Especial ascenso Deportivo

Idiakez, el arquitecto que construyó el ascenso soñado

Su personalidad encajó con una grada harta de promesas vacías y falta de resultados

Idiakez

Idiakez / Santy

Xane Silveira

Xane Silveira

“Yo me voy a tomar una cerveza”, esgrimió Imanol Idiakez un 21 de enero después de derrotar a la Ponferradina. Era la liberación en el final de la tormenta y el inicio de una racha imposible en la que solo él y su vestuario creyeron. El técnico donostiarra será recordado en A Coruña como el arquitecto del ascenso. El entrenador que devolvió al Deportivo, cuatro años después, al fútbol profesional. Y lo hizo con cierta holgura en una temporada llena de altibajos. Sobrevivió a todos y a todo. Resistió más que nadie en un banquillo que, hasta su llegada, había sido un polvorín. Su cercanía y sencillez comulgaron con una grada exhausta por los cambios. Tardó mucho, pero terminó por convencer incluso a los que juraron que no lo harían. Su éxito se basó en el trabajo del día a día y la unidad de un grupo que nunca le dejó caer. Sin duda, su mayor victoria.

A Imanol Idiakez le sobraron dos jornadas para ascender al Deportivo. Dos, también, fueron las ocasiones en las que se vio más fuera que dentro del club. En ambas, salvado por la campana con goles agónicos de Davo. Quién se iba a imaginar entonces que la historia terminaría así. Incluso después de León, lugar en el que el Dépor hincó la rodilla por última vez.

La personalidad del vasco, así como su propia vida, plagada de lesiones, de tropiezos, de caer y levantarse, casó a la perfección con una grada harta de discursos grandilocuentes y falta de resultados. Idiakez no hizo promesas. Juró trabajo y el fútbol hizo el resto. Sobrevivió a las lesiones, las derrotas e incluso a una imagen a la que todos los protagonistas se refirieron: aquellas horas que el Dépor pasó en descenso a Segunda RFEF. Imanol, como Riazor, conoció el infierno. Ambos venían entregados a resistir. El bucle parecía infinito; fue un bautismo de fuego para crear un equipo intocable.

Idiakez

Idiakez / Santy

“Es muy importante persistir y creer en uno mismo. La vida es esto, un gol en el último minuto”, resumió Idiakez tras la victoria ante el Barça B. El equipo sufrió una metamorfosis que impulsaron la juventud y el descaro de David Mella y Yeremay Hernández. Deshicieron las maletas de su valedor. El entrenador vasco no dudó en apostar por las dos grandes perlas de la cantera, a riesgo de que un mal movimiento le dejase definitivamente fuera. Y a partir de aquel día ante la Ponferradina, donde encontró su once titular, el equipo carburó y se convirtió en una máquina casi perfecta. Idiakez no volvió a conocer la derrota y el Deportivo comenzó una remontada histórica para volver al fútbol profesional.

Quizá algún día se recuerde la eclosión de los jugadores más jóvenes como la generación que debutó con Idiakez. Además de los mencionados, que hubiesen tirado cualquier puerta, el vasco dio minutos a Diego Gómez, Kevin Sánchez, Martín Ochoa, Iano Simao y Dani Barcia. Mención especial a Jairo, que hizo kilómetros y debutó en Copa del Rey.

Idiakez también logró generar un Dépor igual de competitivo como local que como visitante. La gran piedra en el talón del equipo en su travesía por Primera RFEF. 37 puntos lejos de casa; otros 37 en Riazor. El ascenso debía pasar por lugares encantadores, pero más humildes como Teruel o Sestao. También, por una segunda vuelta de ensueño con récord de puntos.

Pero el gran éxito de Idiakez ha sido, sin duda, la unión que se formó en un vestuario que en ningún momento le dejó caer. Hasta el último segundo del último minuto sus futbolistas dieron la cara para sacar la situación adelante. Esa unión se trasladó a la grada y los buenos resultados hicieron el resto. También, cuando el equipo estaba lanzado, supo mantener los pies en el suelo. Evitó el miedo de todo el mundo, el fatalismo. Logró lo que otros habían perseguido sin éxito. Riazor volvió a sonreír.