Le quedan pocas cosas por hacer en el mundo de la música, pero el caso es que cada vez que hace algo, sorprende. En este disco de Miguel Ríos podemos escuchar desde duetos con Los Secretos (Ojos de gata), Carlos Segarra (Mía) o Ariel Rot (Lo siento, Frank) a interpretaciones de textos de poetas como Ángel González (Donde pongo la vida pongo el fuego, con música de Pedro Guerra) y Pablo Neruda (Oda a la tristeza), pasando por un inédito de Quique González (Restos de stock), la canción que expresamente compuso para él Carlos Raya, Memorias de la carretera, o la osadía de atreverse con Princesa,de Joaquín Sabina.

-¿Cambia el modo de enfrentarse a una canción por el hecho de que antes ya se haya popularizado en la intepretación de otro?

-La canción es independiente de quien la haga y de quien la cante. Cuando yo decido interpretar una canción, cuando quiero hacerla mía, se debe a que tiene algo que ver conmigo, a que veo reflejado algún aspecto de mi vida en ella. En algunos casos, claro está, hay que tirar de oficio, recurrir a la técnica, pero yo soy de los que piensan que una canción tiene que pedirte que la cantes.

-Pero es que hay canciones que están muy vinculadas a su intérprete original. Por ejemplo, Princesa.

-La verdad es que Sabina marca las canciones de una forma brutal y salir airoso de un tema suyo es siempre muy difícil. Pero en el caso de Princesa no se trata de una canción que yo escogiese para cantarla sino que procede de un programa de televisión donde varios nos intercambiamos canciones entre nosotros. De todas formas, conste que yo creo que a estas alturas tengo la suficiente autoridad como para poder interpretar cualquier canción sin destrozarla.

-Los dúos, y aquí hay unos cuantos, se han puesto muy de moda. ¿Qué aporta?

-Se han puesto de moda, sí, pero es algo que se ha hecho desde que existe la música. Es una manera muy normal de compartir una canción con un compañero y, por encima de todo, de demostrar al público que somos capaces de estar juntos y de que cada uno aporte sus matices para enriquecer una canción.

- ¿Hay guiños a la nostalgia en Solo...?

-No, yo soy antinostálgico porque a mí me parece que la nostalgia es un sentimiento para viejos y yo....¡ja, ja! aún no soy viejo, sino mayor. A mí no me gusta mirar atrás y siempre he sostenido que cualquier tiempo pasado fue peor incluso en los mejores momentos de mi biografía. Lo bueno está aquí y ahora.

-Pero fuiste tú mismo quien cantó aquello de Los viejos rockeros nunca mueren. ¿No está un poco harto de que cada vez que se escucha tu nombre luego venga detrás lo de si padre, y ahora abuelo, del rock español?

-Harto no, es lo que he buscado toda mi vida. Lo que ocurre es que el rock español ya tiene muchos padres y abuelos. Aunque tenga edad para ello, arrogarme la paternidad del rock en España sería muy pretencioso de mi parte. Tú nunca me habrás escuchado decir que yo fuese el padre o el abuelo de nada ni de nadie, así que las cosas que oigas de otras bocas no las pongas en la mía. Hace muchísimos años que distingo entre lo que yo soy y lo que la gente dice que soy, para lo bueno y para lo malo.

-Hablando metafóricamente, pues, lo cierto es que de padre ha pasado a ser abuelo del rock en España. Y ya se sabe que los abuelos miman más a sus nietos que a sus hijos. ¿Qué impresión le causa lo que están haciendo los nietos del rock and roll?

-Tienes razón, porque encima es que la gente que me siguió a mí es la que se encargó de matar al padre, ¡ja, ja! Siguiéndote la metáfora, te diré que yo tengo muy buena opinión de mis hijos, pero me parece que mis nietos tocan mucho mejor. Tienen mucha más información y son muy buenos, pero lamentablemente para ellos está resultando que hasta les cuesta encontrar sitios donde actuar. Y a lo mejor eso es culpa de sus padres, es decir, de mis hijos, ¡ja, ja! Conste que es una metáfora ¿eh? A fin de cuentas, como ha ocurrido casi siempre, el sino de estos chavales es resistir, esperar a que escampe e inventarse ellos mismos las fórmulas para seguir adelante.

-Personalmente opino que la gira de Rock & Ríos todavía no ha sido superada. ¿A día de hoy te gustaría repetir aquella experiencia?

-Es que creo que ya no tengo energía para hacer otro Rock & Ríos. Yo procuro ser un tipo coherente y a lo mejor sí que podría hacer otra gira por aquel estilo, pero eso sería repetirse, y a mí no me gustan las repeticiones. Como te he dicho antes, para mí el pasado no es un plato de buen gusto, no te soluciona el día a día.

-¿Y está de acuerdo en esa opinión?

-Bueno, yo más bien diría que aquel fue uno de mis mejores discos, pero no me atrevería a asegurar si se ha superado o no. Total ¡qué más da! A estas alturas, lo que me interesa de mi oficio no es tanto el qué dirán como el qué diré, o sea, lo que yo pienso de mí mismo, de mi calidad. Si hay algo que me preocupa es no estar a la altura de mí mismo.

-No sé como preguntárse- lo...Después de tantos años: ¿Le queda alguna asignatura pendiente?

-No, no me parece que tenga alguna asignatura pendiente porque aquí no se trata de pasar exámenes.

-De otra manera, entonces, ¿tiene todavía en su cabeza un proyecto ilusionante, del tipo Rock & Ríos, El rock de una noche de verano, Rock en el ruedo....?

-Siempre queda algo, pero en el momento actual para mí lo más ilusionante es tocar, simplemente volver a tocar y hacerlo de la forma más digna, como digno es este disco, vaya.

"El artista debe contar lo que pasa"

-Vayamos con esto de la crisis. Las crisis económicas suelen propiciar las explosiones imaginativas de los artistas, las edades de oro. ¿Cree que ocurrirá igual con la que padecemos?

-No tengo ni idea, porque ésta es una crisis del sistema y entonces, bueno, lo que sí puede pasar es que empuje a muchos artistas a no escaquearse y a tomar partido. Eso sería un síntoma importante de que el arte está contando lo que pasa en su tiempo, y esa es una de las cosas que quizás echásemos en falta en los últimos años de bonanza económica... Porque, claro, ahora resulta que nos percatamos de que existe muchísima gente que lo pasa muy mal en España y en el mundo, pero eso es algo que ya existía antes de la crisis y de lo que ya teníamos que habernos dado cuenta antes.

-La que sí está en crisis, y desde hace ya bastantes años, es la industria de la música.. "¿Qué hacer?", que diría Lenin.

-No lo sé. Lo que sí sé es que estamos ante un fin de ciclo. Y fue la propia industria discográfica la que decidió tirar por la borda el único valor que ellos tenían, que era el máster, la irreproductibilidad gratuita de su producto. Pero a mí me preocupan más los músicos que la industria musical, y lo cierto es que esta crisis ha convertido a los músicos en general, y a los más jóvenes muy especialmente, en seres sin futuro mientras no se establezca definitivamente el nuevo soporte de la música, que se supone que será el cibernético. No obstante, mientras eso no ocurra, y más en este país de Rinconete y Cortadillo donde todos somos maestros en picaresca, los músicos lo van a pasar muy mal.

-Esto está muy relacionado con el asunto de los derechos de autor. Es muy fácil criticar a la SGAE, sí, pero ¿no es verdad que ustedes, los artistas, tendrían que haber dado más la cara, y sobre todo frente a colegas que con una mano cobran abundantes sumas en concepto de derechos y, con la otra, ponen a parir a la sociedad de autores.

-Yo he militado un poco en eso, pero confieso que he terminado por replegarme ante lo inútil del esfuerzo. La SGAE tiene un núcleo directivo, una gente que vive de eso y que, por tanto, es la que tiene que dar la cara. Aunque sí que es cierto lo que dices, que nosotros teníamos que haber dado más la cara, teníamos que haber aprendido de los obreros de Altos Hornos o de los Astilleros: salir a la calle y romper farolas, pero como fuimos muy cobardicas se nos ha pasado factura, y hemos perdido un oficio por pusilánimes y no salir a la calle cuando deberíamos haberlo hecho. El gran error de la SGAE, y de nosotros mismos, es no haber sabido contarle a la sociedad que de esto viven cientos de miles de personas, de los cuales sólo unos pocos somos músicos.