entender que la cultura no es ocio, es lo que sentimos y lo que sentimos es lo que somos.

También tiene su carrera en solitario como pianista. Acaba de publicar Dímelo al oído, ¿a dónde transporta al oyente este tema?

Con la música, proponemos siempre un escenario para que los personajes lo habiten y decidan cómo quieren sentirse. No hay nada obligatorio. Es una música que viene provocada por una intimidad. El disco se llama Sobre la piel, habla del amor, del deseo, de la ternura, de todos los adjetivos que pueden surgir debajo de una sábana, pero a partir de ahí hay muchas formas de amar. Cada uno tiene su historia y sus personajes, la música simplemente pretende acompañarlos.