CRÍTICA

'El movimiento del cuerpo a través del espacio', de Lionel Shriver: más gimnasia, menos gimnasia

La escritora estadounidense añade otro retablo satírico de nuestras costumbres a una carrera marcada por su cruel ‘Tenemos que hablar de Kevin’

La escritora estadounidense Lionel Shriver.

La escritora estadounidense Lionel Shriver. / ELISENDA PONS

Gonzalo Torné

Si los matrimonios (entre otras muchas cosas) son sistemas de intercambio de energías, convengamos que en ocasiones los flujos de energía adoptan direcciones y voltajes distintos. Se dice a menudo que estos desajustes son beneficiosos porque "complementan" a los cónyuges, que los "contrarios se atraen", según reza el dicho o el tópico, pero no se puede discutir que en ocasiones estas diferencias amenazan con desestabilizar a la pareja.

Los protagonistas de la última novela de Lionel Shriver (Gastonia, 1957) -de caudaloso título: El movimiento del cuerpo a través del espacio, nada menos- llevan años conviviendo mientras mantienen una relación antagonista con su cuerpo, una diferencia que se ha mostrado complementaria y beneficiosa.

Remington Alabaster (acaricien la malicia del nombre) es el prototipo del hombre sedentario, sin la menor ansiedad por moldear su cuerpo ni por tonificarlo, despreocupado de su salud. Mientras que Serenata Terpsichore (sigan acariciando la malicia onomástica) es una adicta al ejercicio físico que ha distribuido sus energías físicas en varias disciplinas: la bicicleta, el jogging, la natación...

Relación con el cuerpo

Pero justo al cumplir ambos cónyuges los 60 años, este acuerdo ventajoso se altera de manera irremediable. No uno, sino ambos (Remington y Serenata) cambian del día a la mañana la relación con su cuerpo y sus aspiraciones sobre incrementar la "salud" a través del ejercicio físico, invirtiendo así las polaridades de su matrimonio.

Remington Alabaster pierde su empleo tras una enconada discusión con su nueva superiora y decide encauzar las energía de la frustración laboral en el deporte. Abandona el sedentarismo extremo donde estaba cómodamente instalado y se decide a preparar una maratón. Por su parte, Serenata Terpsichore (cómo resistirse a citar una vez más su nombre entero) recibe un diagnóstico letal en pago a su dedicación al dios del ejercicio físico: tiene artrosis.

Obligada Serenata a abandonar el deporte que era el centro de su vida y lanzado Remington a la obsesión por mejorar sus marcas, ambos temperamentos se alteran de manera irremediable. Serenata se amarga más de lo esperado mientras que Alabaster se pierde en el laberinto de espejos del narcisismo. ¿Sobrevivirá la pareja a este cambio de actitud, de personalidad, de hábitos de vida? ¿Y qué sacrificarán por el camino?

Prosa ágil

Esta alteración del campo magnético de la pareja produce situaciones cómicas, una tras otra, sustentadas en una prosa ágil, que recurre con frecuencia a diálogos agudos, muy bien construidos, por momentos sustitutivos de la "acción". La comicidad lanza sus dardos sobre uno de los dioses laicos de nuestro mundo mercantilista: el cultivo al cuerpo, el ejercicio físico, la entrega al sudor, que en no pocas ocasiones suscita problemas físicos y complicaciones psicológicas. 

El resultado es un retablo satírico de nuestras costumbres con el que Lioner Shriver prosigue una carrera marcada para siempre por su cruel y lúcido primer libro, Tenemos que hablar de Kevin, al que suele remitirse la memoria cuando suena o leemos el nombre de la autora. Una primera obra inolvidable que no debe hacer olvidar, que quizá con menos filo y desde luego en un tono más relajado, sigue escribiendo libros tan malévolos y lúcidos como divertidos.