Un clásico con agujas millenial

Alejandro Freire, de 32 años, rejuvenece el oficio del sastre desde su taller de A Falperra: “Mi estilo es muy académico”

Alejandro freire, sastre coruñés

Alejandro freire, sastre coruñés / Iago López

Cuello perfectamente ajustado a la nuca. Solapas anchas, derecha e izquierda en equilibrio y aperturas cerradas sobre la espalda. De un traje perfectamente confeccionado a medida emergen unas manos completamente tatuadas, que trabajan con maestría en una máquina de coser. Es la primera imagen que ofrece Alejandro Freire, un sastre coruñés que, a sus 32 años, rejuvenece un oficio que ya hay quien declara en extinción y que, por encima de su estética rompedora, se considera un clásico.

Detalle de las manos de Alejandro Freire

Detalle de las manos de Alejandro Freire / Iago López

“La imagen de un sastre se suele asociar a la de una persona mayor, más seria. Aunque no lo parezca por los tatuajes, pienso que mi estilo es clásico, académico”, justifica. Freire se formó en moda e hizo sus prácticas en una sastrería en Madrid, y, aunque más tarde trabajó confeccionando pantalones vaqueros y otros registros más informales, siempre supo que lo suyo era el traje. Dicho y hecho: A su regreso a A Coruña montó su propio taller en A Falperra, de donde salen piezas a medida para aquellos que todavía quieren invertir en un trabajo artesano. Los que lo hacen, salen contentos. No tiene un público masivo, ni falta que hace. Son gajes del oficio, al fin y al cabo. “Los que quedamos dedicándonos a esto lo hacemos por pasión. El cliente que viene sabe que va a pagar más, no viene pensando en ahorrar, porque cada traje son alrededor de 18 días de trabajo. Así tiene que ser, sino perdería su esencia. Los trajes que hago son específicamente para el cliente, y puedo vivir de esto”, revela Freire.

Entre sus roles, además de tomar medidas, diseñar y coser, está aconsejar a cada persona que traspasa el umbral de su taller sobre el tipo de prenda que se ajusta mejor a su estilo y a su constitución. Él, por su parte, tiene claras sus preferencias. “Intento expresarme lo menos posible con mi diseño. Siento que los diseñadores de hoy en día vuelcan demasiado sus expresiones en la ropa, lo que no acaba de encajar demasiado con el cliente a veces. Intento ser el mejor en acabados, en patrones, en fitting y en ese tipo de detalles”, relata. Su estilo remite más a los felices años 20 que al vanguardismo posterior. Tampoco escatima en tela ni racanea con las tallas. Las estrecheces son cosa del pasado reciente: el oversize es el que manda hoy en el armario. También en su taller. “Lo que define lo que yo hago es la cantidad de tela. Cuando empezó el fast fashion era una época más militarizada, la ropa era muy ajustada porque se tendía a ahorrar en tela. Lo mío es todo lo contrario, me inspiro en la bonanza de los años 20, con trajes más separados del cuerpo, sin ahorro en tela, con ese aire de lujo y ostentación”, explica.

El sastre, con algunos de sus patrones

El sastre, con algunos de sus patrones / Iago López

Su oficio es una anomalía en un mundo de moda rápida y producción en cadena, pero últimamente ha atraído la atención de multitud de curiosos hacia sus redes sociales, donde ha comenzado a divulgar sobre las peculiaridades de su actividad. En su cuenta de Instagram, @a.freire_es, explica cómo montar un chaleco, muestra el nacimiento de un bolsillo o ilustra sobre conceptos como la sprezzatura. Un vídeo en el que desvela errores comunes en patronaje acumula más de 44.000 Me gusta, y otro sobre la más que específica tarea de montar un ojal, va camino de los 10.000. “Lo de las redes sociales fue casualidad. Me di cuenta de que a la gente le podía interesar el proceso, la parte bonita. Me lancé a grabar contenido, que es más divulgativo que pedagógico. Intento darle un toque de misterio para que a la gente le interese”, cuenta el sastre, que se encuentra trabajando en una nueva colección en su taller, de la que adelanta que será “una extensión de mí mismo”, y con la que dará el salto a los años 80. “Porte suelto, solapas anchas, mangas largas. Será un cachito de mí, lo que yo me pondría todos los días”, adelanta.