Ricardo Gil Lavedra, juez en el proceso a las Juntas argentinas de 1985: “La realidad es mejor que lo que inventaron los guionistas”

El abogado, juez y político argentino Ricardo Gil Lavedra en Madrid.

El abogado, juez y político argentino Ricardo Gil Lavedra en Madrid.

Juan Cruz

Juan Cruz

Ricardo Gil Lavedra es ahora un ciudadano de 73 años que, en 1985, fue uno de los jueces más jóvenes que abordó la abrumadora tarea de estar entre los seis letrados que juzgaron a las Juntas Militares argentinas.

En la fotografía que ilustra la portada del libro que acaba de publicar en Argentina y en España (La hermandad de los astronautas. El juicio a las Juntas Argentinas por dentro, Debate) es aquel joven que posa como parte del tribunal al que se tuvo que convencer Julio Strassera, el fiscal que ahora pasa a la historia, también, por ser el protagonista mayor de la película Argentina 1985 en la que Ricardo Darín lo encarna como un fumador empedernido y como un ciudadano que asumió lo imposible: juzgar a quienes habían sido arrogantes criminales que usaron el poder para someter a un pueblo.

En esa foto aquel Gil Lavedra joven, de bigote descendente, corbata a rayas blancas y rojas, camisa clara y traje oscuro, mira hacia adelante como quien espera una pregunta. Despejada la respuesta al final de sesiones que fueron tensas como una batalla en el mar, y años después de que todo fuera el final de una pesadilla, ha escrito este libro cuando ya es hombre de barba blanca, vestido como un caballero que está de viaje y que en el curso de éste responde preguntas sobre aquella inmensa tarea que, en el libro, acaba con una comida de fraternidad con sus colegas y con los fiscales que tuvieron la misión, por ejemplo, de condenar a la pena mayor al principal de aquellos dictadores, Jorge Rafael VidelaTras el juicio fue, entre otros cargos o encargos, ministro de Justicia de Raúl Alfonsín (de la Unión Cívica Radical). Como abogado en ejercicio tuvo, entre otros clientes, a Diego Armando Maradona. Hablamos con él en un hotel de Madrid. No rehúye pregunta alguna y te mira como en la portada del libro, un joven esperando preguntas.

P. ¿Cómo vivió como ciudadano, no como juez, el que pudiéramos decir que es el episodio negro argentino más reciente?

R. Bueno, nos habían acostumbrado a no mirar el pasado porque eso significaba reabrir heridas, y que había que mirar para adelante: lo pasado pisado, y ya. Lo lógico era que el presidente Raúl Alfonsín hubiera seguido esa tendencia, pero dijo que no y tomó una decisión difícil: juzgar a los militares de la dictadura.

P. ¿Cómo llegó Argentina a ser una dictadura?

R. En la Guerra Fría fueron apareciendo grupos insurgentes en toda Latinoamérica que cometían atentados, secuestros, asesinatos… para desestabilizar al gobierno y alcanzar el poder. Yo no estoy de acuerdo en reivindicar esas luchas, porque sería reivindicar la violencia. En Argentina, durante el gobierno de Perón, se le dieron varias facultades a las fuerzas armadas para combatirlas, pero dentro de la ley. Luego, con la excusa de combatir el terrorismo, los militares destituyeron al gobierno peronista. Lo que querían era el poder político y, desde la cima del poder político, instituyeron el secuestro de cualquier sospechoso de ser terrorista, llevarlo a un lugar de detención, torturarlo para sacarle información y luego meterlo preso o asesinarlo. Y todo en el más absoluto secreto y mintiéndole a los familiares. Tiraban a la gente al mar o los metían en fosas comunes. Terrible. ¿Cómo era posible que el Estado, que era la Junta Militar, pudiera hacer eso? Gravísimo. Los jueces les preguntaban a los militares si tenían a tal o cual persona y respondían que no. Y el juez no podía hacer nada, aunque tuviera sospechas. A los familiares que iban a preguntar por sus seres queridos los hacían ir al Ministerio del Interior y los sumergían en un montón de trámites burocráticos que los mareaban y no servían para nada. En 1983, los partidos políticos piden una salida democrática y le piden a la Junta Militar la lista de los desaparecidos. Sólo eso, no querían juzgarlos.

P. Luego Alfonsín sí se atrevió.

R. Sí. No sé por qué, pero se atrevió. Alfonsín pensó que la democracia necesitaba resolver eso. Pero hacerles un juicio civil a los militares podía poner en peligro la Transición. Así que dijo: que se juzguen a sí mismos. Eso fue lo primero que planteó en el Congreso pero ahí, en el Congreso, las cosas fueron cambiando hasta que desembocaron en lo que ya sabemos. Es que Alfonsín era un gran demócrata y para él era inadmisible no responsabilizar a quien causó todo aquello.

P. ¿Y todo se debe a Alfonsín?

R. Bueno, yo creo que a él se le debe que dio lugar a todo el proceso.

P. Pero ahora en la película Argentina 1985 resulta que no aparece Alfonsín.

R. Es que sin Alfonsín no hubiera habido juicio, y en la película todo se presenta como si el proceso sólo hubiera sido una consecuencia natural. Ah, y que la condena se sostiene por la labor épica de los fiscales. En realidad, el juicio fue la sucesión de muchos factores y acontecimientos en los que la fiscalía sólo es un segmento.

P. En La hermandad de los astronautas cuenta el clima, las decisiones y la camaradería entre jueces y fiscales.

R. Sí. Lo que yo quiero transmitir es que el juicio se explica por ser la obra colectiva de varios hombres que intervinieron en él. Pero… más que camaradería, yo diría que todos operamos poniendo ideas propias, y sabíamos que teníamos que ponernos de acuerdo.

P. ¿Cómo vivieron ustedes el proceso y su final?

R. El juicio quedó incrustado en la Transición argentina porque contribuyó a formar un consenso: nunca más una dictadura, nunca más la violencia, sí a la democracia. Y eso impulsó la igualdad de todos ante la ley. Incluso las personas más importantes tienen que responder por sus crímenes ante un juez.

P. ¿Cómo afrontaban los acusados las evidencias de sus actos atroces durante el juicio?

R. Tenían actitudes diferentes. Por ejemplo: Videla era muy respetuoso con el Tribunal, pero desconocía la competencia de éste. Él decía que podía ser juzgado, pero por militares. Había otros que eran muy desafiantes, que te miraban con sorna. Otros eran medio provocadores con sus expresiones. Otros tomaban notas. Ah, y Videla leía un libro: Las siete palabras de Cristo.

P. ¿Tuvieron algún gesto de arrepentimiento?

R. No. Es que… el torturador le hacía daño a los detenidos y luego llegaba a su casa, comía con la familia y le corregía los deberes a sus hijos. Yo creo que, en el fondo, pensaban que lo que hacían era salvar a la Patria, salvar a la Argentina del terrorismo.

P. ¿El poder político tuvo alguna injerencia en el juicio mientras se llevaba a cabo?

R. No. Parte del gobierno quería mantener la estrategia inicial de Alfonsín. Eso es cierto. Como que ante todo querían calmar los ánimos militares. Pero esa era sólo la opinión de algunos.

P. Pero en la película se evoca un encuentro con Alfonsín en el que se infiere que él quería rebajar el tono…

R. No. Eso es ficción. Hubo un encuentro con Alfonsín antes de que empezara el juicio. Alfonsín le dijo a Strassera: “Yo no tengo nada que encomendarle, sólo que no se vuelva loco.” Y Strassera le dijo: “Qué tarde presidente. Ya estoy loco”.

P. ¡Pues eso está mejor que lo que sale en la película!

R. La película está bien porque ha traído a la luz todo esto. Pero les faltó rigor histórico. No necesitaban inventar nada, la realidad es mejor que lo que inventaron los guionistas.

P. ¿Qué papel jugó el peronismo en la resolución del conflicto con los militares?

R. El peronismo tuvo facetas cambiantes. Antes de las elecciones, lo que el peronismo proponía era impunidad. En el Congreso, el peronismo acompañó la nulidad de la Ley de Amnistía y las reformas al código de justicia militar. Pero también se negó a que hubiera una comisión de la verdad. Después del juicio, el peronismo se puso de parte de Alfonsín. Así se movió. Pero como Alfonsín tuvo tres levantamientos militares, pues… bueno: sirvió que lo apoyaran. Porque apoyar a Alfonsín era apoyar la democracia. Pero luego, en la época de Menem, el peronismo indultó. Los procesos que habían quedado abiertos los indultó e indultó a los comandantes. Luego, con el kirchnerismo, el peronismo apoyó la reapertura de los juicios, que todavía están terminando. Bajaron un cuadro de Videla del Colegio Militar y le han cambiado el prólogo al Nunca Más [el informe emitido por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas durante la dictadura argentina] y han querido adueñarse del tema.

P. El Nunca más fue dirigido por Ernesto Sábato. ¿Qué cambios le hicieron al prólogo?

R. Reivindicar a los grupos armados que fueron combatidos por los militares. Los presentaron como actos de una juventud idealista. Pero los hechos son los hechos. Los asesinatos son los asesinatos. Decían que en el prólogo anterior se equiparaba el terrorismo anterior con lo que hicieron los militares y por supuesto que no es equiparable. El de los militares es terrorismo de Estado y lo anterior es delincuencia, sí. Pero… tampoco eran simples actos de la juventud idealista.

P. ¿Usted sintió miedo durante el juicio?

R. No, no tuve miedo personal. No me llegaron amenazas a mi casa, por ejemplo. No quise que me pusieran escoltas. ¡Nos dieron una pistola .45! Querían que la lleváramos encima. ¡Por supuesto que no! No. El único temor que sentía era que el juicio fracasara.

P. ¿Cuándo supo que eso no ocurriría?

R. Después de las primeras semanas del juicio. Después del primer mes, digamos, noté que teníamos las riendas. Ahí sentí que se podía. Pero la tarea era ciclópea, ¿no?

P. Pero luego llegó aquella cena que se extendió más allá de la madrugada con jueces y fiscales, tras el juicio…

R. Eso fue la catarsis: liberar la tensión acumulada durante tantas horas. Bebimos, bailamos, cantamos…

P. ¿Y redactaron la sentencia en una pizzería, como se ve en la película?

R. ¡Noooo! ¡Eso es Hollywood! Lo que ocurrió fue que después de horas de discutir y no ponernos de acuerdo, fuimos a comer a una pizzería y ahí ya apareció el acuerdo. Eso sí: ahí nos pusimos de acuerdo. Pero nada más.

P. ¿Cómo fue su carrera después de eso?

R. Por poco tiempo fui viceministro de Interior. Luego, cuando se acabó el gobierno de Alfonsín, continué ejerciendo de abogado. También estuve en el Comité contra la Tortura en Naciones Unidas. Fui Ministro de Justicia. Fui diputado. Pero… yo soy un abogado. Siempre he sido un abogado.

P. Y así tuvo como cliente a Diego Armando Maradona.

R. Bueno, entre otros tantos. Sí. Maradona era un buen tipo. Generoso, inteligente. Con mucha facilidad para comunicar. Aunque… bueno: arrastraba la drogadicción. El personaje terminó aplastando a la persona.

P. Usted fue con otros colegas suyos a contar ante colegas de Oslo la historia del juicio como un elemento capital de la historia de la defensa de los derechos humanos en el siglo XX.

R. Nosotros llevamos la grabación del juicio a Oslo, porque temíamos que ese material histórico se deteriorara. Llegamos y nos dieron un gran recibimiento, todas las altas autoridades nos agasajaron. Nos trataron como unos héroes. Ellos padecieron mucho la ocupación nazi y son muy sensibles con los derechos humanos. Bueno, pues ellos nos dieron la certificación del impacto internacional que habíamos tenido.

P. En España la película ha reavivado la idea de que aquí también hubiera sido necesario un juicio a la larga dictadura de Franco.

R. Es que cada país busca la mejor manera de afrontar su pasado. ¿Tenían que haber mirado el pasado o hacer lo que hicieron: mirar al futuro? No lo sé. Eso sólo lo pueden responder los españoles. Lo único que yo digo es: la verdad tiene un efecto reparador. Las heridas se cierran con la verdad. Nada más.

P. Ahora en Argentina hay otro juicio, el que se re realiza contra Cristina Kirchner, viuda del presidente Kirchner, expresidenta ella misma y ahora vicepresidenta del Gobierno argentino. Se dice que es una persecución política. ¿Usted cómo lo ve?

R. Yo no creo que haya una persecución política. Cristina, y cualquier ciudadano que sea juzgado, tiene derecho al debido proceso. Si ahí hay alguna alteración, tiene que resolverse. Pero no puedes decir que cuando te juzgan a ti es por persecución política y que cuando juzgan a los demás, no.