Tres maneras tan diferentes de expresar en música, con estéticas tan distintas condicionadas por su época, sus circunstancias personales o lugares de residencia, encajaron a la perfección en la confección de un gran programa.

Empezaba Tropos del compositor santiagués Buide, título tomado de los tropos medievales, en un reestreno poco habitual en obras contemporáneas. Gusta en Buide el tratamiento que da a cada sección y solos de la orquesta para destacar sin opulencia, y que permite una interesante y atractiva escucha al oyente de su propuesta.

Siguió el concierto de los conciertos para violonchelo, como es el del checo Dvorák, que curiosamente debería haber formado parte del primer programa inaugural de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) con Mischa Maisky como chelista en abril de 1992. Hoy con el gélido Edgar Moreau, en una personal interpretación del mismo, con una impostura fría que en momentos daba la impresión de no querer involucrarse demasiado en el tema.

Versión nada romántica con un vibrato discreto y dinámicas nada extremas, pero con un timbre y calidad de sonido increíbles con el arco pegado totalmente a la cuerda sin perder nunca un ápice de sonido ni control del mismo.

Me quedaría con el segundo movimiento, que todo el mundo debería escuchar al menos una vez en la vida, ¡Qué maravilla!. Donde la maestría de los Ferrer, Ortuño y Hill nos ponían los pelos como escarpias. Buena interpretación de Lady Macbeth de Mtsenk por parte de la Orquesta Sinfónica de Galicia que como siempre muestra excelencias con unos primeros violines brillantes y muy en forma, unas violas, trompas y resto de metales con grandes momentos, buenas intervenciones de los bajos Anguera y Salgueiro, grandes solos de Olivares al corno inglés, de Cruz a la trompa, de Marín al requinto y de la concertino invitada Wronko.

En mi opinión, bien el maestro Hasan, aunque no brillante, muchos desajustes en Dvorák y no muy equilibrado en balances en Buide, aunque mejor en Shostakovich, sin ser la bomba, ya que este tipo de programas la orquesta podríamos decir que va sola, y abre el debate sobre qué batuta necesita nuestra orquesta.

Para mí sin duda, como decía Kashimoto, concertino de la Filarmónica de Berlín en una entrevista que le hacía hace poco, “necesito que alguien me cuente una historia” y para eso, en mi opinión quienes mejor cuentan las historias y pueden motivar y exprimir al cien por cien el caballaje del motor Ferrari que tiene la OSG, sería un viejo contador de historias, alguien que las haya contado millares de veces por todo el mundo, por los mejores auditorios, con las mejores orquestas.

Para que lo entendamos, hay muchos entrenadores, pero que logren motivar y que los jugadores crean en él para lograr la Champions, no hay tantos. Pero eso vale mucho dinero, es el siguiente paso.