Las secuelas que dejó la pandemia en las UCI

El internista Pablo Vidal defendió una tesis en la Universidade da Coruña sobre cómo vivieron el COVID: hasta el 20% de los médicos se planteó renunciar

El doctor Pablo Vidal, presidente de la Sociedade Galega de Medicina Intensiva.

El doctor Pablo Vidal, presidente de la Sociedade Galega de Medicina Intensiva. / / LA OPINIÓN

El miñense Pablo Vidal preside la Sociedade Galega de Medicina Intensiva, y el coronavirus lo cogió trabajando en la UCI de Ourense, donde tiene su puesto después de cinco años en el Chuac. Ahora acaba de defender una tesis en la Universidade da Coruña (UDC) en la que explica cómo afrontaron las unidades de medicina intensiva la pandemia: desde las primeras soluciones que aplicaron para salvar la vida a los pacientes, en un contexto en el que apenas había información del nuevo virus, a las secuelas que dejó entre los profesionales, que tuvieron que gestionar un número de pacientes doble de lo normal. En los hospitales de tamaño medio, de 200 a 500 camas, “el 20% de los profesionales se plantearon dejar su plaza”, indica, y la investigación se ha resentido.

La tesis tiene tres partes. La primera parte de la experiencia del propio Vidal en Ourense en la primera ola de la pandemia, en 2020. “Ahora se sabe que los corticoides mejoran la supervivencia de los pacientes, pero entonces no teníamos esa información, no se sabía lo que funcionaba y lo que no”, indica el doctor. Sin embargo, su unidad vio una publicación preliminar de Wuhan, el origen de la enfermedad, en la que sostenían que los enfermos que recibían este tratamiento tenían “mejor posibilidad de sobrevivir, y, consideramos que era un resultado más fiable que otros y decidimos utilizarlo”. La experiencia fue positiva: le aplicaron corticoides a los ingresados que necesitaban respiración asistida, y la oxigenación mejoró. “La mortalidad de la primera ola fue muy bajita, por debajo del 10%; nos sirvió”, resume el médico.

La segunda parte de la tesis se elaboró en un periodo más amplio, desde 2020 a finales de 2021, y con 182 pacientes, para resolver otra “de las dudas: si además de tratar el COVID había que tratar al paciente con antibióticos”, que no sirven contra el virus, pero sí contra las bacterias. Los médicos quisieron determinar, explica Vidal, qué porcentaje de pacientes que entraban en la UCI por COVID tenían además una infección bacteriana, algo sobre lo que había “porcentajes muy distintos”, según los estudios de referencia. En el que presentó en la tesis, Vidal determinó que el porcentaje llegaba al 34,1%.

Y “encontramos una cosa importante: que tener una coinfección era un factor de mortalidad muy importante”, independientemente de otros aspectos como la gravedad del COVID, la presencia de enfermedades crónicas o la necesidad de dar respiración asistida. Además, “en el ingreso no encontramos ninguna variable que permitiera saber quién tiene una infección bacteriana y quién no”, con lo que aplicaron la política de dar antibióticos a todo el mundo y retirarlo en días posteriores si los cultivos mostraban que no había presencia de patógenos.

En cuanto al tercer artículo, Vidal lo elaboró tras un año de COVID tras consultar a 246 doctores de medicina intensiva de 157 hospitales de toda España. Pretendía saber “cómo había afectado la pandemia a las unidades”, y “cuánta sobrecarga había habido”. Encontró que “se llegaron a atender casi el doble de pacientes de las camas que había antes de la pandemia”, y, aunque se logró comprar material, como respiradores, “lo que no se consiguió fue aumentar el personal: el mismo que había antes tuvo que atender al doble de pacientes”.

En general, los médicos de la UCI fueron los que “lideraron la asistencia y coordinaron los equipos”. En algunos hospitales colaboraron especialistas de diferentes unidades, mientras que en otros, simplemente, los médicos subieron sus horas de trabajo. En los hospitales de más de 500 camas el 10% de los intensivistas se planteó abandonar, y los de tamaño intermedio, de 200 a 500, se llegó a uno de cada cinco. En los más pequeños, menos afectados, “no hubo respuesta en este sentido”.

Caída de la investigación

En las UCI también se enseña e investiga, pero “la mayor parte” de los médicos que respondieron a la encuesta indican que estas actividades “se detuvieron, no había tiempo”. Esto tendrá, probablemente, repercusiones al medio plazo. “No lo hemos medido, pero la sensación que tenemos es que si se organiza un curso y antes iban 50 personas, ahora van la mitad”, explica Vidal.

“La gente quedó muy cansada, no está aún recuperada psicológicamente de lo que pasó”, señala el doctor, que añade que la sensación generalizada entre sus compañeros es que “la gente prioriza el descanso, estar con la familia, y parece que ha bajado el número de artículos que se envían a publicar a las revistas” científicas. “Son cosas que no se ven en el día a día” de la UCI, admite, pero “la gente no se ha recuperado”.

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