La ciudad que viví

Los chavales de la Sagrada Familia

Aunque mi infancia comenzó en la avenida de Fisterra, fue en ese barrio donde hice mis primeros amigos, así como en San Vicente de Elviña, donde vivían mis abuelos maternos

Manuel, al fondo en el centro con barba, con su pandilla de juventud.  | / L. O.

Manuel, al fondo en el centro con barba, con su pandilla de juventud. | / L. O. / Manuel Aceña Liste

Manuel Aceña Liste

Nací en el seno de una familia formada por mis padres, Manuel y María del Carmen, y mis hermanas María y Ana. Mi madre trabajaba en la fábrica de La Artística y mi padre en Fenosa. Mis primeros años de la infancia transcurrieron en la avenida de Fisterra, donde vivíamos con mis abuelos maternos y recuerdo los juegos con los niños de la calle Nebrija por los campos que había por la zona y por el paseo de los Puentes, donde estaba la Imprenta Roel y el lavadero antiguo. También me acuerdo del mercado semanal que se hacía en la parte más alta de la ronda de Nelle y al que acudía mucha gente.

De allí pasamos a vivir a la Sagrada Familia, que fue donde formé mi pandilla de amigos cuando empecé a estudiar en el colegio Karbo, del que pasé al Liceo la Paz y a la Fábrica de Armas. Mi grupo estaba formado por Fran, Abuelo, Víctor, Benito, Rigo, Laro, Mar, Chuti, Jaime, Manolo, Eva, Juanillo, Steve, Alberto, Pasto, Guille y Julio, con quienes me sigo reuniendo en la actualidad para recordar nuestras hazañas de juventud, que fueron muchas y dignas de recordar, sobre todo en la Ciudad Vieja y en las verbenas de Os Mallos, Elviña, Eirís, Palavea, el Gurugú y Santa Margarita, en las que había un gran ambiente, así como en las discotecas Watergate, Foxtrot, Chaston, Green, Rigbabá y Playa Club.

El autor, con sus padres y su hermana María.  | / L. O.

El autor, en su infancia en la playa de Santa Cristina. / LOC

De mi niñez recuerdo el viejo molino del parque de Santa Margarita y la gran pendiente de tierra que había donde el antiguo Palacete, la actual Casa de las Ciencias, por donde bajaba con mi pequeña bicicleta. También me acuerdo de lo que me gustaba bajar con la familia a pasear por los jardines de Méndez Núñez, los Cantones y la calle Real, donde los domingos casi no se podía caminar por la cantidad de gente que había.

Mi padre me llevaba a pasear y corretear por las sendas de la Torre de Hércules y la playa de San Amaro y por la tarde íbamos a San Vicente de Elviña a visitar a mis abuelos maternos, en cuya casa tenían tierras y animales, por lo que muchas veces nos juntábamos allí toda la familia para ayudarles. Recuerdo también al vecino de mis abuelos, el señor Juan, y que su mujer nos traía leche recién ordeñada diciéndonos: “Aínda vén quente da vaca”.

En Elviña se hacía una fiesta todos los años a la que mi abuelo me llevaba para subir en la atracción que era un columpio con forma de barquitas de madera. En ese lugar también tenía amigos como Miguel, Pachi, Ricardo, Toño, Gustavo y Richard, con quienes jugaba a indios y vaqueros, piratas, el escondite y la pelota. Cuando llegaba el carnaval nos vestíamos de choqueiros y para jugar a soldados teníamos la suerte de que el carpintero del pueblo, Chaparro, nos hacía gratis con madera las espadas que veíamos en las películas de aventuras.

Los chavales de la Sagrada Familia

El autor, con sus padres y su hermana María. | / L. O. / Manuel Aceña Liste

En verano la familia nos llevaba a la playa de Santa Cristina en la lancha La Chinita, que cogíamos en la Dársena y que iba tan llena que yo podía tocar el agua con la mano y la gente daba gritos cuando se inclinaba un poco o el mar estaba picado. Para mí era aventura hacer ese viaje, que llevaba media hora y para el que a la vuelta había que hacer grandes colas en el embarcadero.

Manuel, al fondo en el centro con barba, con su pandilla de juventud.  | / L. O.

Manuel, al fondo en el centro con barba, con su pandilla de juventud. | / L. O. / Manuel Aceña Liste

En mi juventud bajaba con la pandilla al centro para disfrutar del ambiente de los fines de semana, que nos pasábamos paseando arriba y abajo por la calle Real y tomando los vinos en La Bombilla, el Priorato y el Tumbadiós. Cuando estuve en el Liceo aprendí al hockey sobre patines, del que aún conservo como oro en paño mi primer stick, mientras que en el Club del Mar practiqué remo en batel y trainera. Como también me gustaba mucho el maquetismo, ingresé en la asociación Escala cuando estaba ubicada en el Circo de Artesanos, lo que me permitió construir una maqueta táctica de la Batalla de Elviña cuando hice la mili, lo que permitió ganar un permiso y que se conserve en el Museo Militar.

Con los años me casé con Luisa Fernanda, que también estudió en el Liceo, y tengo dos hijos, Sergio Manuel y Carla María, mientras que mi vida profesional se desarrolló como trabajador del Ayuntamiento.

Testimonio recogido por Luis Longueira