El cineasta coruñés Daniel Suárez Rubini ha sido galardonado con el premio del público del Festival de Cans gracias a su cortometraje O son da Balea, un proyecto audiovisual que viaja a Ons para ahondar en la tradición ballenera de Galicia y recuperar la memoria de un oficio que pocos recuerdan, así como de la lucha por eliminarlo.

Es joven, pero no es ningún novato en la profesión. Lleva ya unos años en esto. ¿Qué supone para usted este premio en Cans?

Es un premio muy especial y muy importante en Galicia. Cans es de los mejores festivales, y siempre es un placer recibir un premio de esta categoría. Ojalá el año que viene podamos estar allí con otro corto u otro documental. A nivel profesional y gallego es un gran reconocimiento, puede llevarnos a conseguir algún tipo de ayuda por parte de la Xunta para iniciar algún otro proyecto. para los creadores es muy importante este reconocimiento porque viene del público que disfruta el cortometraje.

¿Qué tiene la isla de Ons, que todos quieren grabar allí últimamente?

Cierto. Antes de conocer el proyecto de Alfonso Zarauza, ya había viajado varias veces a la isla y me había quedado enamorado. Tenía en mente este proyecto sobre la industria ballenera en Galicia, para rescatar el pasado tradicional y la memoria de las ballenas. Cerca de Ons pasaron, en 2017, una serie de ballenas azules, fue un hecho insólito. Me pareció una atmósfera increíble, con lo que decidí llevar a cabo este proyecto y ambientarlo en la isla, no es alto puntual ni de fondo. Tiene un porqué: la historia está relacionada directamente con la isla.

El proyecto nació, inicialmente, como un videojuego.

Es un proyecto transmedia. Ya llevo casi tres años con él. Tuvo una primera parte de videojuego que presentamos en diferentes sitios. La historia que narra el corto es como la punta del iceberg. En el videojuego se explica la historia de los personajes principales, de Naia y de su padre. Es una forma de intentar enlazar mundos tan diferentes como son el videojuego y el cine. El videojuego permite que la gente más joven conozca la historia y el pasado de Galicia de una manera más emocionante o espectacular. Ambas cosas están totalmente relacionadas.

Como dice, es una tradición desconocida. ¿A usted le llega por herencia familiar?

Las ballenas me interesaban desde pequeño. Si no hubiese sido cineasta, habría sido biólogo marino. Por trabajo, acabé viviendo un tiempo en la Mariña lucense, y allí escuché una historia sobre el pasado ballenero de Galicia. No tenía ni idea de que Galicia había sido el último lugar de Europa donde se cazaron ballenas, la gente tampoco lo sabe. Me pareció algo espectacular, y dije: esto tiene que llevarse ya no solo a nivel cortometraje, sino a videojuegos, para que todo el mundo conozca esta parte del pasado. Hoy, que está tan en boga el ecologismo, no se sabe que aquí en los 80 se produjo una lucha medioambiental muy importante y se puso fin a esta industria.

Hay dos visiones de los hechos totalmente distintas: la medioambiental y la de las familias que se quedaron sin sustento. ¿Cómo se retrata este pasado dual en el corto?

Tratamos ambos temas. La grandeza o lo positivo de conseguir que parase la matanza de ballenas, por un lado. Desde principios del siglo XX se mató a más de un millón de ballenas. En Galicia fueron más de 100.00. Tienes que mostrar también esa otra parte. Pudimos conocer a las personas que se dedicaron a la industria ballenera, como un arponero o una mujer de la conservera de Caneliñas. En aquellos pueblos fue una industria importante, y cambió la economía de la zona de la noche a la mañana, pero supieron readaptarse. La gente consiguió cambiar de sector, algunos fueron a pescar peces espada. La gente vivía de eso porque faltaba dinero y era el pan de su familia, y a lo mejor también estaban a favor de parar la caza, pero como daba sustento, no era cuestión de protestar.

En sus entrevistas con los implicados, ¿notó alguna rencilla o herida sin cerrar de aquellos tiempos?

Todo esto fue en parte gracias al Cemma (Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños), que trata de ayudar a los cetáceos que varan en las playas. Yo tengo una posición parecida a la suya: creo que en Galicia hace falta un museo ballenero, para rescatar toda la memoria de esta industria. Ya existe el museo de Cangas, que me cedió material, como imágenes y vídeos para el corto, pero quizás hace falta algún tipo de museo mayor para que se conozca un poco mejor todo este mundo. En A Coruña y en Vigo es totalmente desconocido. Miro con envidia a las Azores, que tiene un museo muy importante en Portugal, que durante siglos cazaron ballenas. ¿Por qué en Galicia no? Debería resaltarse el papel de estas personas que se dedicaron a esta industria que trajo tanto dinero a Galicia.

Al final, está más viva la memoria del narcotráfico...

Precisamente, en mi Trabajo de Fin de Máster intenté hacer una serie de televisión ambientada en los años 80 y que tuviese ese trasfondo ballenero. Se titulaba Balea. Quién sabe si dentro de unos años sale un Fariña ballenero. Me interesan mucho las historias de temas cercanos que no conocemos mucho, sobre todo los apegados a la temática ambiental y este tipo de luchas sociales. En Cans, el público también sabe reconocer este tipo de temáticas.

Parece que no solo es Cans. ¿Hay una tendencia en el audiovisual gallego por recuperar narrativas propias y explotar los elementos de Galicia, en lugar de exportar realidades externas?

Sí. Es un movimiento muy en auge en los últimos años con el Novo Cinema Galego,. Directores como Oliver Laxe supieron, de alguna forma, construir este tipo de cine más apegado a la realidad gallega. A los que nacimos aquí nos gusta contar estas historias que tienen que ver con nuestra tierra. No tenemos nada que envidiar a las cosas que pasan en Estados Unidos o en Francia. Cada uno tiene que centrarse en lo que conozca, y hacérselo descubrir a su gente, pero también hacer que interese fuera. El cine gallego se ha visto reconocido en lugares como Francia, en el Cannes rea, y en otros muchos lugares. ¿Por qué no podemos llevar la historia de nuestra industria ballenera a Noruega o Islandia?