La Opinión de A Coruña

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Propietario del local de ensayo 'La Pescadería de Josefa'

Fran Martínez: “Los vecinos me dicen que están encantados de que se hagan cosas con los locales del barrio”

Fran Martínez posa en su local de ensayo con dos músicos CARLOS PARDELLAS

En el Barrio de las Flores los comercios de toda la vida, los que dieron de comer a cientos de familias desde la creación del barrio han ido bajando sus persianas y dejando hueco para otras alternativas de negocio. Es el caso de Fran Martínez, que es fotógrafo y vecino del barrio. En su caso, su hermana y él heredaron el bajo que fue la pescadería de su madre, la de Josefa. 

“Después de la jubilación de mi madre lo tuvimos alquilado y, durante un tiempo, fue tirando, pero por la evolución de cómo la gente hace la compra y de cómo cambian los hábitos de los vecinos, ese negocio dejó de se productivo. Al que lo intentaba, no le daba y no aguantaban. Y llega un momento en el que tienes un local que, o no quiere nadie o que quien lo quiere, lo quiere para trastero o para reconvertir en microvivienda. Hubo un momento crítico, porque el bajo se iba deteriorando y daba pena ver que el negocio de nuestra madre se iba cayendo a cachos”, relata Martínez. Entonces, pensaron en venderlo, pero él tenía ya otra idea rondándole en la cabeza.

“Pensaba que, si lo alquilábamos como pescadería, quien lo cogiese tenía que vender pescado para poder pagarlo, pero un local de ensayo, no necesita que el grupo venda discos, porque los músicos van a ensayar igual”, describe Martínez el germen de lo que ahora es La Pescadería de Josefa, el local de ensayo que montó, tal y como su nombre indica, en el bajo del negocio familiar. 

“Al final, decidimos no vender y me quedé con la propiedad del local, hablé con un amigo que tenía un grupo para asegurarme de que, por lo menos, tendría una banda interesada y, con esa excusa, invertí mis ahorros en hacer la obra”, recuerda Fran Martínez. Eso fue en 2018 y, de ese primer cliente, llegó otro y otro y otro más. “En un plazo razonable, se me llenó de grupos que venían por referencias de otros, en una fase inicial, todos los que venían se conocían de algo. 

Y llegó la pandemia y la prohibición de juntarse y de salir a la calle para actividades que no fuesen esenciales y ensayar con una banda no lo era. “Aunque el local no peligraba, algunos grupos quisieron seguir pagando porque estaban convencidos de que el local había que mantenerlo”, comenta Martínez, que, al principio, se había planteado hacer de La Pescadería de Josefa un local multiusos en el que pudiesen convivir las bandas con un aula para taller de fotografía o con espacio para oficina por las mañanas, cuando no estuviese ocupado. Al final, la música lo ocupó todo, porque tras la insonorización y el montaje de la batería, no quedaba más hueco en los 28 metros cuadrados de la antigua pescadería y ahora está en fase de expansión.

“El local de al lado era una carpintería. La carpintería de Juan. A los herederos les venía mejor vender el local y les hacía ilusión que fuese yo quien se lo quedara porque tenía un proyecto y porque les gustaba lo que había hecho con la pescadería de mi madre. Así que, al final, llegamos a un acuerdo y la sala nueva se llamará La Carpintería de Juan”, comenta Fran Martínez, que siempre le dice a los usuarios que “lo primero son los vecinos”, porque en el barrio todos se conocen y se han criado juntos, así que, es fundamental que la convivencia sea buena.

“Incluso la gente mayor, que podría ser más reticente a este tipo de proyectos, me dice que están todos encantados de que se hagan cosas con los locales del barrio para que no estén vacíos”, confiesa Fran Martínez.

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