Deportivo
Iano Simao, de delantero a lateral imparable: “Eran él y diez más”
Su excompañero Davo explica sus inicios en Galicia
“Tiene la cabeza muy bien amueblada”, añade Gonza Fernández, quien lo reconvirtió a defensa en el Choco
La carrera de Iano Simao va emparentada a una vida llena de dificultades y trabas. Hasta los 15 años no se pudo permitir unas botas de fútbol, por lo que durante toda su etapa formativa aprendió a jugar descalzo pese al dolor. Su puente hasta Riazor comenzó en Famalicão, pasando por Limianos, Montealegre, una pandemia, Choco y, desde 2021, el Fabril. En todo ese tiempo se siguió preocupando de su familia, a la que enviaba dinero y no vio durante cinco años. En Redondela todo fue a mejor. Coincidió con Davo, “un amigo”, como él mismo explicó en una entrevista con LA OPINIÓN. Ambos compartieron una temporada magnífica y dos años de piso en A Coruña. “Tuvo muchos problemas cuando llegó. Le costaba jugar y también era tímido, lo normal si estás fuera de casa. Al principio no decía más que ‘hola’ y ‘qué tal’, pero después era un vacilón”, recuerda el exdelantero blanquiazul.
Iano llegó al Choco y no pudo saltar de golpe al campo. Hubo, como al año siguiente le sucedió en el Fabril, problemas con sus papeles. “Su vida no era fácil, allí vivía con más chicos de Guinea y no era lo ideal cuando estás con seis o siete personas en casa”, explica el ahora ariete del Coruxo.
Sin embargo, el fútbol le dio la razón y pronto explotó. “El primer mes le costaba hacer cosas, pero luego lo probaron de lateral y, en cuanto cogió confianza, aquello pasó a ser Iano y diez más”, remarca Davo. Gonza, por su parte, recuerda que le veía condiciones, pero no como delantero o extremo, que era su posición original: “Se adaptó rapidísimo e hizo una temporada brutal. Era un chico muy agradecido. Hacía caso a lo que decías, aunque al principio se sorprendió (con el cambio de posición)”.
Aquel, añade el director técnico, era “el sitio adecuado” para que creciese y se formase tranquilo. “El entorno le ayudó”, apunta, ya que en el Choco había “mucha tranquilidad”, lo que le permitió demostrar con paciencia su potencial. “Por Redondela quedaba a veces con él también para que se fuese adaptando. Se lo hicimos fácil, pero porque él también se dejaba querer y escuchaba”, comenta también su excompañero.
Gilsanz lo reclutó para el Fabril, pero tras una primera temporada en la que tardó meses en empezar a entrenarse por los papeles, cumplió los 23 años. Barrera para subir con el primer equipo. Sin embargo y ya con 24, se convirtió en un jugador clave al que la Segunda RFEF se le ha quedado pequeña. “Por condiciones sabíamos que podía llegar, tiene un físico descomunal y creo que todavía tiene margen de mejora”, analiza Gonza. Davo, por su parte, cree que el Deportivo ha tardado en darle la oportunidad a su amigo: “De él sí me esperaba que, más tarde o más temprano, le hicieran ficha, lo tenía clarísimo”.
De Iano Simao “todo el mundo habla bien”, porque es un chico “humilde” y “tiene la cabeza bien amueblada”, destaca su exentrenador. Davo, que convivió con él y fue su compañero de piso dos años, también se rinde a su calidad humana: “Ya ves cómo es: un trabajador, manda dinero a casa y siempre quiere el bien de su familia”. Ahora su futuro pasa por seguir creciendo en el primer equipo blanquiazul.
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