De acuerdo con las estadísticas de precios industriales del INE, si en enero de 2015 la energía valía 100, en enero del año pasado el precio era de 102,5: durante estos seis años hubo altibajos, pero aproximadamente se mantenía en el mismo nivel. A lo largo de 2021 se disparó, y entre enero y septiembre subió un 70%. Es el último año con datos, pero desde entonces las facturas han seguido incrementándose.

Showa Denko espera este año un impacto de varios millones de euros

En cuanto al combustible, de acuerdo con datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, un litro de gasóleo A, que se emplea en furgonetas y camiones, además de en coches diésel, podía adquirirse por 1,10 euros el 17 de enero de 2021. Desde entonces ha ido subiendo prácticamente todos los meses, excepto el pasado diciembre. El 17 de enero de este año, el pasado lunes, el precio estaba en 1,38 euros. Una subida del 26,6% en un año. Aunque se usa para vehículos privados y no de transporte, la gasolina también ha subido: un litro de la de 95 octanos podía adquirirse hace un año por 1,22 euros, y ahora está a prácticamente 1,50.

Los camiones: suben el gasóleo y el AdBlue

“Nuestro principal coste es el gasóleo: así que imagínate”. Son las primeras palabras de Lucía Loureiro, vicepresidenta de la Asociación Coruñesa de Transportes Discrecionales y Especiales (Acotrades) cuando se le pregunta por la subida del combustible: “Nuestra situación depende del combustible, y cualquier coste nos mata”. Según explica, un camión consume unos 32 litros cada 100 kilómetros, hace miles a la semana, y “en este último año nos subió 40 céntimos el litro”. A esto se suma que, al menos hasta noviembre del año pasado, las empresas que los contratan “no estaban dispuestas a subir: en este país las cuentas de resultados dependen de lo que se ahorre en transporte”.

Desde que se amenazase con un parón del transporte en protesta, los clientes han sido “más receptivos a subir precios”, y, aunque todavía no se ha publicado un acuerdo para trasladar a los contratos el precio del gasóleo, algunas empresas (“las mínimas”) ya han ido subido precios, debido sobre todo a la falta de camiones. “Se ha dicho que los precios suben por los camiones, pero será a partir de este enero, porque hemos dicho basta: si no subes el precio, la mercancía queda ahí”, argumenta.

"Todo lo que tengo es eléctrico y la energía me ha subido un 100%"

José Antonio Sánchez - Dueño y gestor de la lavandería Axiña

Que los camioneros no hayan aumentado precios lo achaca la vicepresidenta de Acotrades al “poder de negociación mínimo” que tienen las empresas del sector. “En Acotrades somos 250 asociados, el 90% autónomos o empresas de menos de cinco camiones; compañías con 50 vehículos habrá tres”.

Pero, al igual que otros sectores, la subida del combustible no es el único problema que enfrentan derivado de la inflación: “La AdBlue, el aditivo para los camiones, nos subió un 200%, sin hablar de las subidas de los neumáticos, aceites y filtros. Yo llegué a perder 200 euros a la semana por camión”, explica Loureiro, que señala que es “inasumible”. A pesar de que ironiza con que “el transporte lleva 20 años agonizando y no consiguen matarnos”, la vicepresidenta de Acotrades señala que no tiene constancia de que ningún miembro de la asociación haya cerrado por el incremento del combustible.

Transporte ligero: un problema que se suma a otros

Aunque tienden a manejar vehículos más pequeños, los 22 agrupados en la Asociación de Transportes Ligeros también dependen del gasóleo para funcionar. Y su presidente, José Manuel Reimúndez, es claro: “Está muy caro, y los precios están copados, no se pueden mover”. A esto suma el precio del AdBlue, pues este aditivo con urea es necesario para que la mayoría de los motores diésel cumplan con las limitaciones de emisiones establecidas legalmente. “Nos dijeron que iba a ser un precio simbólico, y ya está a 80 céntimos”, advierte el presidente de la asociación, que denuncia que al sector le han subido “los seguros de mudanzas, los neumáticos, todo”.

"Llegué a perder 200 euros a la semana por cada camión"

Lucía Loureiro - Cargo de acotrades, asociación de transporte

La organización lleva en activo desde 1969, pero, según Reimúndez, con cada vez mayores problemas: “Cuando entré, hace 24 años, éramos 176 vehículos”. Adquirir transportes ecológicos les sube el precio 15.000 euros, indica, y eso no se le puede “repercutir a nadie”.

Pero los principales problemas no los sitúa Reimúndez en el gasóleo, que “al final lo desgravas como gasto”, sino en que los precios están “por los suelos, la gente cobra como hace diez años”. Esto lo achaca a gran cantidad de gente que realiza trabajos sin cumplir la normativa: “Tenemos que cumplir muchas normas, revisiones, llevar discos de taquígrafo, seguros, ocupación de calle: pero a la gente que trabaja de manera ilegal no la controla nadie. Ahora es más fácil estar ilegal que legal” lamenta.

Industria: un fuerte impacto en los costes

La fábrica de electrodos de grafito Showa Denko Carbón, ubicada en Agrela, tiene en la energía el factor principal de sus costes al margen de las materias primas, de forma que “supera de largo todos los otros factores de coste de fabricación”, según explican sus responsables. Por esta razón, la fuerte subida de los precios de la electricidad y el gas natural “ha impactado fuertemente en nuestros costes de energía en la segunda mitad del año 2021 con aumentos de costes superiores al 100%, especialmente durante el último trimestre”.

Ante la previsión de que continué esta tendencia, la empresa espera para este año “un impacto similar”, que calcula en “varios millones de euros, con su traducción en el mismo valor en la cuenta de resultados”. Esta situación “pone en riesgo” su “posición competitiva”. “No hay que perder de vista que competimos con nuestros productos en un mercado global, enfrentándonos a competidores de otras áreas (América o Asia), que no están padeciendo el mismo impacto en sus precios energéticos, como está sucediendo en Europa”, afirma la compañía.

Sobre el gas natural, del que señala que repercute de un modo menor en sus costes, Showa Denko Carbón explica que su aumento de precio “supone también un impacto significativo, si como parece se puede perpetuar en el tiempo, debido a las tensiones geopolíticas en Europa”. Acerca de la solución a este problema, entiende que “no hay recetas fáciles, especialmente cuando se quieren aplicar a corto plazo”. Una de las actuaciones ha sido “ajustar la producción intentando evitar las situaciones de precios más caros”, además de “tratar de evitar la dependencia del mercado spot [el que se desarrolla en el momento y con precios de mercado], intentando mediante a la diversificación, conseguir suministros más baratos a los de mercado, aunque están poco disponibles y a veces ello suponga ir a compromisos a largo plazo”.

Factoría de Showa Denko Carbón en Agrela. | // LA OPINIÓN Enrique Carballo

La empresa asegura que ha expuesto este problema a las administraciones tanto estatales y autonómicas de manera directa o a través de organizaciones empresariales y que espera ver en breve “alguna acción encaminada a mejorar la situación actual”. Pero considera que la sociedad “parece más sensible al problema en cuanto atañe a los consumidores domésticos que en lo referente a las empresas de todo tipo, desde autónomos y pequeña empresa hasta las grandes empresas consumidoras electrointensivas”.

También en el sector del metal, si bien en la distribución de suministros industriales, trabaja desde 1897 Torres y Sáez. Su presidente, Enrique Sáez, señala que no les afecta demasiado a sus costes directos la subida de la electricidad, aunque sí la del gasóleo: “Tenemos camiones, que trasladar materiales, mucha logística” explica. Pero sí indirectamente, en tanto que le sube los precios del material que tienen que adquirir a las empresas productoras.

“Aproximadamente, una subida de diez euros el megavatio hora se convierte en cinco euros más por tonelada en el hierro que compramos”, calcula Sáez. Este martes, el megavatio hora estuvo entre los 254 euros y los 437 euros, y una tonelada anda por los 900 euros, aunque depende de las características del material puede valer bastante más. Pero, en todo caso, Sáez señala que en su negocio trabajan con un “coste asumible”, si bien difícil de calcular. “Por ejemplo, nos afecta el coste del gasóleo, y gastamos más cuantas más toneladas traslademos. Pero ahora quizás gastamos menos aunque esté más caro, porque ha subido el material y facturamos más vendiendo menos toneladas” explica. Aún así, indica que “todo influye” en el precio final, empujándolo hacia arriba.

Pesca: más costes sin traducción al producto

Las embarcaciones de pesca y transporte utilizan gasóleo B, el mismo que se emplea para los motores de maquinaria agrícola o calderas. Tiene beneficios fiscales y es más barato que el habitual, pero también ha subido en el último año. En enero de 2021, el precio medio en la provincia de A Coruña era de 79 céntimos el litro, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que no ofrece datos por municipio. Este mes se encuentra en el euro: un 26,6% más.

"Llevamos sin subir precios tres años, pero habrá que repercutir"

Miguel García - Hostelero y dueño de la raxería As Neves

“Todo lo que sea subir, tal y como está la cosa, complica la situación”, afirma Felipe Canosa, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de A Coruña. Recuerda que al inicio de la pandemia el precio del combustible para su embarcación de bajura estaba a 40 céntimos el litro y que esta misma semana lo pagó a 68 céntimos. En su caso el consumo de combustible es pequeño, ya que como máximo puede repostar hasta 500 litros, pero las embarcaciones de mayor tamaño y que van a caladeros de altura la repercusión es grande porque llegan hasta los 60.000 litros. Esta subida de los costes no repercute además en los precios del pescado porque se fijan a través de las subastas, a lo que hay que unir las oscilaciones que producen en el mercado la apertura o cierre de otros caladeros que compiten con los de la flota coruñesa.

Hostelería: “La energía, ni qué decir”

Los incrementos de la energía también han tenido su reflejo en el sector terciario. Lo cuenta Miguel García, dueño de la raxería As Neves, una empresa familiar con décadas de historia con sede en la ronda de Outeiro. “En general todo nos ha subido. La materia prima, los productos sanitarios, se han incrementado un 20%, y la energía, ya ni qué decir”.

Un restaurante, desgrana García, consume mucha electricidad. “Nosotros utilizamos maquinaria trifásica”, la empleada habitualmente en industrias e instalaciones comerciales, explica. Los sistemas caseros son habitualmente monofásicos. Son más potentes, pero tienen “consumos muy grandes”. En la cocina hay freidoras, “muy potentes”, a electricidad, y para limpiar y desinfectar la cubertería hay que “lavar a temperatura muy elevada”. Otro de los hornos, de convección, consume también electricidad, y lo mismo los aparatos de climatización, si bien, ya antes de la escalda de precios, los habían cambiado por unos más eficientes. “Usamos propano para las cocinas a gas y el agua, pero también ha subido, si bien en menor medida” añade García.

"Hemos tenido aumentos de costes del 100% en electricidad"

Showa Denko Carbón - Fábrica de electrodos

Pero, resume, “se nos han incrementado un 20% todos los costes: ha subido la carne, el pescado, el vino muchísimo”. El impacto de la inflación, explica, se ve en que antes los proveedores marcaban precios para todo el año, y ahora, los de suministros higiénicos y detergentes fijan precios “con vista a tres meses”. “Y nuestros proveedores de maquinaria o instalaciones de acero inoxidable nos dan presupuestos con una validez de una semana” añade.

En algún momento habrá que subir precios, aunque ahora, indica García, “la situación no anima” debido a la crisis económica tras la pandemia. En el sector, señala, hay “una contención para no perder clientela” y en su caso “llevamos sin subir precios unos tres años, pero el aumento de los costes ha sido tan grande que tendremos que ir repercutiéndolo poco a poco para que el negocio pueda seguir siendo viable”.

Lavanderías: COVID y luego aumento de precios

Las lavanderías industriales dependen en gran medida de la hostelería, y, en la lavandería Axiña, situada en Nuestra Señora de Fátima, han vivido el impacto de los cierres por coronavirus. Según explica su dueño y gestor, José Antonio Sánchez, “con la pandemia nuestro sector fue muy castigado. El verano no fue malo, pero tras Nochebuena volvió a caer: ni siquiera funcionó el día de Reyes como se funcionaba”.

A esto se suma el coste de la energía: “Para reparto, el gasóleo y la electricidad me ha subido un 100%, imagínate cómo nos afecta en cuanto a precios: todo lo que tenemos es eléctrico” explica. Y es un problema generalizado de su sector, indica Sánchez. “Hay quien tiene calderas de vapor y trabaja con gas [que también ha subido] pero también tiene una parte eléctrica. Afecta muchísimo y habrá que subir precios”.

Una de sus quejas se dirige hacia las compañías eléctricas, la forma en la que han repercutido las tarifas y el trato hacia los clientes. “Yo tenía un contrato pactado con Naturgy, con precios pactados hasta finales de 2021. Pero desde mayo dejaron de facturarme, y luego me lo pasaron todo junto a precios muy superiores. Lo habían aumentado, apoyándose en la letra pequeña del contrato, pero sin notificarme” relata Sánchez, que sigue teniendo problemas con la compañía: “Me devolvieron 10.000 euros, luego me los volvieron a cobrar con un poquito más: ahora me deben dinero, y creo que para cobrar tendré que acabar en el juzgado”.

Al igual que en otros sectores, la subida de la energía es parte de una inflación general de inputs, como, en su caso, los detergentes y productos de limpieza. “Dicen que la subida del IPC es de algo más del 6%. En mi caso, todavía no lo he calculado, pero ha sido mucho más: el 20, 30 o 40%” indica. También se le incrementa el pago de la Seguridad Social de los empleados, y, en los próximos años, subirá su propia cotización como autónomo. “Yo no me puedo quejar: la carga de trabajo es baja pero aceptable. Pero conozco a otra gente en el sector de la lavandería y tintorería que lo está pasando mal, que lo van a tener duro”, señala. La falta de confianza de Sánchez, que lleva en el sector cuatro décadas, se refleja en su desconfianza de cara a nuevas inversiones: “Para mí siempre fue muy importante comprar nuevas máquinas si tenías trabajo para ellas, pero hoy, o me veo muy en la obligación de comprar algo o no lo hago. No sabes muy bien lo que va a pasar”.