La Ciudad que viví

Los años de veraneo junto al mar en As Xubias

Nací en la casa de mis abuelos en ese núcleo marinero, al que iba a pasar los meses de calor y en el que disfrutaba especialmente de la fiesta de la Virgen del Carmen

La autora, con su madre y sus hermanos.  | / L. O.

La autora, con su madre y sus hermanos. | / L. O. / María Jesús López Pérez

María Jesús López Pérez

Nací en As Xubias de Abaixo en la casa de mis abuelos maternos, Pepe y Lola, donde viví hasta los cuatro años, momento en que mis padres, Pepe y Ermitas, decidieron trasladarse al final de la avenida de Hércules cuando esa zona todavía estaba empezando a urbanizarse. En mi familia fuimos seis hermanos, de los que ya solo quedamos Fátima y yo.

María Jesús, en una imagen de su infancia en As Xubias.  | / L. O.

María Jesús, con su tía y un hermano en as Xubias. / La Opinión

Mi primer colegio fue el Cervantes, en el que estudié hasta los doce años, edad en la que pasé al instituto Femenino, en la plaza de Pontevedra, para hacer el Bachillerato. Al terminarlo empecé a trabajar en El Corte Inglés en el momento en que abrió, lo que para mí era un lujo porque estaba considerado como uno de los mejores centros comerciales de España. Estuve trabajando una década en la sección de electrodomésticos, hasta que tuve que dejarlo por razones familiares tras casarme con Carlos y tener dos hijos, Carlos y Sergio, por lo que formé parte de la asociación de padres y madres del colegio Sal Lence, en Os Castros, donde nos vinimos a vivir después de casarnos.

Los años de veraneo junto al mar en As Xubias

La autora, en As Xubias en una imagen de su infancia. / La Opinión

Años antes fui voluntaria de Cruz Roja Juventud, en la que nos dedicábamos a sacar a pasear a personas con lesiones medulares o a mayores que vivían solos y les acompañábamos para solucionar problemas y a todo lo que necesitaran. Fue una etapa muy interesante para mí porque siempre me gustó ayudar a los mayores.

Mi infancia comenzó en el barrio de Monte Alto, ya que allí hice mi primera pandilla de amigas de la calle y luego del colegio y el instituto. Con todas ellas disfruté mucho jugando en la calle a la mariola, la cuerda, el corre que te pillo o las bolas tanto entre nosotras como con los niños. La mayoría de las veces jugábamos en el Campo de Marte, que siempre estaba abarrotado de grupos de niños y niñas, ya que la verdad es que nunca teníamos prisa por volver a casa.

A partir de los quince años mis padres me dejaron bajar al centro los domingos y festivos con mis amigas, por lo que por las mañanas nos dedicábamos a pasear por la calle Real y los Cantones para ver a los chicos y por la tarde íbamos a los cines. Nuestro punto de encuentro eran los soportales del cine Avenida y del teatro Rosalía de Castro, ya que cuando llovía eran el lugar en el que se refugiaba la gente.

A las chicas siempre nos ponían un horario fijo para volver a casa que eran los ocho o nueve de la noche. Algunas veces íbamos a los guateques que se hacían en el instituto con un viejo tocadiscos y a los que llevábamos discos de los grupos españoles que estaban de moda.

El verano casi siempre lo pasaba en As Xubias en casa de mi abuela, donde lo pasaba muy bien con las amigas que vivían allí. Los fines de semana llegaban cientos de familias cargadas con sus enseres y comidas para pasar el día en la playa de Santa Cristina o en la barra donde estaba la antigua cetárea.

Para atravesar la ría estaban las lanchas de remos de los hermanos conocidos como Los Rubios, que se dedicaban a pasar a la gente en verano. Mi abuela y yo disfrutábamos mucho cuando se celebraba la fiesta de la Virgen del Carmen. La imagen que se llevaba en la procesión la había comprado mi madre para ponerla en la capilla del colegio de As Xubias y hoy en día es la que sale en la procesión marítima que organiza el Club Marítima O Puntal y que hace el recorrido hasta As Xubias, donde la reciben con la Salve marinera y fuegos artificiales. Esa imagen siempre la acompañaba mi hermano José, quien falleció el año pasado y que trabajaba de celador en el Chuac, donde todos lo conocían como el Ojitos.

Desde hace unos años me dedico a llevar una librería en el barrio de Os Castros llamada Susanna y también me reúno con un grupo de amigas de esta zona para no perder su amistad y la de los muchos clientes que me hacen feliz por lo que bien que se portan conmigo, por lo que espero seguir con este negocio mientras pueda.

Testimonio recogido por Luis Longueira

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