“Guiados por la Torre y la estrella”, así explicó Melchor que habían llegado desde diferentes puntos del planeta a A Coruña. Baltasar, según relató Su Majestad, estaba en Senegal, Gaspar, en Egipto y él, ya en la ciudad, porque es el mayor de los tres y tenía que descansar antes de una noche tan intensa y emocionante. Habló Melchor desde el balcón de María Pita, tras casi tres horas de cabalgata y tan solo unas gotas de lluvia, cuando ya Sus Majestades estaban entrando en la plaza, para agradecer el recibimiento a la ciudad y para prometer que trabajarían para que, en A Coruña se viviese mejor.

Fuentes municipales indicaron ayer que habían seguido la cabalgata unas 75.000 personas, en un desfile similar a los de antes de la pandemia aunque con mascarillas y con sitios fijos, con familias que se subían a la acera y esperaban a que pasasen las carrozas y se iban a casa sin llegar a María Pita, con los niños cantando aquello de “esos bomberos, que tiren caramelos”, con pajes a pie, con los Kilomberos de Monte Alto tocando y con gigantes y bailes durante todo el recorrido que, este año, se inició en Os Mallos y acabó en una plaza de María Pita con aforo reducido y sin aglomeraciones.

La alcaldesa, Inés Rey, antes de que Sus Majestades llegasen a la plaza, aseguró que los niños de la ciudad habían sido “un ejemplo” durante el confinamiento y también en todos estos meses de pandemia y que, por ello, se merecían una cabalgata lo más parecida posible a las de antes de que el coronavirus lo cambiase todo.

Gaspar, que no escatimó en bailes durante el recorrido, también se subió al balcón del Palacio Municipal para desearles muy buenas noches a los “niños de la ciudad más bonita del mundo” dio muestras de que, para él, A Coruña no es un lugar más de los que tiene que visitar cada año, sino que la conoce bien. “Forza Dépor”, dijo antes de despedirse y pasarle la palabra a Baltasar, arrancando un sonoro aplauso entre las familias de los pequeños que habían participado a la cabalgata y de algunos vecinos más que se aventuraron a intentar entrar en la plaza, ya que el acceso estaba restringido. Baltasar, como es mago, dio las gracias en varios idiomas a los asistentes, que le aplaudieron, como ya lo habían hecho durante el recorrido, cuando él, desde su carroza, les saludaba, les tiraba besos, les hacía un corazón con las manos y les decía a los más pequeños que los conocía y los veía.

Y, en la calle, las mismas caras de ilusión de siempre, las que se heredan de padres y madres a hijas e hijos, bolsas de plástico para intentar llevar unos cuantos caramelos a casa y la promesa no solo de que se van a ir a dormir temprano sino de que se van a portar muy bien, porque ante la inminente llegada de los Reyes Magos, no puede ser de otra manera.

“¿Qué le pediste a los Reyes, qué te haría ilusión que te trajesen”, le preguntó ayer el actor Ramiro Neira, reconvertido en maestro de ceremonias, a algunos de los pequeños que se pegaron a la valla en la plaza del Concello. Hugo le dijo que un stick de hockey, otro niño, sin embargo, confesó que había pedido que se “acabase el COVID”. Muy lejana su propuesta de la de una joven que, pasada la plaza de Ourense le gritaba a Baltasar que quería “un piso en El Ensanche y un coche nuevo”. Otros, desde los balcones de sus casa se conformaban con que los acompañantes de Sus Majestades probasen su puntería e intentasen lanzarles caramelos a domicilio. No se sorprenderá nadie al leer que muy pocos alcanzaron su destino. En la cabalgata, en la que se pudieron ver osos polares gigantes, regalos atados con un globo, elefantes articulados y hasta planetas voladores, participaron 163 miembros de servicios de emergencias y de seguridad, tanto pública como privada y seis furgones de la Policía Nacional.