La granadina María Dueñas es, a sus 19 años, uno de los grandes prodigios del violín de los últimos tiempos. Lo acreditó cuando se hizo, el pasado mayo, con el primer premio en el prestigioso Concurso Internacional Yehudi Menuhin, en el que compiten los mayores virtuosos de las cuerdas del mundo, y lo reafirma diariamente en los mejores escenarios del mundo. La joven acompañará hoy a la Orquesta Sinfónica de Galicia en el Auditorio de Ferrol y mañana hará lo propio en el Palacio de la Ópera de A Coruña a las 20.00 horas.

Lo primero que resaltan en todas las entrevistas y artículos que hablan de usted es su edad: 19 años. La música está llena de jóvenes prodigios. ¿Qué supone realmente estar donde está usted a esa edad?

Es algo que nunca hubiera imaginado. Es verdad que en la música se empieza muy pronto. Siempre quise que el violín fuese a lo que me iba a dedicar en la vida, pero nunca me imaginé que podría irme a Viena a estudiar, o ganar este concurso, que es una cosa que he seguido desde niña, y he visto como tocaban, admiraba muchísimo a los participantes. Yo la verdad es que me siento como una persona muy normal de 19 años. Salgo con mis amigos, me gusta bailar, puedo compenetrar la carrera con la vida diaria normal.

¿Le cansa la etiqueta de joven promesa, después de todo lo que ha conseguido?

Ser música es algo que nunca se termina, es un camino sin fin. Yo tengo muchísimo que aprender, pero sí que es verdad que ha habido proyectos muy interesantes, y cosas súper especiales con directores y músicos muy muy buenos. Estoy muy agradecida por todos los pasos que ha ido dando mi carrera.

Hace falta talento, pero también esfuerzo. ¿Qué hay detrás de los conciertos en grandes escenarios?

Desde luego. Para el público es difícil ver todo eso. Al fin y al cabo, en el escenario tocamos media hora o 40 minutos, pero claro, ese concierto tan corto tiene muchísimas horas detrás. No basta con que te encante la música: tienes que ser muy disciplinado y trabajar mucho. Son un conjunto de aspectos los que hacen que un músico sea quien sea: que te encante es primordial, pero también hay mucho trabajo, y necesitas gente alrededor que te apoye, como mis padres, en este caso. Es muy complicado.

Dice que se considera, a pesar de todo, una chica muy normal. ¿Cómo compagina la vida y los intereses de una joven de 19 años con tocar en Viena, Moscú y Nueva York?

Es simplemente mi vida. A mí, desde pequeña, siempre me ha encantado viajar. Era una forma de conocer otras culturas. Siempre he sido muy curiosa, y también pienso que la educación es una cosa fundamental, estoy haciendo mi carrera en la Universidad, terminé el instituto hace poco, creo que hay que tener una base muy buena para poder seguir haciendo conciertos. Como persona, me encanta conocer Viena, la cultura, el teatro, la ópera... creo que todo es necesario para la personalidad de un músico.

Está cursando estudios superiores de música en Viena. ¿Es cierta la percepción de que allí se trata la formación en música clásica mejor que en España?

Yo me fui muy pequeña de España, con 11 años. No sé muy bien cómo es la formación aquí en España, pero una cosa que sí que veo es que aquí tienes que seguir una especie de orden. Yo empecé en el Conservatorio mucho más temprano, a los 7 años, en vez de a los 12. Entonces, claro, cuando cumplí los 11 años ya no podía seguir al Conservatorio Superior, porque para eso tenía que tener 18 años. No me quedó más remedio que irme al extranjero. Me fui primero a Alemania y después a Viena. Creo que aquí en España está todo un poco cuadriculado en comparación con Viena o Alemania.

¿Y en cuanto a lo que encuentra en las butacas? ¿Valora más la música clásica el público austríaco o alemán? ¿Es distinta la cultura de la música clásica en gente joven?

La verdad es que en España siempre es un placer muy grande tocar. Es mi casa, y siento esa conexión con el público, que es siempre muy cálida. Aquí en A Coruña ya toqué una vez, y para mí es importante tener esa conexión con el público. Es algo que me ha faltado mucho en estos tiempos de pandemia, el público en España es maravilloso.

El pasado mayo, se alzó ganadora del Yehudi Menuhin. Recibió como premio, entre otras cosas, el préstamo de un violín Stradivarius durante dos años. ¿Cuánto hay de mito en este instrumento?

Es un honor enorme, porque después de unas cuantas complicaciones para conseguir el violín porque no podía viajar a Londres, lo tengo entre mis manos. Es algo increíble, porque es un instrumento que es una leyenda, pertenece a la historia. Es muy importante en la formación de un músico. Cada instrumento es muy diferente, te permiten hacer cosas distintas: unos te permiten más volumen de sonido, otros tienen colores más delicados... para mí es todo un proceso de aprendizaje poder tocar este instrumento.

¿Se lo lleva a todas partes? ¿No le da miedo perderlo?

Sí, viaja conmigo. La verdad es que un poco de miedo se tiene al principio, hay que tener mucho cuidado. Es uno de los nombres más célebres de la historia.

¿Cómo ha vivido la temporada 2021/2022, que la ha llevado por los escenarios de todo el mundo durante la pandemia?

Ha sido un año difícil para todo el mundo por las restricciones, pero he tenido suerte de haber podido seguir haciendo música a pesar de todo. Hemos hecho muchas grabaciones livestream, no es lo mismo, sin público se nota que falta algo. Es una experiencia diferente, pero yo aún así aprecio que podamos seguir haciendo música aunque sea sin público. He tenido proyectos interesantes, la verdad: he estado por primera vez en Los Ángeles, tocando con Dudamel, he podido hacer un concierto de Beethoven que tenía planeado hace tres años en Dresden, y desde luego el Menuhin es una de las cosas más increíbles que me ha pasado.

¿Se imaginaba resultar ganadora, o, al menos, serlo tan pronto?

No, la verdad es que no. Yo siempre he aspirado, aunque fuese, a participar en ese concurso. El haber ganado, y además el premio del público, me ha sorprendido mucho, pero demuestra que todo sacrificio tiene su recompensa.

Tuvo que irse de España a los 11 años. ¿Cómo fue dejar su país para continuar con su pasión?

Sí, no podía continuar estudiando aquí y recibí una beca para estudios en el extranjero y me fui a Dresden, y allí estuve dos años, y luego decidí realizar otro de mis sueños, el examen de acceso para uno de los profesores más célebres del mundo, Boris Kuschnir, que es mi actual profesor. Fue increíble que me cogiese en su clase, aún no me lo creo. Llevo cinco años ya en Viena con él.

Tras todos estos éxitos, y con solo 19 años, ¿qué le queda por hacer?

Queda mucho, siempre queda muchísimo que aprender. El repertorio para violín es inmenso. Todavía tengo muchos músicos con los que me encantaría trabajar, hay muchas audiencias con las que no he tenido contacto todavía. Creo que me queda un camino muy largo, el camino de la música es infinito, nunca se acaba.