La Opinión de A Coruña

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La niña que iluminó una fábrica de cerillas

El cuento A Nena Lectora de Manuel Rivas con ilustraciones de Susana Suniaga revive la sociedad coruñesa de principios del siglo XX y el papel de las mujeres obreras de la popular factoría

La niña que iluminó una fábrica de cerillas Daniel Abelenda Lado

La literatura es un tesoro en una sociedad que crece y que empieza a darse cuenta de sus derechos, que comienzan con el derecho a soñar. A Nena Lectora, de Manuel Rivas, es un cuento editado por Xerais que refleja la sociedad coruñesa de la primera década del siglo XX. En la época en la que la Fábrica de Tabacos concentraba la producción industrial y a un núcleo muy importante de mujeres obreras, el escritor gallego sitúa a su protagonista, Nonó, la hija de una trabajadora de una factoría cercana. En lugar de cigarros, hacía cerillas. Una metáfora que encaja con el desarrollo de la historia. La literatura que la niña devora para alargar la vida de su madre, enferma de tuberculosis, termina siendo una fuente de luz literaria y soñadora para el resto de compañeras de trabajo de su progenitora cuando esta muere.

Es un texto que conecta a los lectores jóvenes con el pasado de la ciudad y con unas figuras anónimas, pero vitales en su pasado. “La historia de A Coruña está marcada por una vanguardia femenina”, apunta Manuel Rivas. La evidencia más clara eran las numerosas trabajadoras de la Fábrica de Tabacos, recordadas en numerosas obras de la época y actuales. Rivas sitúa A Nena Lectora en el entorno en una factoría vecina, una fábrica de cerillas. Lo hace, “no como una tesis sociológica, sino como un cuento”. Sin embargo, realidad y ficción comparten “ese ideal feminista y pionero”. Rivas la resume como “una historia inventada hecha con el acento de la verdad”. Tanta es la similitud que mantuvo nombres de algunos personajes como los de sus referentes históricos originales, como es el caso del profesor de la escuela Galaica, Constancio. El escritor coruñés, explica que “a través de esta protagonista, Nonó, quería contar el movimiento de emancipación social en el que se hablaba de la conquista del pan”.

El escritor, Manuel Rivas. | // LUISMA MURIAS Daniel Abelenda Lado

No era solo “una emancipación social”, matiza Rivas. También señala la “emancipación cultural, con el valor que se le da al libro”. La obra profundiza más allá de las letras y los dibujos. “Tiene una alquimia propia en la que confluyen los propios personajes”, señala Manuel Rivas. La propia Nonó, la protagonista, es un símbolo de lo fundamentales que son los sueños para el ser humano. El entorno familiar, con el padre trapero que rescata libros y juguetes a los que “les dan una nueva vida”.

El ingenio se convierte en una forma de sobreponerse a “la vida precaria” de aquellas familias coruñesas. “Consiguen la emancipación cultural a través de los cuentos y los libros”, explica el autor coruñés. El mejor ejemplo es la reunión de toda la familia para leer poemas de Curros Enríquez. “Convierten el Cro, cro en una especie de oración laica”, explica Rivas. Y se convierte en verdadero rezo religioso cuando las compañeras de trabajo de la madre en la fábrica de cerillas la repiten ese fragmento del poema Nocturnio en el cementerio de la inhumación.

La ilustradora, Susana Suniaga. | // L.O. Daniel Abelenda Lado

Las ilustraciones de Susana Suniaga están cargadas de simbolismo y de detalles sutiles que pretenden situar al lector en el entorno de la trama. Este encargo, reconoce Suniaga, fue un reto para ella. “Al tener un referente histórico y estar ambientado en sitios reales y tener tantos personajes que existieron de verdad” comenta Suniaga. La ilustradora “venía de un estilo más fantasioso y surrealista”. Y encontrarse con un texto como el de este cuento fue un cambio completo.

A la hora de elegir los escenarios que recrear y cómo hacerlo, se inspiró en el viento. “Cuando visité A Coruña por primera vez, el viento fue de las cosas que más impresionó”, recuerda. Lo tomó como referencia y así lo refleja en sus dibujos. “Todo está suspendido, volando, como hojas de papel y de los árboles”, explica. Unos de los escenarios mejor reflejados son el cementerio de San Amaro y la zona de A Gaiteira junto al río Monelos.

Los malos son muy grandes. Esta es la forma que ideó Susana Suniaga para presentar a los personajes agresivos y contrarios a la protagonista, como los guardias que quieren apresar a su hermano, Liberto, o el barco en el que el mismo Liberto se marcha al exilio, escapando de la guerra de Marruecos. En escena de la detención “quería demostrar lo absurdo de la situación, unos guardias buscando a un niño”, señala Suniaga. El barco de la emigración se hace gigante para irrumpir en la casa, inundarla y “llenarla de dolor”. El sufrimiento es otro de los sentimientos que tienen un tratamiento especial. No se ven los rostros en las escenas de más intensidad. “No quería representar con rostros el llanto o la soledad”, dice la ilustradora. Sin las caras, estas escenas querían “generar espacio, vacío y dolor”. Y esto se contrapone, según Suniaga, con el resto de la historia en la que abundan los rostros, entre los familiares de la niña y las compañeras de la madre.

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