El médico Pablo Uriel pudo haber muerto en la Guerra Civil, pero, por golpes del destino, vivió para contarlo. Lo hizo en A Coruña, donde se instaló, terminado el conflicto, para acabar ejerciendo durante cuarenta años como radiólogo. Sus vivencias en la guerra quedaron recogidas en la obra No se fusila en domingo, como un testigo, desde primera línea de fuego, de aquellos años que no deben volver a repetirse. Ahora, muchos años después de su muerte, Pablo Uriel sigue viviendo, a su modo, para contarlo.

En esta ocasión, lo hace a través de la mirada de su hija, Elena Uriel, que ilustra a carboncillo lo narrado por su padre en la nueva edición de las memorias del doctor que publica la editorial Fuera de Ruta. No es la única novedad que recoge el texto. El libro original pasó por muchas vidas: una primera, más familiar, que la mujer de Uriel encargó en 1988 como regalo de cumpleaños. La segunda, con nuevos textos, llegó a las librerías 17 años después. Esta tercera recoge todo lo anterior y, además de los pasajes de la guerra pasados por el tamiz del carboncillo de su hija, lo hace con notas inéditas encontradas en cajones algún tiempo después. El resultado es casi un acta notarial que recorre la Guerra Civil desde el primer día hasta el último. Las tres ediciones cuentan con un invitado de honor: el hispanista Ian Gibson, encargado del prólogo.

Una de las ilustraciones del libro Elena Uriel

No es la primera vez, sin embargo, que se recrean de forma gráfica estas vivencias. Lo hizo en 2013 el cuñado del protagonista, el dibujante valenciano Sento, que plasmó su propia visión de los hechos en el cómic Dr. Uriel. Ahora es su mujer, Elena, la encargada de ilustrar los horrores de la guerra a través de sus trazos decididos.

Si bien la edición de 2005, a cargo de la editorial Pretextos, repasa las experiencias de Pablo Uriel desde que la guerra le sorprendiese en su primer destino profesional como médico, incluyendo el fusilamiento de su hermano Antonio, militante de Izquierda Republicana, su participación en la batalla de Belchite o su encarcelamiento en la prisión de Puig; el nuevo ejemplar añade aspectos que permiten acercarse de un modo más personal a estas vivencias. “Cuando murió mi madre, ordenando armarios, encontramos notas mecanografiadas que cuentan toda esa experiencia en Godella, en la prisión de Puig y hasta el día que acabó la guerra. Es una parte menos pulida literariamente, pero documentalmente es bonita: tiene datos ,anécdotas, nombres...”, cuenta otra de sus hijas, Berta Uriel.

Los nuevos relatos dibujan a un joven Uriel que, en sus años de prisionero, salía de su cautiverio para asistir, como médico, a la población civil de la zona, e incluso repasa anécdotas más lúdicas como las famosas vaquillas. “En un momento dado, se encuentra con el escritor Jacinto Benavente, que es bastante afín a Franco. Como la guerra le encontró en el bando republicano en Valencia, estaba preocupado por lo que pudieran pensar en el bando nacional de él. Le preguntaba sobre esta cuestión a mi padre, que era preso nacional”, recoge Berta Uriel. Las notas relatan, asimismo, el caos reinante en los días finales del conflicto bélico. “Una situación de tierra de nadie”, resume su hija.