El fallecimiento de un destacado arquitecto es acompañado siempre por la revisión de lo que han sido sus mejores obras. En el caso de Ricardo Bofill, fallecido el pasado viernes, y en relación con A Coruña, el balance de su actividad no puede ser motivo de elogio a tenor de las críticas que recibieron las iniciativas que promovió en la ciudad, tanto el proyecto urbanístico La Coruña, el Mar y la Ciudad que presentó en 1986 como el diseño del Palacio de Congresos y Exposiciones (Palexco) y el centro comercial Los Cantones Village, inaugurados en el año 2005.

“Abrir la ciudad al mar” era el lema con el que el arquitecto catalán planteó a mediados de los ochenta su propuesta para renovar buena parte del litoral coruñés, desde la Dársena de la Marina hasta la ensenada del Orzán. El entonces alcalde, Francisco Vázquez, disponía de mayoría absoluta en la Corporación y aprovechó el prestigio profesional de Bofill para encomendarle un proyecto que debía proporcionar una nueva imagen a la ciudad. Su propuesta incluyó el trazado de un paseo marítimo por el borde de la península de la Torre de Hércules y la creación de un parque a su alrededor, además de la transformación urbanística de los miles de metros cuadrados que por entonces ocupaban los acuartelamientos e instalaciones del Ejército en esa zona del municipio.

Boceto de la Dársena del proyecto de Bofill para el litoral coruñés. | // LA OPINIÓN José Manuel Gutiérrez

“Devolver el sentido de ciudad a sus habitantes”, mencionó entonces Bofill como el objetivo de su planteamiento, al que definió como “una actuación fuerte, un proyecto urbano capaz de transformar la estructura de una ciudad y de generar nuevamente riqueza”. Para darlo a conocer, el Concello organizó una gran exposición en la Estación Marítima, cuyo espacio está ocupado hoy curiosamente por el centro comercial que él mismo diseñaría años más tarde.

La contemplación de los planes de Bofill generó una dura contestación ciudadana que incluso se tradujo en protestas de los estudiantes de Arquitectura. Al ver sobre los paneles que se proponía el derribo de numerosas viviendas, que se impedía la construcción del muelle de Trasatlánticos entonces en proyecto y que se defendía un rediseño de la Marina que rompía con su imagen tradicional, la opinión pública coruñesa se pronunció de forma rotunda en contra de esta iniciativa. Los gráficos que mostraban edificios de estilo neoclásico a ambos lados de la Dársena, flanqueados además por sendos obeliscos de gran altura, causó indignación a muchos coruñeses, que no comprendían el encaje que podía tener una estética griega en el centro de la ciudad.

Para el catedrático de Geografía Andrés Precedo Ledo, la propuesta de Bofill “intentaba trasladar a la ciudad atlántica las obsesiones formales del urbanismo mediterráneo clásico, tan típicas del autor”, al que consideraba movido “por la utopía, el formalismo y un escaso conocimiento de la realidad urbana, cultural y social”. Quien fuera arquitecto municipal y profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña, José González-Cebrián, calificó la exposición del plan de “falso reclamo vestido de una espectacular presentación y puesta en escena, que se concreta en dibujos irreales, perspectivas, maquetas y florido lenguaje”.

Interior del Palacio de Exposiciones y Congresos (Palexco) en la época de su apertura. | // FRAN MARTÍNEZ José Manuel Gutiérrez

El artículo escrito por González-Cebrián denunciaba que con este proyecto la ciudad “se densifica más, pierde espacios libres y se separa cada vez más del mar” y del plan para la Dársena decía que sería “un simulacro de ágora griega, rodeada de templetes y columnatas en cuyo interior no se discutirá de política ni de la ciudad, sino de la rebaja en calcetines y camisetas, ya que se trataría de unas galerías comerciales”.

Ni siquiera un Vázquez que en aquel momento se hallaba en la cresta de la ola fue capaz de acallar las críticas al plan de Bofill, que fue arrinconado de forma definitiva. Pero el arquitecto volvió a tomar contacto con A Coruña a comienzos de este siglo, cuando de nuevo Vázquez apostó por transformar el espacio más relevante de la fachada marítima coruñesa. El concurso convocado por Concello y Autoridad Portuaria seleccionó al proyecto presentado por Ricardo Bofill y César Portela y bautizado como Alas de gaviota por la forma de las cubiertas del Palacio de Congresos y el centro comercial.

“Guggenheim coruñés” llegó a ser calificado por quienes defendieron en aquel momento su elección como el mejor de los tres diseños presentados, aunque solo dos meses después de su inauguración en 2005 el alcalde declaraba: “Por dentro ha quedado, por decirlo así, un poquito cutre”. La principal crítica que se lanzó al diseño es que suponía una barrera para la contemplación del mar desde la ciudad. La demanda formulada por uno de los concursantes dio lugar a una sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia que incidió también en este planteamiento, ya que calificó a la de Bofill como “la peor de las tres propuestas” del concurso y de ser una “barrera visual desde todos los puntos de vista”. También dijo que la comisión que valoró el proyecto “no se ajustó al pliego del concurso” y que el diseño no cumplió la normativa urbanística ni la Ley de Patrimonio de Galicia.