Dulce aperitivo para comenzar este concierto la obra de Sibelius, estructurada en tres partes y que bien pueden servir como un gran ejercicio orquestal sonoro que nuestra orquesta completa y eleva a lo sublime sin problema. Poco se habla de la gran importancia que tienen los regidores, personal que prepara el escenario, en el funcionamiento de un concierto y es de resaltar la impecable labor del regidor Ageitos a lo largo de estos años. Es una delicia ver cómo coloca y retira un piano Steinway & Sons, el Stradivarius de los pianos, dejando todo preparado para que el músico esté cómodo y puede llevar su arte al más allá. Puesto el piano en su lugar solo faltaba la estrella que lo haría brillar, como así hizo Marianna Prjevalskaya en el concierto de Clara Schumann, Wieck como apellido de soltera. Impecable Marianna desde el inicio, yendo de menos a más, encontrándose cada compás más cómoda ante un auditorio y orquesta exigentes y a la que la presión añadida de tocar en casa, en su ciudad, no la amilanó en absoluto. Una obra preciosa la de Clara, muy poco oída, pero de gran belleza y es justo decir que es una lástima que la presión de la sociedad de la época (machismo imperante) no le permitiese estar cómoda con su talento y que ello la autolimitase a seguir creciendo en su nivel compositivo, porque estoy convencido de que sus obras hoy en día no serían interpretadas por primera vez por orquestas y músicos. Concierto que arranca con un breve primer movimiento que da paso a una maravilla de música de cámara entre Prjevalskaya y Mirás al chelo, que lo bordan, con una complicidad entre estos jóvenes músicos que hacen invisible a la orquesta que atiende a esa plática entre piano y chelo.

El tercer movimiento continúa con un tempo y elegancia por parte de Marianna muy próximo a lo que Schumann-Wieck escribió en su partitura, tocado con gran seguridad y virtuosismo por una pianista en su plenitud. Hacía tiempo que no veía saltar y gesticular de esa manera sobre el podio a un director, pero el maestro Gamba encontró en su paisano Vaughan Williams una obra muy próxima que le hizo sacar lo mejor de la partitura. Fantástica la gallega Rodríguez al corno inglés en ese tercer movimiento que todos creímos haber escuchado alguna vez como BSO de una película.