“Apagamos la luz a las once de la noche”

Amarelle lleva ya tres meses con Setién en el Villarreal | “Vivimos en la ciudad deportiva. No perdemos el tiempo ni yendo a casa, somos unos privilegiados”, apunta

Ramiro Amarelle, a la izquierda, junto a Quique Setién en San Mamés. |  // AGENCIAS

Ramiro Amarelle, a la izquierda, junto a Quique Setién en San Mamés. | // AGENCIAS

Carlos Miranda

Carlos Miranda

“Nos hemos puesto el objetivo de apagar la luz de la oficina a las once de la noche, porque luego a las ocho de la mañana, antes de desayunar, ya estamos de vuelta. Si te gusta lo que haces, no prestas atención al reloj”. Ramiro Amarelle (Ponteceso, 1977) ha dejado la arena de la playa por un trabajo de sol a sol en Vila-Real que disfruta como un niño. Aquel canterano que no rompió el eterno techo de cristal de la base del Dépor, aquel joven que probó y se convirtió en el mejor de la historia en el fútbol playa es ahora uno de los ayudantes de Quique Setién en el Villarreal. “Vivimos Quique, Fran Soto y yo en la ciudad deportiva. No tenemos coche, no perdemos el tiempo ni yendo a casa, somos unos privilegiados”, afirma quien ha llegado a uno de los puntos de inflexión de su carrera, momento acordado hace un par de años con su jefe y para el que lleva toda la vida preparándose.

“Cuando dejó el Barcelona, Quique ya me dijo que en la siguiente aventura me iba con él”. Amarelle tenía una deuda pendiente que se cumplió hace tres meses. Solo se había retrasado porque Setién no se iba a entregar al primer proyecto que pasase por su puerta. “Tardó un poco más o un poco menos (su aventura como ayudante), porque él tampoco quería entrenar a cualquiera. Quería sentirse importante y encontrar un equipo que le motivase y lo ha encontrado”, cuenta. Era el lugar y el momento, también para Amarelle, que coincidió con su mentor en Santander y Lugo y que tuvo más oportunidades posteriormente para las que no sentía entonces preparado. “Quique ya me había hablado muchas veces de ir con él, pero lo que pasa es que yo era muy joven y tenía que vivir mis propias experiencias. Estuve en China, en Emiratos Árabes, en Centro América... Y no solo como persona, también como entrenador”, reflexiona quien se siente ya listo y corresponde a esta oportunidad siendo “metódico, meticuloso”, guiando, enseñando y también escuchando cada día. “Estoy aprendiendo mucho en la convivencia diaria, es casi un máster. Con los jóvenes porque es una responsabilidad guiarlos, encauzarlos y con los mayores porque son ambiciosos, porque han vivido muchas experiencias, de las que saco muchas cosas. No son muñecos, son personas. Hay que ayudarlos, comprenderlos”, contextualiza el coruñés.

El aspecto emocional, gestionar el adiós de Emery, supuso el mayor reto para el nuevo trío técnico por encima del cambio en el modelo de juego de los amarillos. “Quique y Unai ven el fútbol diferente, pero ahí no había problema. Fue más el shock emocional, fue más el vacío, lo que sufrieron el club, los jugadores. A todo eso los grupos deben adaptarse”, admite y prosigue. “Pero la actitud fue buena y la gente es buena, pero lo pasa mal, no sabes cómo reaccionar, estás un poco desorientado. Fue un gran impacto porque son personas, pero ahí se vio la calidad humana. No era una cuestión táctica, era una cuestión de personas”, admite equiparándolo a una especie de periodo de duelo que han tenido que superar juntos.

De la emoción al fútbol

“Notamos que los jugadores se están empezando a sentir muy cómodos”, avanza Amarelle ya más sobre el fútbol que sobre las emociones. “El modelo de juego es claro, pero te adaptas a las características de los futbolistas. La idea del míster les hace disfrutar y tienen espacio para desarrollarse. Contamos con jugadores muy particulares. Gerard Moreno es un delantero atípico. Defiende y es casi un falso nueve y lo sigue siendo ahora. Parejo coge la pelota y parece que juega a otra cosa, que se para el tiempo, y sigue haciéndolo. Extremos que siguen siéndolo, pero que ahora admiten matices”, relata de una máquina a la que ahora ya ve engrasada, pero que siempre, hasta en los peores momentos, le ofreció buenas sensaciones. “Al principio cuando perdíamos partidos yo ya veía que hacíamos muchas cosas bien, aunque fallásemos, claro. Ajustamos y acertamos y eso nos ha subido la confianza, nos ha estimulado. Todo va más rodado”, concede el ayudante técnico de los amarillos.

“Si fuese cualquier otra cosa en la vida, intentaría disfrutarla igual”. Ramiro Amarelle no sabe qué le deparará en el futuro en ese camino que le tiene ahora en Vila-Real y que antes le llevó a la cantera del Dépor, a innovar y crear un deporte de la nada en la arena, a vivir con la maleta a cuestas en casi todos los continentes, a trabajar la base y a aprender de todo en A Coruña, en Lugo y en Santander. Es inquietud, es una filosofía de vida. “Estoy convencido de que he aprendido mucho más de lo que he podido enseñar. Llevo toda la vida en el fútbol jugando, entrenando, formándome. Es continuo. Soy curioso”, concede quien vive sus primeros meses con los ojos abiertos y poniendo trabajo sobre trabajo en una de las mejores ligas del mundo.

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