Sin acústica no hay paraíso

Sin acústica no hay paraíso

Sin acústica no hay paraíso / Marcos Seoane Vilariño

Marcos Seoane Vilariño

Marcos Seoane Vilariño

Gran entrada para uno de los programas más atractivos de la temporada. El tercero de Prokofiev es de los conciertos más difíciles y a la vez espectaculares para un pianista. De los más elegidos para rondas finales de los concursos porque, como logres esa brillantez técnica y musical con un discurso virtuoso y espectacular que logre involucrar y sacar lo mejor de la orquesta y director que te acompañe, hace difícil no ganarlo. No fue así el viernes, donde también se evidenció que esta sala hace sufrir a músicos por lo poco preparada que está para trabajar y transmitir el sonido. Varvara no exprimió el Steinway como esperábamos, su manera íntima de expresarse no logró convencer ni dejarse oír por una poblada orquesta. La confusión en el acompañamiento fue evidente, las secciones de la orquesta se mostraron confundidas y desajustadas con lo que oían y con lo que no, y lo que el director mandaba yendo por delante, pero es lo que tiene esta acústica.

No fue Varvara la pianista para este Prokofiev, que necesita de arrebato y seguridad rítmica que determine quién es el líder a seguir, a veces no basta con no tener errores de ejecución y ser terriblemente perfecto. Fue mejor la segunda parte con un convencido inicio de Harriswangler al fagot, en la que su voz determina mucho el devenir del sentimiento y futuro de la sexta de Tchaikovsky. La entrada de trombones, excesiva por cierto, logró arrastrar a una orquesta sin pasión y confianza hasta el momento.

Una maravilla el segundo movimiento por parte de los violonchelos en el momento especial de la noche que hay que escuchar en directo al menos una vez en la vida. Buenos momentos de Marín al clarinete y Walker a la flauta. Bien el maestro Sinaisky, titular de Ostrava, al que la acústica de nuestro auditorio le jugó una mala pasada en el concierto de piano.