Fútbol - Deportivo

Hugo Lemos, el portero tranquilo

Seis años después de llegar al Dépor, el meta “frío y analítico” brilla ante el Atlético con los juveniles | “Siempre fue el tapado y le ha venido bien”, admite su padre

Hugo Lemos, durante un entrenamiento en Abegondo, a la izquierda; y con el Ural y el Santa María del Mar, a la derecha. |  // RCD/CEDIDA

Hugo Lemos, durante un entrenamiento en Abegondo, a la izquierda; y con el Ural y el Santa María del Mar, a la derecha. | // RCD/CEDIDA / Carlos Miranda

Carlos Miranda

Carlos Miranda

“Es lo más frío que te puedas echar a la cara, tiene una tranquilidad que a veces me asusta”. Aquel niño de cuatro años que un día se puso unos guantes de lana en casa y se lanzó a parar, aquel joven al que entrenaron Piño y Oregui en el Santa María del Mar, aquel joven que se llevó la alegría de su vida en una playa de Mallorca el día que le dijeron que fichaba por el Dépor ha crecido casi sin inmutarse y vivió hace una semana su primera gran tarde semiprofesional como guardián de la portería. Hugo Lemos (A Coruña, 2004) se hizo grande bajo palos en la eliminatoria de la Copa de juveniles en la que el equipo coruñés acabó remontándole un 0-2 al Atlético. Suya fue, entre otras muchas, una mano sobre la hora que salvaguardó el resultado. Todo controlando las pulsaciones, con los excesos justos, siendo fiel a sí mismo.

Hugo Lemos, el portero tranquilo

Hugo Lemos, el portero tranquilo / Carlos Miranda

“Es muy analítico”, añade su padre José Luis, hasta hace unas semanas técnico del Bergantiños. “Nunca le hablo de fútbol, solo lo que él me pregunta, pero a veces vemos fútbol en casa y alucinas”. Esa capacidad para estar atento, para diseccionar el balompié de otros y el propio entronca con una de sus cualidades. “Tiene un juego de pies brutal”, concede y amplía. “Soy un entrenador al que le gustan los porteros que dominan esa faceta y debo decir que con él me pongo nervioso” reconoce. “Cuando lo voy a ver jugar estoy deseando que le dé para arriba, pero, en realidad, lo hace muy bien, tiene una confianza exagerada, da pases muy complicados, lee bien cuando vienen por dentro y es capaz de jugar con los dos pies”, apunta de algo innato, también trabajado a partir de lo que oye en casa y de los consejos y la guía del entrenador de porteros de Abegondo, Alberto Casal. Del padre, mediapunta “de calidad”, al hijo, portero cerebral, atento a todo.

Hugo Lemos, el portero tranquilo

Hugo Lemos, el portero tranquilo / Carlos Miranda

Han pasado ya más de seis años desde que puso un pie en Abegondo. Aquel verano trajo a la familia el ascenso del padre con el Boiro a Segunda B y la llegada del hijo a las categorías inferiores del Dépor. Antes se había puesto bajo palos por primera vez en el Santa María del Mar, pero a aquel niño de ocho o nueve años “le parecía que entrenaban poco”, el cuerpo y la ambición le pedían más y deseaba irse a un club de fútbol. Lo acogió el Ural durante dos temporadas y de ahí al equipo de su vida, al que sigue perteneciendo y siente. Esta temporada se ha hecho dueño de la titularidad en el Juvenil A de Manuel Pablo y se entrena siempre desde hace meses con el Fabril de Óscar Gilsanz. Con Alberto en Unionistas y con el Fabril luciendo Brais Suárez y a Hugo Ríos, con el que siempre estuvo todo estos años mano a mano (también en el San Tirso), a Hugo Lemos le ha llegado, por fin, su momento para tener espacio y para demostrar sus cualidades. No siempre ha sido así y su padre hasta lo agradece. “Siempre fue un tío muy tapado en Abegondo, no fue de hacer ruido, pero lleva dos años muy buenos, este espectacular. Creo que todo eso le ha venido muy bien”, admite de una formación en tono bajo que “no significa” que no se sientan “valorados” por el club. De hecho, no cuenta con contrato profesional, a diferencia de lo que ocurre con otras promesas de la casa. “Yo nunca le presiono ni le digo nada. Soy un loco del fútbol y él ahora también, pero le he querido cuidar. Tiene que ser todo natural, no hay que tener ninguna prisa por nada. A veces ves a algunos padres... Debes tener cuidado porque después puede ser complicado gestionar las frustraciones”, asegura de un mundo del que ha querido tenerlo resguardado. “Hasta este verano no tenía ni representante, yo nunca quise, pero cuando ya tienes 16 o 17 y quieren que juegues en el equipo juvenil, ya sí que debes contar con uno y más si tu padre es entrenador”, razona.

Toda esa tranquilidad se vio alterada por la resaca de ese triunfo en Copa ante el Atlético de Madrid, que a su juicio de Lemos “puede marcar a Hugo y a toda esa generación” . También se ve alterado todo ese sosiego, toda esa imperturbabilidad cuando entra en escena el primer equipo. “Es muy, muy del Dépor, de siempre. Suele ir al fondo de Marathón y lo vive mucho. El día del Albacete me llegó llorando”, cuenta de una decepción que golpeó, pero no soltó de rueda a ese deportivismo joven que poco ha tenido para echarse a la boca en los últimos tiempos. Mientras cambia la suerte y Hugo, estudiante también de ADE, sigue escalando en Abegondo, en casa asimilan los últimos pasos y asumen el desgaste inherente a tener un portero en la familia: “Es la posición más fea para un padre. Mira que he sufrido en el fútbol, pero viéndolo a él...”.

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