En Marbella se habla ‘koruño’

Movistar profundiza en el crimen organizado en Costa del Sol en una serie nacida de un reportaje de los periodistas coruñeses Arturo Lezcano y Nacho Carretero, responsables de la productora Ailalelo

Nacho Carretero y Arturo Lezcano, esta semana en A Coruña.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Nacho Carretero y Arturo Lezcano, esta semana en A Coruña. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / marta otero mayán

“Veo más a Arturo que a mi novia”, resume el periodista Nacho Carretero. El aludido asiente a su lado. Lezcano y Carretero comparten un café en una terraza bajo un sol insólito en otro tiempo en A Coruña por estas fechas, que parece trasladarles al litoral marbellí. Allí se inserta la acción de la serie Marbella, producida por Movistar Plus, que hace realidad una pretensión que ambos empezaron a barruntar hace tres años: la de transformar investigaciones periodísticas de calado en ficciones—o no tanto— televisivas. Para ello, pusieron a rodar la productora Ailalelo: todo el rigor del mejor periodismo con la espectacularización cinematográfica suficiente para enganchar al menos iniciado. Justo lo que faltaba en el mercado audiovisual español, tímido en exceso en algunas ocasiones.

“Era algo que estaba latente, pero nadie se había atrevido. A lo mejor desde el periodismo no nos atrevíamos a traspasar esa línea. La industria audiovisual es lo que es, y al final los periodistas ocupan su lugar, un poco como asesores. Sabíamos que esa apuesta iba a ser dura, pero había interés genuino de la gente”, cuenta Lezcano. En pleno auge del formato true crime y de las ficciones televisivas enraizadas en historias reales del mundo del corazón o los sucesos, los dos coruñeses decidieron desplazar el rol de observadores, tradicionalmente asignado a los periodistas. “Hay series americanas, francesas, italianas o latinoamericanas que tratan asuntos reales suyos, que tenían muy buena acogida. Aquí faltaba iniciativa. El detonante es que, desde el periodismo, haya gente que se incorpore a la elaboración de este tipo de proyectos que interesan a la gente. Es más, ya no es que solo interesen, sino que hay un nicho de gente que, si no tiene un contexto reconocible, le hace perder interés”, señala Carretero.

Ailalelo nació como bisagra para hacer ese nexo entre reporterismo y audiovisual, y Marbella lo hace como su primera estación final. La serie recorre, de la mano de Beto Marini y Dani de la Torre, el micromundo de delincuencia organizada que se ha esparcido por la Costa del Sol en las últimas décadas. Lo ha hecho a espaldas de la población española, que vive ajena al universo de criminalidad que se ha infiltrado, como un veneno silencioso, en una región litoral tan célebre ayer por su fiesta y su desenfreno con tintes decadentes.

Llevar a la pantalla un ecosistema que Lezcano y Carretero definieron, en el reportaje que sirve de base al guión, como “coworking” de delincuentes o “la ONU del crimen organizado” requiere algunas concesiones a la ficción, pero todavía más a la realidad. “Fuimos muy pesados. El resultado, efectivamente, lleva la firma de Dani y Beto, que es una dupla que da garantías para un producto audiovisual de ese tipo. No somos los apóstoles de la realidad, pero hubo que ‘bajar’ algunas cosas”, reconoce Lezcano. A partir de ahí, se construye el equilibrio entre dos mundos, realidad y ficción, que en otras épocas pudieron parecer inmiscibles, pero que, con los códigos de hoy, maridan mejor que nunca. No les inquietan las lecturas equivocadas, la romantización del universo criminal o la mirada aspiracional de algún espectador despistado. “Rendimos cuentas periodísticas sobre el producto periodístico. Sobre lo que es un producto de ficción, no hay que rendirlas. De todas formas, que un fenómeno se convierta casi en folclore no es una mala noticia necesariamente. La alternativa, a veces, es el silencio y el tabú. En Galicia lo sabíamos bien con el narcotráfico”, incide Carretero.

Algo de vocación tiene Marbella, con su estreno el próximo 2 de mayo, de acabar con el silencio que reinó hasta ahora sobre lo que ocurría en la Costa del Sol. Un mutismo que rompían a veces los ecos de algún tiroteo o un ajuste de cuentas recogidos en la crónica de sucesos de la prensa local, pero que la población, habitante de una tranquilidad paralela, había llegado a normalizar como incidentes aislados. Ellos decidieron convertir un goteo en una línea de puntos y seguirla hasta ver a dónde les llevaba. “No hay que estigmatizarla, pero tampoco se puede taparlo y decir que no pase nada en Marbella. Hasta ahora hubo una gran impunidad”, insiste Lezcano.

Es por ello que están más que prevenidos contra las posibles reacciones en contra, —las conoce de primera mano Carretero, autor de Fariña—. Les parecen incluso deseables si vienen de sus responsables gubernamentales, que hasta ahora dejaron crecer el monstruo. “Si se enfadan los políticos de Marbella, lo percibiré como una gran noticia. Llevan años sin dar respuesta a lo que está pasando en la ciudad. Si la administración se enfada, a lo mejor espabilan. Llevan demasiados años sin hacer nada”, insta Carretero.