Aquí y ahora de la pintura coruñesa

La exposición ‘En Pretérito Seguinte’ reúne obra reciente de seis artistas de la ciudad

Público ante la obra 'Martirio de Francisco Miguel', de Correa Corredoira.

Público ante la obra 'Martirio de Francisco Miguel', de Correa Corredoira. / Víctor Echave

Hay obras de arte que esconden secretos y que no serán nunca revelados a no ser que alguien los muestre. El comisario de En Pretérito Seguinte, Manuel Suárez, saca a la luz uno de ellos, en una de las piezas que “ilumina la sala del Kiosco Alfonso” con su presencia y que decidieron colocar en una esquina para que el público la descubriese después de haberse sumergido en el universo de Mico Rabuñal.

Público ante la obra ‘Martirio de Francisco Miguel’, de Correa Corredoira.   | // VÍCTOR ECHAVE

Manuel Suárez, con su cuadro horizonte. / Víctor Echave

Es una zapatilla J’hayber tallada en mármol, blanca blanquísima, en la que está cuidado cada detalle, cada puntada, cada arruga de la piel y en la que, a pesar de que no se puede ver —porque habría que levantar la pesada pieza cada vez— la suela está plagada de muescas, las mismas que tendría un modelo original del número 42, precisamente, el que calza el artista y que componen esta muestra que cerrará sus puertas el 28 de mayo y que tiene como objetivo mostrar una foto fija de lo que seis artistas de la ciudad, profesionales y en activo, están haciendo en sus talleres.

Paisajes de Pilar Cancio.   | // IAGO LÓPEZ

Instalaciones de Samuel Castro, 'Pájaros de fuego'. / Iago López

“Todas las exposiciones empiezan en la cabeza de los artistas, nosotros somos seis, yo soy el comisario porque alguno tenía que serlo. Somos seis colegas, en plena producción y la síntesis de la exposición es que se convierta en un legado para generaciones del registro y del pulso de ese momento en el arte contemporáneo, por eso no hay un guion obligatorio, aunque dialoguemos todos con todos”, explica Suárez, por eso, todas las obras son recientes y no responden a un tema concreto.

Manuel Suárez, con su cuadro ‘Horizonte’.   | // IAGO LÓPEZ

Paisajes de Pilar Cancio / Iago López

“Creíamos que, de ese modo, la frescura de lo que se estaba haciendo era mayor que si nos pusiésemos todos de acuerdo en hablar de un tema concreto”, comenta Suárez, a quien la exposición le pilló trabajando en el taller sobre el océano Atlántico y sobre el mar que tiene en su memoria.

Obras de Lara Pintos, en el Kiosco Alfonso.   | // VÍCTOR ECHAVE

Obras de Lara Pintos, en el Kiosco Alfonso. | // VÍCTOR ECHAVE / Gemma Malvido

Montar toda esta exposición en la que hay 73 piezas no fue fácil ni rápido, fue necesario aproximadamente un año de trabajo y el intercambio de muchos mensajes y reuniones para que todo saliese como habían pensado o como se habían imaginado que podría ser. Por ejemplo, la escritora Yolanda Castaño, encargada de hacer el texto que acompaña a En Pretérito Seguinte, se comunicó con Suárez “desde cuatro continentes” pero, al final, todo salió bien, incluso mejor de lo que habían ideado al principio, porque consiguieron hacer un catálogo accesible, al introducir un QR que lleva a un enlace en el que cada autor habla de su obra, así que, es bastante normal que los visitantes paseen por el Kiosco Alfonso con el móvil en la oreja, como si fuesen los propios artistas quienes les hubiesen mandado un whatsApp para explicarles qué es lo que están viendo.

Mico Rabuñal, con su pieza ‘Eran cuatro y un gallego’.   | // VÍCTOR ECHAVE

Mico Rabuñal, con su pieza ‘Eran cuatro y un gallego’. | // VÍCTOR ECHAVE / Gemma Malvido

“Nos dimos cuenta de que era un elemento de inclusión y nos extrañó que, con lo poco que cuesta hacerlo, no se haga más, porque si nuestro objetivo es dejar un legado para la gente de A Coruña, lo lógico es que llegue a todos, tengan o no discapacidad”, comenta Suárez.

“Con los compañeros siempre decimos que A Coruña no es Berlín porque no queremos, que arrastramos un complejo de inferioridad, que le pasa a otros sitios, pero a nosotros también. Yo creo que el ¿por qué no? es maravilloso porque te permite hacer realidad los sueños, entonces, empezamos a pensar en cuánto tiempo hacía que no había una exposición de artistas vivos colectiva y hace un año nos lo tomamos en serio para sacarla adelante, presentamos el proyecto y todo fue rodado”, sentencia Suárez.

La exposición comienza con las obras de Mico Rabuñal, que hace “talla directa”, esto implica que cada obra es única porque no hace un molde con el que la pueda duplicar, así que, cada idea que tiene la consume en una pieza tallada con la experiencia de haber trabajado durante años en la cantería. “Su lenguaje pop contrasta con la talla clásica, antes trabajaba más con la policromía, ahora prescinde un poco más de ella”, detalla Suárez que hace hincapié en que cada pieza tiene muchos más significados que los que aparentemente quieren mostrar, la del petardo, por ejemplo, que se posa sobre unas piezas de asfalto, esconden un secreto: visto desde arriba, ese trozo negro es la silueta del mapa de Siria; también tiene truco el teléfono que está anotado en una servilleta con un beso; y ese corazón atravesado por un expendedor de números, como el del supermercado o ese llavero gigante, cuyo mecanismo funciona, porque Rabuñal así lo quiso; el calcetín dentro de la zapatilla; la genialidad de ver en un trozo de piedra un iPhone y un cigarrillo aplastado, en el que se puede ver hasta la nicotina del filtro.

La siguiente artista de la muestra es Pilar Cancio, que trabaja en tinta china y papel, pero que crea unos paisajes que parecen fotografías de un lugar que produce, cuando menos, inquietud. “Son paisajes de su memoria, de sus orígenes, son increíbles las sombras y las luces, porque la tinta china ofrece muy poco registro porque es un negro muy plano y para conseguir matices, tienes que echar más o menos aguas, usar un pincel u otro, pero ella domina la técnica tan bien que consigue hacer juegos de luces y sombras”, comenta Suárez, que puntualiza que, además, ella se inspira mucho en la música para poder crear sus obras en las que se puede ver el viento, el agua e, incluso, sentir el silencio.

Lara Pintos tiene una manera de trabajar muy parecida a la de Velázquez”, concluye Suárez, eso implica que conoce la técnica a la perfección y que la aplica como si fuese una fórmula matemática. Hay dos cuadros en la sala, uno en el que se puede ver un sillón y otro, a su lado, en el que hay una puerta entreabierta, quienes hayan ido alguna vez a la planta noble de María Pita y hayan entrado en el despacho de Alcaldía, podrán reconocer ese asiento y el pasillo.

En su obra utiliza su propia paleta de color, que se asemeja, según precisa Suárez, a la del Technicolor. “Elige cosas son muy poco pictóricas, como suelos feos, baldosas, alacenas de los años 70... Eso es durísimo de pintar, pero ella adora esa estética, le mete su paleta de colores y, como domina tanto la composición, sus cuadros funcionan”, relata Suárez, e introduce, además, con pequeños engaños, en los cortes de las obras para jugar con los espectadores, haciéndoles pensar que los lienzos se dividen en un punto, aunque compartan la misma tela.

“Hablar de uno mismo es siempre más complicado”, reconoce Manuel Suárez, cuando se enfrenta a sus obras colgadas en las paredes del Kiosco Alfonso. “Yo soy un pintor abstracto e informalista, la gran estimulación un pintor abstracto e informalista es la experimentación. Yo vengo de un trabajo matérico y abstracto y tuve que enlazarlo con la exploración de esta serie, que es sobre el mar, sobre el Atlántico, y el azul como pretexto”, relata Suárez que intentó exprimir el color azul al máximo para conseguir “una atmósfera tranquila”. Sus cuadros intentan “sintetizar” los paisajes que están en su retina. En sus piezas usa materiales como resina, lino o gasas que fuerza al máximo para que le den texturas, volúmenes y efectos que permitan que los espectadores se sumerjan en su mar.

Samuel Castro solo tiene una obra expuesta en esta muestra porque su manera de trabajar es muy diferente a la de los demás, él hace instalaciones de gran formato y, para esta ocasión eligió Pájaros de fuego, en el que tan importante es lo que se ve a primera vista como lo que queda más oculto, desde los engranajes que mueven las luces hasta el tiempo que tardan en moverse. “No quisimos oscurecer toda la sala para que se pudiese ver la parte mecánica y electrónica, porque para que el movimiento sea natural se necesita mucho trabajo”, relata Suárez, que invita al público a que se quede cuatro minutos porque en ese momento, todos los pájaros vuelan a la vez.

La última de las salas es la de Correa Corredoira, el más veterano de todos los artistas de la muestra. “Dicen que cuando eres viejo o rico puedes hacer lo que te dé la gana, pero Correa Corredoira hizo lo que le dio la gana, artísticamente hablando, siempre”, avanza Suárez, que anima a todos los visitantes a fijarse en qué superficie están hechas las pinturas, porque algunas de ellas nacieron sobre un amasijo de carteles publicitarios arrancados de las paredes.

“En esta muestra, él quiso reivindicar la figura de Francisco Miguel, coruñés fusilado en 1936 por la Guardia Civil, a quien le cortaron las manos y que, con las manos sangrando, y mientras su vida se apagaba, se dedicó a pintar con su sangre.

“Su obra es brutalista, es cárnica, él es un monstruo de la pintura y quiso rendir homenaje a Francisco Miguel con estos cuadros”, explica Suárez, que destaca que, con esta temática se puede ver claramente la “libertad absoluta” con la que cada uno de los autores creó sus obras, porque eligieron el tema que les obsesionaba en ese momento. En los cuadros de Correa Corredoira se divisan también influencias del Guernica de Picasso y de Caravaggio, periódicos y carteles que ayudan a completar sus obras.

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