Entrevista | Telmo Irureta Actor, hoy en A Coruña con 'Sexpiertos'

"No se juntan temas como sexo y discapacidad, se nos ve como niños o angelitos"

Telmo Irureta, en un momento de la acción de Sexpiertos

Telmo Irureta, en un momento de la acción de Sexpiertos / LOC

“Nosotros también existimos. Nosotros también follamos”, clamó el actor Telmo Irureta, en la ceremonia de los Premios Goya 2023. Subía al escenario a recoger el galardón a Mejor Actor Revelación por La consagración de la primavera, y aquel sincero alegato de un intérprete con parálisis cerebral poniendo palabras a su sexualidad sirvió para generar conversación sobre la infantilización a la que están sujetas las personas con discapacidad. Ahora sigue profundizando en el tema en la obra teatral Sexpiertos, de Tanttaka Teatroa, que llega hoy al Teatro Colón (20.30 horas) en el marco del Festival Corufest, para hablar de sexo, amor, miedos, inseguridades y de la visión del mundo de cada uno de los protagonistas, que pasan de desconocidos a confidentes.

Definen Sexpiertos como una comedia en silla de ruedas con un poco de drama.

Un poco de todo eso, como la vida. Tiene momento muy divertidos, momentos más tristes. Son dos chicos, un chico y una chica que se conocen en un ascensor. El ascensor se queda bloqueado, y se quedan mucho tiempo solos en un espacio muy pequeño. Te das cuenta de que eso da mucho juego. Hablan de miedos, de sueños y un poco de todo. Poco a poco, se van dando cuenta de que son bastante parecidos. Él tiene parálisis cerebral, y la chica no sabe mucho del tema de discapacidad, así que le pregunta cosas, tiene términos no muy adecuados, el otro no tiene ningún problema en explicarle que está equivocada. Él se da cuenta de que no es el único que tiene problemas, ella tiene los suyos. Vemos la parte más humana, cada uno tiene su mochila.

Eligen situar la acción en un ascensor, un espacio que, en el imaginario colectivo, está reservado para las conversaciones banales. ¿Es intencionado?

Sí. Dicen que en el ascensor se habla del tiempo, y nosotros hablamos de todo menos del tiempo. Hablamos de sexo, de amor, de sentirse deseado o querido.

Hizo historia en los Goya del año pasado, al recoger el premio y enunciar un alegato sobre la autonomía sexual de las personas con discapacidad. ¿Sigue habiendo incomodidad, o una postura excesivamente paternalista, cuando se habla de sexo y discapacidad?

Es un poco de todo. Paternalismo, desconocimiento, y también incomodidad. Hay cosas que no interesan. Cuando te toca a ti o ves a una persona en silla de ruedas, no es lo más atractivo o apetecible al comienzo. Luego le conoces y dices ¡ah! pues bien, igual te lo planteas, pero no es como un surfista que va con su tabla y sus mechas y ya te parece súper guay. Una silla no tiene ese punto guay, hay que buscar por otro lado, también para que se normalice. Igual ves a uno en silla y te parece que de cintura para abajo no siente nada. No siempre es así, somos diversos. Hay que preguntar, informarse y no tener miedo. El miedo nos aleja más.

El activismo de las personas con discapacidad ha conseguido poner el foco en las necesidades más inmediatas. El reto ahora es romper esa concepción de eterna minoría de edad que tienen las personas con discapacidad. ¿Se les sigue infantilizando?

Totalmente. Se nos ven como niños, como angelitos, o lo que sea, pero no te juntan temas como discapacidad y sexo, o muy pocas veces. Me gusta hacer la mezcla esa para seguir sorprendiendo un poco. Ponemos al público en silla de ruedas para que se acerquen a la realidad del personaje.

El público de las primeras filas sigue la obra en silla de ruedas. Cuando se vuelven a poner de pie, ¿qué han aprendido?

Te hace pensar. Entras y te colocas en un sitio distinto, y ya dices, uy, nunca me había sentado en una de estas. Ya vas dispuesto a ver qué te cuenta este personaje, lo que siente, lo que hace y lo que no hace. Creo que es una idea bastante bonita.

En el diálogo del ascensor, él se da cuenta de que ella también tiene sus problemas, aunque no tenga discapacidad física. ¿Quiere romper con la concepción de que el ‘pobrecito’ no solo es el que tiene una discapacidad visible?

Así es. No es uno más pobrecito que el otro, son los dos igual de pobrecitos e igual de sinvergüenzas. Se llevan muy bien, se vacilan, se enfadan, hay de todo.

¿Hay humor negro?

Mogollón. Pero negro, negro.

Últimamente, el humor negro crea algo de polémica.

A mí me encanta. Me gusta mucho lo políticamente incorrecto, sino vamos siempre con excesivo miedo de usar siempre las palabras adecuadas. Yo creo que eso no es tan importante. Hay miedo a no saber qué se dice, si discapacitado, persona con discapacidad, minusválido, diversidad funcional, capacidades diferentes... yo digo, dilo con cariño y con respeto y ya está, da igual, no me voy a enfadar. Lo que quiero es que me adaptes las aceras y las escaleras. Menos palabras y más sensibilidad.

¿Qué tal respira el audiovisual en ese sentido? Reivindicó muchas veces un cine y una televisión más inclusivas.

Vamos poco a poco. Ahora somos más visibles, pero aún queda mucho camino, porque aun no ha llegado a normalizarse el tema. Si eres discapacitado, ese es el tema principal, te llaman para hacer de minusválido. Los personajes hablan también de eso, de la discapacidad. Antes pasaba con la homosexualidad: como era algo más nuevo, el personaje que era gay, era gay y nada más. Ahora el personaje puede ser gay, y, aparte de gay, puede ser otra cosa. Para que el discapacitado pueda ser también otra cosa, todavía tiene que hablarse mucho de discapacidad. Tengo que hacer muchos muchos personajes para que unos hablen de discapacidad y otros, no.