La Opinión de A Coruña

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La “sala de estar” de Monte Alto cumple 25 años

Las tres trabajadoras de la biblioteca municipal que permanecen desde su apertura destacan su integración en la vida del barrio

Kiki Gómez, Alicia Barral y Chus Teijo, en la biblioteca de Monte Alto. Carlos Pardellas

El pasado día 3 la biblioteca municipal de Monte Alto cumplió 25 años de actividad, en los que casi 14.000 lectores han sido socios. En este tiempo se han prestado 1,2 millones de fondos y 24.000 personas han participado en sus iniciativas, lo que revela la trascendencia que ha tenido para el barrio. Para festejar este aniversario, hoy a las 19.00 horas habrá una charla titulada 25 anos facendo barrio que estará dirigida por Xurxo Souto, tras la que se estrenará un documental que lleva ese mismo nombre.

Tres de las actuales trabajadoras de la biblioteca —Chus Teijo, Kiki Gómez y Alicia Barral— fueron de las primeras que iniciaron la actividad de la biblioteca en 1999, a la que llegaron desde la del Fórum Metropolitano, donde prestaban sus servicios hasta entonces. “Cuando inauguraron esta nos pareció un reto porque era un barrio que no teníamos muy controlado, por lo que fue una aventura”, explica Teijo, quien destaca que fue “la primera biblioteca municipal de A Coruña que estuvo informatizada totalmente y además tenía ordenadores para el público, cuando en aquella época eran pocas las que los tenían”.

Aunque Monte Alto ya contaba con la biblioteca de la asociación de vecinos, a la que le conceden un “mérito enorme por el momento en que la montaron”, la apertura de la municipal supuso un acontecimiento para el barrio, según destacan. “Entrar aquí era un lujo por los colores y la decoración, por lo que nos había gustado muchísimo, aunque tuvimos mucho trabajo porque no había nada ni estanterías ni carteles y tuvimos que poner el código de barras a los libros, pero estábamos muy ilusionadas”, recuerda Kiki Gómez.

“Lo que me llamó la atención fue el barrio, porque es muy genuino y cambió mucho el tipo de gente al que estábamos acostumbradas en el Fórum”, señala Alicia Barral, quien comenta que “el ambiente era muy familiar, porque un señor entró en bata y zapatillas con el libro debajo del brazo para devolverlo. “Lo que priorizamos es la relación con la gente porque es lo que le da sentido a una instalación de este tipo”, apunta Teijo sobre ese tipo de situaciones, a lo que añade que los usuarios de la biblioteca “son muy receptivos, se apuntan a un bombardeo y son muy agradecidos”.

La magia de la biblioteca

Sobre los inicios de la biblioteca menciona que en la entrada había unos sofás y máquinas de bebidas y que para los vecinos este centro “era como la sala de estar de su casa”, por lo que considera que “la magia de esta biblioteca es la relación que conseguimos establecer con el barrio”. Hay que tener en cuenta que este centro ofrece muchos más servicios de lo que podría pensarse, como el de atención tecnológica para aprender a usar un ordenador o un teléfono móvil, destinado a personas mayores o migrantes, los cursos de informática, la colaboración con los servicios sociales del Concello que se encuentran en otra planta del edificio e incluso el asesoramiento sobre empleo que se ofreció a los menores en los que se apreciaron sus dificultades escolares y que hacían consultas sobre esta cuestión.

Un cuarto de siglo es un periodo de tiempo en el que se puede comprobar la evolución que se ha producido en la sociedad a causa de los avances tecnológicos. A pesar de que hace unos años muchos vaticinaban el final de los libros como soporte para leer, la experiencia de estas tres bibliotecarias es que ese fenómeno no se va producir a corto plazo. “Hay un descenso en el uso de los libros pero no de la literatura”, advierte Alicia Barral, quien detalla que cuando llegan las visitas de los institutos preguntan a los alumnos en qué soporte leen. “Pensamos que va a ser en digital y todos prefieren hacerlo en papel”, señala, aunque reconoce que “hubo un descenso en el libro informativo porque la gente prefiere buscar las cosas en internet, la gente ya no usa una enciclopedia o un diccionario”, lo que ha hecho descender el número de este tipo de libros en la biblioteca. Pero Kiki Gómez destaca que todavía hay muchos usuarios que leen el periódico en papel en la biblioteca, a la que acuden a diario para hacerlo.

La función del personal del centro no se limita a entregar y recibir los libros, sino que los usuarios consultan y solicitan asesoramiento sobre lo que pueden leer. “Nos consultan a menudo porque buscan algo en concreto o porque están perdidos y no saben qué elegir”, explica Alicia, a lo que se suma que muchos libros tienen adosada una pegatina con la leyenda Recomendamos. La amplitud de los temas sobre los que se pide consulta hace que cada una de las trabajadoras de la biblioteca se especialice en aquellos que más les gustan para tratar de atender las demandas de los usuarios, ya que la oferta editorial es además amplísima. Pero esta relación va en los dos sentidos, ya que los lectores también sugieren libros y las bibliotecas municipales cuentan también con un servicio de sugerencias en el que casi todas las realizadas se aceptan.

Sobre las anécdotas vividas en un cuarto de siglo, Kiki recuerda el caso del joven que debía devolver un libro y al estar cerrado el edificio se coló por una puerta de emergencia, mientras que Chus menciona la del hombre que “vio como lo más natural del mundo ponerse a cortarse las uñas de los pies en la zona de la hemeroteca”. También cita la presencia masiva de niños de los arcones de Orillamar “que venían los niños a escuchar discos de Camarón y se ponían a cantar y bailar, mientras que Alicia destaca el caso de un antiguo vecino del barrio que marchó a Estados Unidos y al morir donó unos libros de cómics de temática social con la única condición de que pusiera en ellos que habían sido una contribución suya.

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