Lucas, una ventana de Monelos y un plato de albóndigas con patatas

El delantero deportivista se emociona al recordar su infancia con sus abuelos en el popular barrio coruñés en el que lo criaron - “Ojalá les pudiera devolver solo un 1% de lo que me dieron”

Marcos Otero

Marcos Otero

Lucas Pérez es por encima de todo un tipo genuino. Lo mismo renuncia a una millonada en Primera División para volver al equipo de su ciudad que acepta una invitación para hablar sobre su infancia con sus abuelos. Su historia personal y familiar es de sobra conocida. Su vida en el barrio de Monelos, su esfuerzo por convertirse en futbolista profesional..., pero pocas veces se había escuchado de su boca y de una forma tan emocional como en un encuentro organizado por la delegación provincial de Cruz Roja.

Ante una audiencia plagada de adolescentes, el delantero deportivista debía hablar desde su experiencia como alguien criado por sus abuelos. Aunque haya podido exponerlo antes de un modo más privado, Lucas reconoció que nunca antes lo había hecho en un contexto así. “Hablar de mis abuelos me resulta difícil. Los añoro y es muy difícil”, avisó antes de emocionarse por primera vez en una charla en la que exhibió su desparpajo natural, también cuando le tocó responder las preguntas de un público eminentemente juvenil.

La infancia de Lucas es la de un niño criado por sus abuelos, Manuel y Manuela, que literalmente le dieron una segunda oportunidad. “Yo iba a ir para la casa cuna [el hogar infantil Emilio Romay], pero mi abuela lo evitó”, desveló Lucas. A partir de ahí, empezó una historia íntimamente ligada al barrio de Monelos en el que se crió en una de las viviendas de las conocidas como las “torres de los marineros”.

Lucas Pérez, ayer durante la charla en la Fundación Paideia.

Lucas Pérez, ayer durante la charla en la Fundación Paideia. / Víctor Echave

Si hay una imagen de aquella época que tiene grabada en la memoria es la de su abuela desde la ventana esperando a que volviera a casa, tal y como le confesó a la periodista Isabel Bravo, presentadora de una charla en la que también participaron el presidente deportivista, Álvaro García Diéguez; la alcaldesa, Inés Rey; y el presidente provincial de Cruz Roja, Manuel Viqueira. “Con la que más me quedo es con la de mi abuela esperando en la ventana”, respondió el delantero sobre su imagen más nítida de aquellos años. “Intento pasar por Monelos y ver esa ventana. Yo he sido muy feliz, mis recuerdos de Monelos son preciosos”, aseguró.

Los mejores días eran los que sobre la mesa se encontraba con ese plato de “albóndigas con patatas fritas” que tanto le gustaba cuando era niño. Cualquier cosa menos cocido, que al final siempre conseguía esquivar porque en el fondo era “un mimado”. “Era muy mal comedor, pero muy mimado por mi abuela”, confesó. “Cuando había cocido, como no me gustaba tanto, el plato especial para mí eran los huevos fritos con salchichas”, recordó en una charla con motivo del Día Internacional de las Personas de Edad.

Hubo confesiones del delantero, pero también consejos, porque Lucas no pudo disfrutar todo lo que le hubiera gustado de sus abuelos. Manuel falleció víctima del cáncer cuando él contaba 14 años y Manuela cuando el delantero había cumplido los 19 y ya había salido de A Coruña en busca de su sueño de convertirse en futbolista profesional. “Desde mi humilde opinión hay que disfrutar de las personas. Tenía una edad en la que no les pude demostrar a mis abuelos todo lo que los quería. Yo no he podido disfrutar de mis abuelos cuando los valoras”, reflexionó. “Yo era un trasto, vamos a ser sinceros. No tenían por qué luchar por un niño y lo hicieron. Y ese amor es único. Mi abuela lo único que quería es que fuera bueno, que trabajara y que me labrara un buen futuro. Espero que estuviera orgullosa. Yo lo disfruto, pero es para ellos”, añadió Lucas Pérez, que se volvió a emocionar. “Aquí el único que llora soy yo y pensé que íbamos a llorar todos”, bromeó.

En Monelos también se forjó la manera que tiene el delantero de entender el deportivismo, un sentimiento inseparable de la ciudad. “Es como yo entiendo Coruña, con el Deportivo y como ciudad. Por eso la gente lo ha transmitido así y ha pasado de generación en generación. Eso es lo bonito, poder ir el domingo a Riazor a ganar al Celta”, subrayó. Porque lo principal ahora es creer, por mal que pinte: “¿Qué hacemos? Pues confiar. Hay que luchar. No es fácil, lo sé. Tampoco se podía entender que fuéramos campeones, pues ahora toca esto”.