La tradición del disfraz queda en familia en A Coruña

El grupo ganador del concurso de disfraces fue una familia con una larga tradición carnavalesca

La jaula del león del grupo ganador del concurso de disfraces del Carnaval de A Coruña.   | // CARLOS PARDELLAS

La jaula del león del grupo ganador del concurso de disfraces del Carnaval de A Coruña. | // CARLOS PARDELLAS / Daniel Abelenda LadoDaniel Abelenda Lado

Daniel Abelenda Lado

Daniel Abelenda Lado

El punto y final al carnaval, con el entierro de la sardina en San Amaro, deja todavía resaca en forma de anécdotas que se vivieron en los últimos días de jolgorio en las calles y en los barrios de la ciudad durante su fiesta mas emblemática junto al San Juan. El concurso de disfraces de la calle de la Torre del pasado martes vio una feroz competición por alzarse con el premio al grupo mejor engalanado para la ocasión. Un circo tan particular como colorido consiguió el primer premio después de conquistar las sonrisas y carcajadas de los integrantes del jurado. Detrás de los focos, de las pelucas y del maquillaje se encuentran los miembros de una misma familia. “La tradición viene de nuestra abuela”, cuenta Sandra Medín, una de las integrantes del grupo premiado, que se disfrazó de taquillera.

El arte del disfraz llegó al seno familiar a través de una abuela que arreglaba a todos sus nietos de la misma forma en el martes de carnaval. Hoy, esos nietos han seguido manteniendo la tradición como una forma de unión más en el seno familiar. “Todos los años nos reunimos y cada uno propone una temática y se pasa a votación. Este año, una de las ideas fue la del circo, que ganó por mayoría.”, explica.

Todo el proceso de elaboración de los trajes es casero. “ Para nosotros, de lo que se trata es de pasarlo bien y disfrutar el carnaval todos juntos, con los niños”, explica Medín. Uno de los elementos que más miradas cautivó fue la jaula del león. Un pequeño gran felino atrapado entre barrotes de madera hizo las delicias del público y de los jueces. “Los niños son una maravilla, se prestan para todo”, asegura Arantxa Gómez, miembro de la familia, que iba vestida de carpa de circo. Otro de los más pequeños se caracterizó de niño bala. Y los demás jóvenes también aparecieron ataviados como acróbatas, domadoras y patinadoras. “Una de las integrantes se puso mala. Iban de magos y la niña pequeña iba dentro de una chistera gigante”, lamenta Sandra Medín.

Para Arantxa Gómez, el de este año fue el Entroido en el que mejor se lo pasó. “Lo vivimos de otra manera, la gente se prestó mucho”, recuerda. A su paso por la calle de la Torre, el resto de viandantes se unían a ellos para cantar las canciones clásicas del circo que reproducían en un altavoz.

Detrás de la puesta en escena hay un trabajo de un mes de preparación, y algo más para ponerse de acuerdo en la idea común del disfraz para seguir disfrutando cada año de la tradición familiar.

El punto y final al carnaval, con el entierro de la sardina en San Amaro, deja todavía resaca en forma de anécdotas que se vivieron en los últimos días de jolgorio en las calles y en los barrios de la ciudad. El concurso de disfraces de la calle de la Torre del pasado martes vio una feroz competición por alzarse con el premio al grupo mejor engalanado para la ocasión. Un circo tan particular como colorido consiguió el primer premio después de conquistar las sonrisas y carcajadas de los integrantes del jurado. Detrás de los focos, de las pelucas y del maquillaje se encuentran los miembros de una misma familia. “La tradición viene de nuestra abuela”, cuenta Sandra Medín, una de las integrantes del grupo premiado, que se disfrazó de taquillera.

El arte del disfraz llegó al seno familiar a través de una abuela que arreglaba a todos sus nietos de la misma forma en el martes de carnaval. Hoy, esos nietos han seguido manteniendo la tradición como una forma de unión más en el seno familiar. “Todos los años nos reunimos y nos cada uno propone una temática y se pasa a votación. Este año, una de las ideas fue la del circo, que ganó por mayoría.”, explica.

Todo el proceso de elaboración de los trajes es casero. “. Para nosotros, de lo que se trata es de pasarlo bien y disfrutar el carnaval todos juntos, con los niños”, explica Medín. Uno de los elementos que miradas cautivó fue la jaula del león. Un pequeño gran felino atrapado entre barrotes de madera hizo las delicias del público y de los jueces. “Los niños son una maravilla, se prestan para todo”, asegura Arantxa Gómez, miembro de la familia, que iba vestida de carpa de circo. Otro de los más pequeños se caracterizó de niño bala. Y los demás jóvenes también aparecieron ataviados como acróbatas, domadoras y patinadoras. “Una de las integrantes se puso mala. Iban de magos y la niña pequeña iba dentro de una chistera gigante”, lamenta Sandra Medín.

Para Arantxa Gómez, el de este año fue el Entroido en el que mejor se lo pasó. “Lo vivimos de otra manera, la gente se prestó mucho”, recuerda. A su paso por la calle de la Torre, el resto de viandantes se unían a ellos para cantar las canciones clásicas del circo que reproducían en un altavoz.

Detrás de la puesta en escena hay un trabajo de un mes de preparación, y algo más para ponerse de acuerdo en la idea común del disfraz para seguir disfrutando cada año de la tradición familiar.