La Opinión de A Coruña

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Diez años de la gloria olímpica

La coruñesa Sofía Toro se colgó el oro en los Juegos de Londres el 11 de agosto de 2012

Sofía Toro, ayer en el Náutico, con una foto de su llegada al aeropuerto con la medalla de oro de Londres 2012. Casteleiro/Roller Agencia

“Si lo pienso... aún me duelen los brazos”, recuerda Sofía Toro (A Coruña, 1990), tirando de memoria de hace diez años y situándose mentalmente en aquel 11 de agosto de 2012 en el que tocó el cielo con las manos, el día en el que se proclamó campeona olímpica de vela en Londres después de una apasionante final de la clase match race. “Solo fui a unos Juegos, pero la verdad es que viví una experiencia completa, del primer al último día. Pero el recibimiento en A Coruña fue lo mejor de todo. Me sacaron a hombros del aeropuerto y había muchísima gente. Ver a tanta gente tan feliz.... Todo el mundo estaba reconociendo el trabajo que había hecho durante tanto tiempo y eso es algo que un deportista vive muy pocas veces. Que me haya tocado a mí ha sido increíble”, valora una década después.

Sofía Tora, entre Támara Echegoyen y Ángela Pumariega. Efe

La coruñesa formaba parte de un equipo que pasó a la posteridad con el sobrenombre de Xiquitas Team. La ourensana Támara Echegoyen era la capitana y la asturiana Ángela Pumariega completaba la tripulación. Fueron de tapadas y dieron la gran sorpresa. “Para nosotras clasificarnos ya era una recompensa y cumplir un sueño. De hecho hasta abril no conseguimos cerrar la clasificación”, reconoce. “Ya en Londres íbamos a por todas, pero tranquilas y punto a punto. Yo creo que nos liberamos de la presión y habíamos trabajado muy bien, por lo que llegamos en nuestro mayor pico de forma y supimos navegar lo mejor que sabíamos los días que había que hacerlo”, explica.

La competición les salió perfecta. Pasaron el round robin, en el que todas las embarcaciones se enfrentaban entre sí. Se clasificaron para cuartos y vencieron a Francia con claridad para medirse a Rusia en semifinales, a la que batieron para meterse en la final y asegurarse una medalla. Aquello ya era mejor de lo que habían soñado. Pero el día de la final amaneció un día terrible en la bahía de Weymouth con 25 nudos de viento y unas condiciones durísimas. Justo lo que les perjudicaba, porque, aunque se habían preparado a conciencia los tres meses previos para mejorar su rendimiento en esas condiciones, su barco era muy ligero de peso. Y justo en lo que era especialista su rival: Australia.

“Yo pensaba, aunque no lo decía en alto, que a ver si no nos metían un 3-0, que ya que iba a ser la única vez que iba a salir por la tele que por lo menos pudiera disfrutar más la gente que nos estaba viendo. Pero al ganar la primera regata... todo cambió”, apunta. Australia se impuso en la segunda. La capitana oceánica se cayó en la tercera y permitió cierta relajación a la coruñesa y sus compañeras para volver a ponerse por delante, pero se recuperó en la cuarta y todo se decidió en el último y quinto punto: “Fue durísimo. Salgo en todas las fotos de las celebraciones estirando. Estaba derrotada. Los días de viento, en la posición en la que estaba yo, que llevaba las velas grandes, había que estar muy fuerte”.

Tenía 21 años, a punto de cumplir 22, y diez después, con otros éxitos mediante como el título mundial, está apartada de la competición. “Me siento muy afortunada de haber estado tanto tiempo en la elite. Pero te vas haciendo mayor y las prioridades cambian. Quería una estabilidad que la vela ya no me ofrecía”, expone. Y la encontró primero como profesora en la UCAM y ahora también como directora del Clúster Galego da Industria do Deporte e do Benestar: “Tenemos grandes retos como conseguir que dos millones de personas hagan deporte en Galicia y que se valore la industria del deporte como una parte importante de la economía de la comunidad”.

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