Riazor merecía regalarse una noche así, irse a la cama con la ilusión de que sea la primera de muchas. Fue una victoria para gritar, para liberarse, para quitarse el hollín emocional de tanto descenso y tanta pandemia. No había asientos vacíos ni gradas silenciosas. Caían los goles, sucumbía el Celta B en el lugar del crimen. Todo el deportivismo se frotaba los ojos entre tanto fútbol, tanta pegada. Los tantos se sucedían, mientras el equipo crecía y desplegaba una carta de presentación inmejorable del proyecto de Borja Jiménez. Miku, Quiles, Menudo, Doncel y Noel celebraban, lo hacía todo A Coruña, todo el deportivismo en una noche de verano en la que su estadio y su equipo volvieron a ser suyos de verdad.

Era un día de viejas sensaciones, de esperanza. Por lo nuevo, por lo recobrado. Ya en las horas previas al encuentro había camisetas blanquiazules por las calles de A Coruña y hormigueo en torno a un Riazor, que se disponía a ir recuperando su temperatura y su color prepandemia. Había muchas novedades en el once titular de Borja Jiménez, hasta un juvenil campeón como Trilli debutaba de inicio. El Dépor había soltado lastre este verano y la gente quería confirmar ese alivio por el peso que se había quitado de encima con fútbol, goles y una victoria.

Goles a discreción

Y llegaron pronto. Los goles. Justo cuando el Deportivo empezaba a carburar tras unos primeros minutos de tanteo, de cogerse la distancia, Juergen Elitim cogió la varita para no soltarla en un buen rato. Primero le filtró un pase a Miku, que fue pan comido para el venezolano con el meta a media salida. 1-0. Unos minutos después, aún con el bullicio de la primera rugida de Riazor, se repetía la jugada. Era el colombiano el que volvía a teledirigir un pase a donde más daño podía hacer a la cobertura celeste, aunque esta vez con un nuevo destinatario. Alberto Quiles, con suspense, hacía el 2-0. Riazor ni se lo creía. Era el fútbol, era su gente, era empezar a ahuyentar el fantasma del partido del Celta B de hace un año, ese que había hecho tanto daño, que había empezado a romper todo.

El Dépor golea al Celta B en Riazor

Los focos alumbraban a los goleadores, era inevitable, pero los que crecían en la escala de méritos eran Juergen Elitim y Borja Jiménez. El ex de la Ponferradina, tapado en verano por las lesiones, fue una de las grandes apuestas de la secretaría técnica y, en su primera titularidad, rompía el partido con dos genialidades. Quirúrgico. Fue su técnico el que lo vio ayer por delante de Juan Carlos Menudo, que parecía haberse hecho con el puesto, que se había convertido en el primer fichaje de este proyecto. Una piedra angular. Gran elección del entrenador abulense como acertado fue ese planteamiento de mover a su rival de lado a lado con la pelota, de darle amplitud al equipo, de enviar esos balones en profundidad para buscar las costuras de una defensa adelantada y bisoña.

El Dépor empezaba a dominar a placer, acariciaba incluso algún otro tanto, aunque no se libraba de que el Celta B estuviese a punto de recortar en un rechace mal orientado por Mackay. Carrique hacía diabluras por la derecha. Al equipo coruñés y a su gente poco les importaba. No eran solo los goles, eran las sensaciones de su equipo. Hubo momentos, pasada la media hora, en los que al filial le resultaba imposible salir de su campo. Ahogado. Estreno inmejorable de los blanquiazules tras las dudas generadas en verano.

El Dépor golea al Celta B en Riazor

La segunda parte mostró a un Celta B más activado, con el colmillo afilado, que quería dar guerra. No había dimitido del partido, ni mucho menos, aunque eso supusiese más sudores para la grada. La calidad estaba ahí y solo hacía falta que aflorase en los pupilos de Onésimo. Y así fue en el primer tramo, con Alfon al mando y con las sustituciones del técnico descolocando a su rival. Pilló entonces el filial celeste a contrapié a un Deportivo descosido, algo más cansado, estirado y que empezaba a perder la batalla de la media. Mal presagio con el partido en el aire y con los miedos reciente que ha generado este equipo en Riazor.

Problema solucionado

Borja vio pronto el agujero y también la solución. Calavera y Menudo salieron, casi de inmediato, al rescate para alumbrar una apuesta de pivotes, de control, sin futbolistas de banda. La corrección posibilitó que el Dépor empezase a aguantarle de nuevo el pulso a su contrincante. Estaba listo para resistir el conjunto blanquiazul y solo necesitaba otro chispazo para romper definitivamente el partido. Esta vez fue Juan Carlos Menudo el que se inventó en el minuto 70 el golazo de la jornada y uno de los mejores de esta recién estrenada Primera RFEF. Balón suelto a 25 metros de la portería que acabó en la escuadra. El equipo jugaba, pegaba, le salía todo bien y en el momento exacto para sus intereses. El partido estaba totalmente roto, por mucho que el Celta B no tuviese intención de descomponerse.

Las sustituciones trajeron aire fresco, más festín, fichajes y goles. Era el momento de disfrutar, de soltarse, de hacer horma a un Riazor que más de uno no lo había pisado en su vida. Carlos Doncel era uno de los que salía desde el banquillo y se estrenaba culminando una gran jugada colectiva. Noel rubricaba la noche en el descuento. 5-0. Él, un niño de 18 años que llegó como benjamín al club coruñés, festejaba en el campo en el que siempre soñó hacerlo. Todas las ilusiones, todos los sacrificios, todas esas horas de carretera desde Silleda para venir a entrenar tenían un fin, una Estación Termini. El cuento de hadas se cerraba de la mejor manera imaginable.

El Dépor golea al Celta B en Riazor