La Opinión de A Coruña

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Érase una vez... Catina

El popular comercio del número 68 de la calle Real cierra hoy para siempre por jubilación después de 47 años de actividad como tienda de regalos

Escaparates del bazar Catina de la calle Real, ayer, con escasos artículos. | // VÍCTOR ECHAVE

Hoy, 30 de abril, la puerta de Catina se cierra para siempre. Juan Carlos Rodríguez, su propietario, le pondrá el candado de la despedida a un negocio que ha estado abierto 47 años en el mismo centro de la ciudad, la calle Real. Su tienda ha tenido actividad incluso más tiempo, ya que antes su tía, fallecida hace poco con 102 años, estuvo durante varios años al frente de la librería Fina en el mismo lugar, en el número 68. Los cuatro escaparates —los dos que conducen a la tienda y los dos del portal contiguo que lleva a las viviendas del edificio— se quedarán hoy vacíos.

Juguetes, puzles, artículos de Carnaval, sombreros, camisetas, cerámicas y sobre todo souvenires han formado parte durante casi medio siglo de la oferta de productos que ha tenido Catina, una tienda de regalos “de toda la vida”, un bazar típico de ciudad. Desde hace unos meses, cuando Rodríguez colocó el cartel de liquidación por jubilación en el frente del comercio, se ha ido agotando todo eso. Ayer aún quedaban variados objetos típicos de Carnaval con precios de 40 céntimos a poco más de euro y medio. También había barajas, camisetas, pelucas, unos pocos juguetes y algunas piezas de cerámica esperando a los últimos compradores.

En estos 47 años de vida como tienda de regalos Juan Carlos Rodríguez, de 69 años, ha estado siempre detrás del mostrador, gran parte de ese tiempo acompañado por una empleada que ayer envolvía las últimas ventas a clientes que curioseaban entre los pocos artículos colocados en los escaparates. El dueño, que se hizo con el negocio cuando aún era jugador de hockey sobre patines —militó en el María Pita y en el Liceo, con el que ascendió a División de Honor a finales de los años setenta—, le dio “una pequeña vuelta” al comercio, que vendió también libros al principio y se consolidó como uno de los establecimientos más populares de la calle Real. Por la arteria peatonal de la ciudad han resistido durante décadas a los cambios de hábitos de consumo, a la crisis y a la pandemia, más recientemente, tiendas tradicionales y cercanas de trato íntimo entre quien vende y quien compra. Catina es la última de ellas en cerrar.

Hoy Rodríguez asume con resignación el cierre definitivo de su bazar, la falta de relevo, el retiro, el adiós de una tienda de proximidad que ha vendido productos a clientes de siempre y a multitud de visitantes y turistas que han pasado una o más veces por la ciudad. De las vitrinas de Catina todos ellos se han llevado un puzle, un juguete de construcción, una sudaderas, un abanicos o, especialmente, un llavero, un imán para la nevera o una pieza decorativa con motivos característicos de A Coruña.

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