Primera RFEF

Así fue la primera vuelta: La desdibujada libreta del Deportivo

Idiakez probó prácticamente todo, sin éxito, en 19 partidos de borrones tácticos

Imanol Idiakez en Abegondo

Imanol Idiakez en Abegondo / Iago López

Xane Silveira

Xane Silveira

La primera vuelta del Deportivo ha dejado números indefendibles para un proyecto llamado a dominar la categoría que se ha golpeado de frente con una realidad muy distinta: la liga ha marcado un paso imposible de seguir. Imanol Idiakez, que ha probado con todo lo que ha tenido a disposición, ha sido un pintor con mil brochas que agita una y otra vez el pincel en busca de la combinación adecuada. Sin embargo, el técnico easonense no ha logrado dotar al equipo de una identidad clara y reconocible. Los vaivenes de la pizarra, marcados primero por las lesiones y luego por los resultados, han dejado a un Dépor a medio definir tras seis meses de proyecto.

El Dépor primogénito

Regresando a un verano en el que el sol salía de forma optimista tras cada partido, aquel equipo que empezó a mostrarse bajo un marcado 1-4-2-3-1 (y en ocasiones 1-4-3-3) se distinguía por tres señas de identidad: su salida de balón, su verticalidad exterior con jugadores naturales en banda y siempre muy abiertos, y la presión sobre la salida rival que fue in crescendo con el paso de las semanas. Aquel equipo tocó su cénit en Lugo, en la segunda jornada de liga, con Lucas Pérez de enganche, Barbero en punta y explotando la velocidad de Yeremay y Davo, dueños y señores de los costados. Sin embargo, las lesiones y la falta de gol torcieron un plan que duró, de distintas formas, hasta la derrota ante el Celta B, primer punto de inflexión de la temporada.

El Dépor de los mediocentros

Castigado por las piedras del camino, Idiakez se vio obligado a dar una vuelta a su idea. Se perdió voracidad ofensiva y también precisión en los segundos pases. Entre la victoria en Lugo y el triunfo en Sabadell pasaron seis encuentros en los que los blanquiazules tan solo sacaron cuatro puntos, una losa que todavía arrastran en la actualidad, tras encontrar más regularidad, aunque insuficiente para compensar todo el tiempo perdido. El técnico vasco optó entonces por un Dépor mucho más interior, en el que Balenziaga y Paris Adot se repartían las bandas, y Hugo Rama y Villares mezclaban los costados, juntándose por dentro con José Ángel y un Salva Sevilla ya asentado en el once. El cuadro coruñés compensó así algunos problemas defensivos y de salida, pero perdió toda su verticalidad ofensiva. Sirvió para empatar en Ponferrada con uno menos y vencer a Sabadell y Nàstic. En Irún el espejismo de un equipo que no se encontraba quedó totalmente expuesto. Idiakez volvió a empezar.

Villares pasa a la punta

La derrota en el Stadium Gal provocó un abismo entre el primer y el último Dépor. Sin verse superior a los rivales, el equipo se reinició desde los principios más básicos del juego: dominar las situaciones propias y no caer en tentaciones pasadas y homerísticas. El fútbol pasó a ser más sencillo, con el partido ante la SD Logroñés como gran exponente y dos empates que obligaron a extremar el plan: Tarazona y Osasuna. Si el Dépor solo era capaz de sostenerse en pie a través de la presión sin balón (su mejor arma) y lateralizar su juego, que así sea. Villares fue la bengala de una barca atrapada en la niebla. Primero en un doble rol como hombre más adelantado sin balón e interior diestro con el esférico; después, como ariete. Punta de lanza. Delantero centro. El Roy Makaay de los tiempos modernos. Idiakez necesitaba un acompañante de Lucas tras testear a una mano de jugadores, terminó por encontrar en el villalbés la respuesta. El chico para todo. Sin balón, un éxito, se recuperó parte de la esencia inicial, pero con la posesión, como se vio ante Sestao y Cultural (donde Rubén hizo de Diego, distintos jugadores, mismo rol), significó una renuncia categórica a poder dominar el juego interior. El Dépor, en definitiva, firmó no ser capaz de juntar pases de peligro por dentro en la tercera categoría y fiarlo todo a una genialidad de los de arriba. A un balón largo, un disparo de Lucas o un regate de Yeremay.

Hugo Rama, sin duda, es la figura que ejemplifica el gran problema del Deportivo esta temporada. Talento a raudales sin sitio en el once titular. Imposible de explicar. Imposible de comprender.

Los tachones de Idiakez

En este tramo de campeonato, el técnico vasco ha dado vueltas a su once como una peonza. Ha probado, ha tocado, ha modificado y ajustado. Pero no ha acertado. Por el camino, un rendimiento interrumpido de Lucas Pérez, a quien se sigue sin potenciar. La banda diestra desértica en la que un Davo desnaturalizado hace esfuerzos por adaptarse. Un sistema defensivo que hace aguas en los contragolpes, dejando instantáneas que son cromos repetidos. Cambios a destiempo, con falta de reacción previa, que se mezcla con la excesiva locura de León y Sestao. Y un cúmulo de jugadores totalmente olvidados: Valcarce debutó con dos goles y desapareció tras no encontrar su hueco; Cayarga fue titular en dos partidos y no se supo más de él; y Hugo Rama, sin duda, es la figura que ejemplifica el gran problema del Deportivo esta temporada. Talento a raudales sin sitio en el once titular. Imposible de explicar. Imposible de comprender.